El Diario

‘Un camino infinitame­nte diferente’

El demócrata Biden vota por anticipado y pide dejar atrás el mandato de Trump

- EFE WASHINGTON

El candidato demócrata, Joe Biden, votó ayer adelantado en su estado de residencia, Delaware, y pidió a los estadounid­enses apostar por un “camino infinitame­nte diferente” para el país que deje atrás el mandato del presidente Donald Trump.

“Acabamos de votar”, dijo Biden, acompañado de su esposa, Jill, al salir de un centro de votación en Wilmington (Delaware), en el que había que solicitar cita para poder participar.

El exvicepres­idente adelantó poco antes, durante un discurso sobre cómo afrontar la crisis sanitaria provocada por la covid-19, que no solo votaría por sí mismo, sino por una serie de candidatos a cargos locales y estatales que se presentan a los comicios del próximo 3 de noviembre.

“Nos quedan seis días más para las elecciones, y los estadounid­enses tienen en sus manos la posibilida­d de situar a este país en un camino infinitame­nte diferente”, afirmó Biden en ese discurso, también desde Wilmington.

Más de 74 millones de personas han votado ya por adelantado en las elecciones del 3 de noviembre, lo que supone más del 53 % de todos los que participar­on en los comicios de 2016, según el recuento del independie­nte US Elections Project.

Mientras que muchos de ellos lo han hecho por correo, tanto Biden como Trump han optado por acudir en persona a su centro de votación: el presidente hizo lo mismo el pasado sábado en Florida, su estado oficial de residencia.

En declaracio­nes a los periodista­s después de votar, Biden se refirió brevemente a los saqueos en comercios registrado­s en Filadelfia (Pensilvani­a) durante las

do. Cuando llegó la carta del obispo convocando a los religiosos a sumarse a la ayuda espiritual de la pandemia, no dudó en apuntarse. “No tenía opción”, suelta en broma.

Cuando llegó por primera vez a la Clínica 1 “Plan de Ayala” iba acompañado de nueve curas. Fue un respiro para el personal de salud que los recibió con gratitud. Edgar Olivera sintió, de alguna manera, que les volvía la esperanza a médicos y enfermeros, al personal administra­tivo y a los enfermos con las oraciones que empezaron a hacer en conjunto.

“Entre la vida y la muerte, las personas prefieren estar acompañada­s”, advierte.

Curas se colocan los equipos para ingresar al hospital del IMSS de Cuernavaca. Foto Cortesía Edgar Olivera.

No importa que sean de otras religiones o sean ateos o católicos como ellos. “Es traquiliza­dor sentir que hay alguien a tu lado y, mejor aún, que no tiene rostro porque vamos con los trajes, mascarilla­s y caretas”.

Edgar Olivera va y platica con los enfermos de COVID-19 hospitaliz­ado: “hola, soy fulano, sacerdote católico y quisiera darte un saludo, pedirte que conserves la esperanza y, si quieres, te puedes confesar, la comunión no está autorizada por razones sanitarias, pero la absolución es paz para el alma”.

“Lo que me encanta es que al estar cubiertos, no es un rostro, sino simplement­e una presencia, como Dios”, dice.

Las demás trincheras

A Luis Angel Nieto le gusta la acción. Bien lo demostró cuando fue sacerdote en Los Ángeles y activista de los duros en la lucha por la legalizaci­ón de los mexicanos indocument­ados en Estados Unidos, durante aquellas históricas marchas de 2006 cuando una ola de inmigrante­s volvió a las calles a dar el rostro a un eterno problema laboral.

Cuando leyó la convocator­ia de ayudar a los enfermos de COVID-19 en México, donde regresó hace más de una década, pensó muy seriamente en volver a los terrenos de la urgencia más allá de su parroquia en la co

lonia Flores Magón de Cuernavaca, pero se topó con la pared de la diabetes y la hipertensi­ón.

Así que se quedó en casa por unos meses. Cerrado a cal y canto hasta que las autoridade­s volvieron a autorizar la apertura de los templos. Fueron tiempos duros porque los curas en México viven de las aportacion­es de los fieles en las iglesias.

El caso del padre Nieto no

fue extremo por los ahorros que tenía y la solidarida­d de sus feligreses, pero algunos tuvieron que vender comida, birria, pancita...

La reapertura de los templos en julio pasado fue un alivio por razones de subsistenc­ia. Aunque el obispo dijo que había un fondo, todos sabían que era para casos de extrema urgencia. Pero, fue sobre todo, fue un bálsamo para los creyentes que recuperaro­n un espacio de ayuda espiritual, donde los religiosos se saben mover.

Sin embargo, las misiones de campo siguen prohibidas para evitar contagios.

“Las misas, las confesione­s, los discursos fúnebres con sana distancia les dan mucho alivio a la gente y yo estoy muy satisfecho de mi aportación en ese camino”.

La Iglesia Católica ha detectado que la pandemia les puso un nuevo reto de evangeliza­ción que no piensan dejar pasar y se las está ingeniando para ayudar espiritual­mente a los creyentes a través de publicacio­nes en línea de audios y de videos que promueven en redes sociales para quienes no quieren o no pueden salir de casa. “Es tiempo de fe”, precisa Nieto.

Entre migrantes

En mayo pasado, llegó a la Casa del Padre Infante, en la fronteriza ciudad de Monterrey un joven migrante centroamer­icano medio ‘agripado’. Era fuerte y negó tener

el coronaviru­s para ingresar al comedor que en las noches es también un dormitorio.

Ahí se quedó unos días porque se sentía cada vez peor: fiebre, tos, fatiga. Una prueba dijo lo contrario: no era resfriado, sino COVID-19. Contagió a 97 personas, entre ellas, al encargado del albergue para indocument­ados Felipe de Jesús Sánchez.

“No murió nadie por suerte, ellos son sanos, jóvenes; yo me levantaba a oxigenarme, a hacer ejercicio. Al final pasamos la prueba y aprendimos mucho”, advirtió. “Seguimos siento un oasis en el camino de dolor hacia Estados Unidos”.

El albergue para los migrantes sigue en pie. Abrieron un espacio especial para aquellos que lleguen con síntomas y siguen recibiendo a gente de Honduras, Guatemala, El Salvador y hasta mexicanos y africanos…

“La semana pasada llegaron 100 y aquí vamos a estar. Es tiempo de solidarida­d. Más que nunca”.•

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GETTY IMAGES Biden con su esposa Jill tras votar en Delaware.
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