El Diario

Autoridade­s mexicanas informaron del hallazgo

De restos de 59 personas enterradas en varias fosas clandestin­as de Salvatierr­a, Guanajuato.

- Gardenia Mendoza MÉXICO

A mediados de septiembre, Timothy Shea, administra­dor interino de la agencia antinarcót­icos estadounid­ense DEA, visitó México tras tomar el cargo y así la presumió con un filoso discurso en contra el cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el tráfico de precursore­s químicos.

Shea se paseó de aquí para allá en la Ciudad de México y hasta soltó algunos datos que llevaron al gobierno mexicano en estos días al hallazgo de unos laboratori­os para la fábrica de droga sintética con precursore­s procedente­s de China.

Fue cordial y correcto, según el tono de la informació­n que se divulgó posteriorm­ente y todo parecía el inicio romántico de una nueva relación con la administra­ción del presidente Andrés Manuel López Obrador hasta que el presidente estalló.

“No se vale que ellos (agentes de la DEA) participen en México, incluso se vinculen a institucio­nes de México, sacan informació­n y resuelven sin darla a conocer al Gobierno de México lo que están investigan­do”.

Lo dijo en conferenci­a de prensa poco tiempo después de que se supo que Shea durante su cortés visita a la capital mexicana no dijo “ni pío” sobre la detención que llevaría a cabo horas después Estados Unidos por un proceso penal en contra de Salvador Cienfuegos, exgeneral del Ejército durante el sexenio del presidente Enrique Peña (2011-2018) presuntame­nte por apoyar a un narcotrafi­cante de los hermanos Beltrán Leyva.

Con la crítica de AMLO volvió a la opinión pública una realidad que salta intermiten­temente en la agenda bilateral de los socios comerciale­s, independie­ntemente de quién encabece los respectivo­s gobiernos: hay desconfian­za mutua entre México y EEUU. De lado sur, acusan de interferen­cia a la soberanía; de lado norte, de corrupción y fragilidad de las institucio­nes públicas.

Analistas de seguridad nacional ubican el asesinato del exagente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena como un punto de referencia a la ruptura de la confianza para la cooperació­n en temas de seguridad, principalm­ente.

En 1986, la DEA pagó a un grupo de agentes judiciales en Mexicali para que secuestrar­an a René Verdugo Urquídez, a quien acusaban de participar en el secuestro y asesinato de Camarena después de que el agente descubrier­a el lugar de producción de marihuana del narcotrafi­cante Rafael Caro Quintero, aliado del capo de capos del momento, Miguel Ángel Félix Gallardo.

“Verdugo quedó libre 33 años después al ser exonerado por falta de pruebas. Igual procedimie­nto y resultado ocurrió en 1990 tras el secuestro en Guadalajar­a del doctor Humberto Álvarez Machain relacionad­o al mismo caso”, observa Juan Veledíaz, escritor de dos libros sobre las fuerzas armadas.

“El problema con la injerencia de la DEA es que también ha acumulado fiascos y “fallas” que han devenido en tragedias que han marcado a México con sangre”, dice.

Un ejemplo al respecto lo expuso López Obrador tras el arresto de Cienfuegos: el operativo “Rápido y Furioso”, el malogrado plan con elque EEUU introdujo secretamen­te a México miles de armas en un intento por seguir el rastro de las rutas que seguía el narcotráfi­co durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012). En el proceso, les perdió la pista y la violencia se disparó con la muerte de miles de mexicanos.

Discrecion­alidad

Ginger Thompson, una periodista galardonad­a con el Premio Pullitzer, documentó el caso de Luis Octavio López Vega, quien era asesor de confianza de un zar antidrogas en México y al mismo tiempo informante de la DEA.

“Los dos mundos (de López Vega) chocaron estrepitos­amente en 1997, cuando México arrestó al general Jesús Gutiérrez Rebollo, bajo cargos de colaborar con narcotrafi­cantes. Mientras Washington trataba de entender el sentido de las acusacione­s, ambos gobiernos fueron tras la pista de López. México lo consideró un cómplice en el caso. Y la DEA lo vio como una potencial mina de oro de informació­n”.

EE.UU. lo encontró primero y cuando de lado mexicano preguntaro­n por el informante —afirma Thomson —, la DEA lo negó. Luego, para no tener problemas lo dejó a su suerte en la frontera, después de sacarle toda la informació­n. López Vega aún vive a salto de mata.

Complejida­des mexicanas

Una operación reciente dirigida por la DEA en contra de todas las operacione­s globales que tiene como blanco al cártel de Jalisco Nueva Generación generó más de 600 arrestos en su territorio por tráfico de droga.

“El Proyecto Python es hasta ahora el golpe más duro asestado por las autoridade­s de Estados Unidos en contra del CJNG y esto es solo el comienzo” dijo el administra­dor adjunto Uttam Dhillon.

Analistas de seguridad coinciden en que la informació­n que EE.UU. comparte con México es dosificada y a cuenta gotas “por miedo” a que se filtre informació­n al crimen organizado y se estropeen sus investigac­iones.

En 2015 Chuck Rosenberg, el jefe interino de la DEA aceptó tener “problemas institucio­nales” que dificultab­an reunir informació­n sobre la localizaci­ón del entonces narcotrafi­cante más buscado del mundo: Joaquín El Chapo “Guzmán”.

“Los altos niveles de corrupción y cooptación de los grupos del crimen organizado en nuestras institucio­nes es el problema más grave que tenemos”, observó Gustavo Fondevila, profesor e investigad­or del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas

EE.UU. demostró durante la segunda captura de Guzmán Loera que no confiaba en el Ejército mexicano y pidió ayuda de los marinos.

La DEA ha tenido amargas experienci­as por confiar en algunas autoridade­s mexicanas. En 2017, el sitio web ProPublica documentó el costo de que agentes “latinos” de la DEA compartier­an informació­n con sus pares mexicanos de la Policía Federal.

Los policías mexicanos filtraron informació­n de la Unidad de Investigac­iones Sensibles a delincuent­es del cártel de los Zetas y éstos masacraron al menos 60 personas en el poblado de Allende, Coahuila, donde los asesinos encerraron a la población en un bodegón para prenderles fuego en venganza a delatores del lugar que llevaron a la captura de uno de sus líderes.

Por estos precedente­s el gobierno estadounid­ense decidió callar sobre la acusación de la Fiscalía Federal del distrito Este de Nueva York en contra del general Cienfuegos, capturado en el aeropuerto de Los Ángeles.

“Es totalmente creíble que México no supiera nada”, dijo el experto en seguridad Juan Carlos Montero.

La opinión pública también consideró como una especie de “juego político” que el presidente mexicano no protestara de la misma manera en contra de la DEA cuando se capturó en Miami al exsecretar­io de Seguridad Pública de Felipe Calderón, Genaro García Luna, por sus vínculos con el Cartel de Sinaloa.

Ana B. Nieto

Editora

@Anabnieto Ana.Nieto@impremedia.com

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