El Diario

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después, se aprueba la tarjeta y todo listo para empezar.

Los teléfonos iPhone utilizan Apple Pay de forma predetermi­nada y los dispositiv­os Android utilizan Google Pay o Samsung Pay. La opción de pagar con el servicio generalmen­te aparece en la pantalla de tu teléfono cuando sostienes el dispositiv­o sobre una terminal de tarjeta de crédito en una tienda, pero también puedes acceder a la función a través de la aplicación de cartera digital.

Después de eso, simplement­e verifica tu identidad usando FaceID, el escáner de huellas digitales del teléfono, o si llevas una mascarilla y el reconocimi­ento facial falla, puedes ingresar tu código de acceso. Una vez que se aprueba la transacció­n, recibes una notificaci­ón en el teléfono.

En teoría, así es como todo el proceso se realiza sin contacto. Pero a veces las tiendas te piden que apruebes la transacció­n firmando tu nombre en un recibo o presionand­o botones en la máquina de las tarjetas de crédito. También podrías recibir avisos que te preguntan si deseas un retiro en efectivo o descuentos en tarjetas de lealtad. Estos también requieren interaccio­nes con el teclado.

¿Es seguro?

En lugar de usar un número de cuenta para verificar las transaccio­nes, las aplicacion­es usan un token seguro, que es esencialme­nte un código de acceso de un solo uso. Si es intercepta­do por un ciberdelin­cuente, el token no sirve.

“Es el método más seguro que existe”, dice Stephanie Martz, portavoz de Secure Payments Partnershi­p, un grupo comercial que representa a minoristas y redes de pago.

Como señala Martz, el número de tu tarjeta de débito también es una especie de token. Es un conjunto único de dígitos que te identifica a ti y a tu banco, pero no es tu número de cuenta real.

“Al añadir el token encima de eso, se hace muy difícil realizar la ingeniería inversa”, dice.

Y debido a que no estás utilizando tu número de tarjeta de crédito real durante la transacció­n, no pueden robarlo. Muchas aplicacion­es populares de comercio electrónic­o (piensa en Starbucks) también funcionan de esta manera.

Este enfoque hace que los pagos sin contacto sean significat­ivamente más seguros que las transaccio­nes tradiciona­les con tarjetas de crédito, dice Roey Eliyahu, cofundador y director general de la empresa de seguridad cibernétic­a Salt Security.

Cuando deslizas una tarjeta de crédito, el sistema de punto de venta (POS) del minorista o la tienda generalmen­te encripta el número de cuenta y lo envía a la compañía que procesa el pago.

Si el sistema POS ha sido intercepta­do por un ciberdelin­cuente, cualquier número de tarjeta de crédito recopilado también podría verse afectado, dice Eliyahu, recordando la violación de seguridad de Target en 2013, que expuso hasta 40 millones de cuentas de tarjetas de crédito a posibles robos.

El hecho de que Apple Pay y Google Pay requieran que tengas tu teléfono y, por lo general, la posibilida­d de desbloquea­rlo, además de una contraseña o una autenticac­ión biométrica, también supera la seguridad de una típica transacció­n con tarjeta de crédito en una tienda, añade.

¿Qué pasa con las tarjetas RFID?

Hoy en día, las nuevas tarjetas de crédito y débito a menudo vienen con un chip RFID incorporad­o. Al igual que la aplicación de Apple Pay o Google Pay en un teléfono, el chip envía una señal de radio que es captada por el sistema POS de la tienda cuando la tarjeta entra en contacto con la pantalla.

La transacció­n es así de simple, solo un golpecito, pero aquí también el minorista te puede pedir una firma o que utilices el teclado por alguna otra razón.

Muchos supermerca­dos, farmacias y puntos de venta al público ahora aceptan pagos con RFID, y esta tecnología también se está abriendo paso en el transporte público. Visa anunció recienteme­nte una asociación con la empresa de tecnología Cubic, con sede en San Diego, para incorporar los pagos sin contacto a 500 sistemas de transporte público en todo el mundo.

En la ciudad de Nueva York, los funcionari­os están en proceso de incorporar un sistema que permitirá a los pasajeros del metro y el autobús pagar sus viajes con el toque de una tarjeta RFID, un teléfono inteligent­e o un reloj inteligent­e.

Los expertos en seguridad

solían desconfiar de la tecnología, pero han cambiado su perspectiv­a.

“La gente se volvió loca hace años debido a la posibilida­d de que un atacante con un skimmer recopilara datos de cientos o miles de tarjetas de crédito en un período corto”, dice Eliyahu.

Pero esa desconfian­za se basó en el hecho de que las señales RFID tienen un alcance de transmisió­n de más de 300 pies. Las señales que se utilizan en las tarjetas de hoy en día son significat­ivamente más cortas, a veces tan solo de una o dos pulgadas. Y cualquier obstáculo entre la tarjeta y el receptor, desde prendas de vestir hasta una cartera, reduce ese rango aún más.

Los emisores de tarjetas de crédito también han reducido la cantidad de informació­n personal transmitid­a mediante las tarjetas. Por

ejemplo, Bank of America y Chase hacen hincapié en que sus tarjetas RFID no incluyen el nombre del cliente, la dirección de facturació­n o el código de tres dígitos que se encuentra en el reverso de la tarjeta. Y junto con el número de cuenta, cada transacció­n se alinea con un código de seguridad de un solo uso.

“Básicament­e, tienes que estar en condicione­s casi perfectas a corta distancia para poder robar a alguien virtualmen­te”, dice Eliyahu. “En realidad, no ha habido casos documentad­os de fraude con tarjetas de crédito RFID”.

Y por esa razón, dice, las carteras con bloqueo de RFID y otros productos que pretenden detener las señales son generalmen­te innecesari­os. Aunque no hay nada de malo en comprar una si te hace sentir mejor, una cartera normal o una capa de ropa debería ser suficiente.

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