LA FRÁGIL DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE
Entramos en la tercera semana del triste y peligroso espectáculo del presidente Donald Trump, quien insiste en no reconocer su derrota, enfrascándose en una especie de golpe de estado en cámara lenta y a plena luz del día.
No es precisamente una rabieta más de un ser mezquino y narcisista que nunca debió ser presidente, sino de un ente vengativo que no escatima ni escatimará esfuerzo alguno para infligir un daño mayor a la que parecía la democracia más estable de la historia, tan solo porque ha perdido. Es, literalmente, la crónica de un pendenciero que se creyó la fantasía de sus propios “supremacistas superpoderes”.
Hay, por cierto, tres elementos claros en este capítulo histórico. En primer lugar, que el pueblo estadounidense, no acostumbrado a este tipo de situaciones (al menos no internamente, aunque la mano negra de Estados Unidos en golpes de estado en otras naciones es hartamente conocida), parece no entender la gravedad del asunto.
Y es tan ingenua o infantil la nula reacción social, que precisamente por eso asombra el hecho de que un mandatario como Trump no solo aun permanezca en el poder amenazando la estabilidad y la seguridad nacional, sino que intente por todos los medios, como cualquier mafia del orbe, de afianzarse a una Casa Blanca que ya le dio el aviso de desalojo desde el 3 de noviembre pasado.
Trump, de hecho, empezó la descomposición del sistema desde que Barack Obama ganó la elección en 2008, encabezando la campaña de sembrar dudas sobre la ciudadanía estadounidense del expresidente.
Ya en la presidencia se le hizo más fácil sustentar su mandato en mentiras y falsedades, que tristemente cuentan con una audiencia significativa. Son 73 millones de estadounidenses los que, a pesar de todo, votaron por Trump.
El segundo elemento plasmado es la vergonzosa conducta de un Partido Republicano, cuyos líderes han claudicado en su responsabilidad de proteger la democracia, la integridad del proceso electoral y a sus ciudadanos.
Al anteponer sus intereses políticos a los intereses de la nación, estos individuos fomentaron las locuras de Trump y ahora vemos cómo ni siquiera el proceso de transición ha arrancado, en medio de una pandemia que ha matado a más de un cuarto de millón de personas en Estados Unidos. el tercer elemento evidenciado es un sistema de Colegio Electoral anacrónico que tampoco previó la posibilidad del ascenso de una figura como Trump.
En consecuencia, estos tres elementos anotados arriba hacen indicar que el golpe de estado que intenta pepetrar el gobierno de Donald Trump para permanecer en el poder, de hecho ha estado ocurriendo desde el pricipio de esa anomalía política llamada “trumpismo”.
En esta Semana de Acción de Gracias en medio de la pandemia, habría que dar gracias porque la democracia estadounidense parece que sobrevivirá a esta intentona de Trump de subvertir los resultados electorales.•
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