ANSIEDAD ANTE LA INCERTIDUMBRE POSTELECTORAL
Apocos días de la elección presidencial más determinante en la historia reciente de Estados Unidos, los niveles de ansiedad comienzan a dispararse debido a los diversos escenarios posibles: la reelección de Donald Trump; una barrida demócrata que no deje nada a la duda y culmine en un cambio de mando; o la posibilidad de que el presidente, de perder la reelección en una contienda cerrada, declare que hubo “fraude” y arme un zafarrancho que termine en los tribunales.
Es entre esas dos aguas políticas que la conciencia nacional estadounidense se debate en estos días, impulsando una participación inusitada en el voto por adelantado, que ha dado una cifra que no sorprende solamente por el nivel alcanzado, sino por el corto tiempo en que se ha acumulado: más de 60 millones de electores han ejercido su derecho al voto antes del 3 de noviembre para evitar sorpresas y arrepentimentos como en otras contiendas, tal como ocurrió en 2016.
Es decir, la presidencia de Trump es tan caótica que incluso el ejercicio democrático de una elección se torna en un evento traumático por la incertidumbre ante la reacción que él pueda tener si el demócrata Joe Biden emerge triunfante. Precisamente en ese sentido, el mandatario ha ido armando a lo largo de su campaña una trama discursiva, con no poca violencia verbal, en la que utiliza términos que solo en democracias fallidas tienen cabida, como “fraude” y la consecuente sombra de duda en las instituciones de vigilancia electoral, sobre todo si no le favorecen al final.
Es decir, sucede que, si usted no apoya a Trump, piense lo que supondría para este país que él sea reelecto o que se las ingenie para impugnar los resultados si pierde y el drama culmine ante la consideración de una Corte Suprema que acaba de galvanizar su mayoría conservadora con el oscuro y expedito ascenso de la jueza Amy Coney Barrett. i usted no apoya Trump, le puede provocar hasta insomnio la posibilidad de que sea reelecto y que haya que atravesar cuatro años adicionales que prometen ser peor que los que estamos a punto de culminar. Porque no le quepa duda de que el presidente vendrá dispuesto a solidificar lo peor de sus políticas públicas y para cristalizar promesas incumplidas, entre otras deshacer el Obamacare y construir un muro en la frontera, los dos temas que han sido el hilo conductor de sus más visibles batallas, pero sin olvidar el daño que su administración ha infligido a miles de inmigrantes.
Tampoco dude de que utilice esos próximos cuatro años para saldar cuentas con quienes considera sus enemigos políticos, de la forma que sea.
Da dolor de cabeza solo pensar que esta elección termine en una batalla legal, porque Trump lleva meses anunciando que la única forma en que no sea reelecto es porque haya “fraude”, cuado el único fraude verdadero es el uso de la mentira, las noticias falsas y las teorías de la conspiración que solo su bando le cree.l
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