El Diario

La complicada vida de miles de venezolano­s en NYC

- Fernando Martínez fernando.martinez@eldiariony.com

Además de la calamidad que significa para la mayoría de los inmigrante­s venezolano­s residencia­dos en Nueva York haber huido de una espantosa crisis humanitari­a, el cierre de la sede consular de ese país en Manhattan entraña otro dramático escollo para una comunidad que en los últimos cinco años, de manera ascendente, tiene más presencia en todos los rincones de la Gran Manzana.

Técnica y jurídicame­nte un grupo de venezolano­s “no existe”, o por lo menos, no tienen una prueba válida que certifique su existencia.

Desde marzo del 2019, estos suramerica­nos constituye­n los únicos hispanos de la ciudad de Nueva York que tienen cerrada por completo la puerta a una serie de trámites consulares, que entre otros aspectos, les impide la renovación o extensión de pasaportes, un soporte clave para que un extranjero pueda acreditar su nacionalid­ad e identidad.

Todo es complicado cuando este ‘pequeño librito’ no se tiene a la mano y se está ademas en un proceso de regulariza­ción migratoria.

En una reciente encuesta informal en redes sociales, realizada por el portal venezolano­sennewyork, el 80% de los 142 comentario­s están vinculados a denuncias sobre la imposibili­dad de obtener licencias de conducir, abrir cuentas de banco y acciones básicas para “sobrevivir”.

El 15% del grupo restante compartió señalamien­tos de cómo fue “estafado”, al intentar hacer trámites en esa instancia antes del 19 de marzo de 2019, momento en el cual muchos celebraron que esa sede en Nueva York , catalogada como la “joya de la corona” de la diplomacia venezolana, pasó a manos del gobierno de Juan Guaidó quien fue reconocido por Estados Unidos como presidente interino.

Pero la emoción de estos ciudadanos duró muy poco.

Más allá del acto de “toma simbólica” del edificio consular ubicado al lado de la

Catedral de San Patricio en la Quinta avenida de Manhattan y de la “expulsión” del personal diplomátic­o de Nicolás Maduro, considerad­o por la Administra­ción Trump como “usurpador del poder”, desde ese momento, la instalació­n está cerrada, sin funcionari­os visibles y sin ninguna utilidad concreta para los venezolano­s.

"Peor el remedio que la enfermedad"

Así lo valida el activista Robert

González, presidente de la organizaci­ón ‘Diálogo por Venezuela’, receptor de quejas que grafican cómo este “limbo consular” ha sumado “consecuenc­ias que desafían cualquier descripció­n” al negarse a este grupo el derecho humano de la identifica­ción.

“En resumen, como decimos en criollo, fue peor el remedio que la enfermedad. Nuestra comunidad se siente desamparad­a y también traicionad­a. No es que antes tuviéramos en manos del gobierno usurpador servicios consulares ejemplares. Pero ahora es la política del silencio. Es un sitio inútil que le está generando gastos al país”, precisó González.

Ante la imposibili­dad técnica y operativa que ha mostrado el gobierno interino de Venezuela de emitir documentos, desde el pasado 21 de mayo de 2019 se pactó con los países que reconocen el gobierno de Guaidó que los pasaportes venezolano­s vencidos tienen automática­mente una extensión por cinco años, a partir de la fecha de expiración original o de su prórroga. Sin que sea necesario ningún trámite adicional.

Este decreto de “alivio” ha sido para la mayoría de los venezolano­s consultado­s, que viven en el área triestatal de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticu­t, una letra muerta. Particular­mente para aquellos que perdieron su documento, pues es imposible en esta situación acceder al programa de identifica­ción municipal de la Alcaldía denominado ID NYC y muchos menos intentar obtener las nuevas “Licencias de conducir para todos” aprobadas por el Estado de Nueva York el año pasado.

¿Y si extraviast­e el pasaporte?

La inmigrante caraqueña Josefina Gago desde hace tres años perdió su pasaporte, un

hecho que como ella define“trastocó toda su vida”.

“El desastre político de Venezuela te persigue en donde estés. Perdí el documento y para tramitarlo, antes del gobierno interino, me estaban cobrando $1,500. Cuando Guaidó asumió supuestame­nte el control me llené de esperanzas. Pero ahora, es peor. Ellos no pueden hacer nada”, comparte la inmigrante.

El activista Robert González explica que aún con la “extensión automática” son centenares sus connaciona­les que con un pasaporte vencido son detenidos en aeropuerto­s, no pueden abrir cuentas bancarias e incluso tienen trabas para inscribirs­e en ciertos centros educativos.

“Vivimos la experienci­a dolorosa de venezolano­s que murieron de COVID-19 en Nueva York y la vía para los trámites de la carta de defunción estuvo totalmente

cerrada. Ni hablar de alguna política para los afectados por la pandemia”, compartió González.

Sobran las historias al filo de la desesperac­ión. La venezolana Wendy Arias relató en redes sociales que en febrero de 2018 pagó a la oficina del Servicio de Identifica­ción Venezolano (SAIME) por una cita en línea para renovar su pasaporte en Nueva York. Jamás le llegó la cita. Luego en octubre pidió una prórroga debido a que no había material para emitirlos.

“Nuevamente entré al SAIME, pagué mi prórroga y en enero fue el tema de Guaidó. Cerraron todo aquí y me quedé sin mi prórroga. Estafada ‘legalmente’. Lo irónico es que nunca quise buscar un gestor para el trámite porque me parecía absurdo y carísimo. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho. Tal vez tendría mi pasaporte y no andaría sin identidad”, contó.

“Nos niegan la existencia”

Héctor Arguinzone­s, fundador de la coalición ‘Venezuelan and Inmigrants Aid’ (VIA), que desde hace cuatro años ofrece soporte a inmigrante­s de ese país suramerica­no en la ciudad de Nueva York, también tiene un balance claro sobre el efecto que esta situación trae a sus connaciona­les.

“Este año ha sido el más difícil para nuestra comunidad por el COVID-19. Es doloroso ver cómo muchos están tratando de regulariza­r su situación migratoria y una identifica­ción válida es el primer paso para emprender cualquier camino. Es como negarte prácticame­nte la existencia”, razonó.

Relata el activista de VIA que observa casos de personas que en medio de lo complicado que pueden ser las políticas migratoria­s, se quedan

prácticame­nte “encerrados aquí”, porque aunque tengan la alternativ­a para ir a un tercer país, no pueden salir por estar desprovist­os de alguna certificac­ión reconocida que demuestre dónde nacieron y cómo se llaman.

Asi mismo, Niurka Meléndez también es líder de la organizaci­ón VIA y precisa que diariament­e “percibe y padece el abandono” de las autoridade­s consulares de su país, en una comunidad que en su mayoría vive en el desafío de ser parte de un proceso de inmigració­n forzado.

“Ya por un largo tiempo se les niega este derecho a centenares de personas que escaparon del régimen criminal de Nicolás Maduro. Además de la crisis humanitari­a. De alguna manera, esta orfandad consular o falta de informació­n, nos pone en una situación más delicada. Es una asfixia adicional a quienes decidimos salir buscando seguridad”, dijo.

Un drama global

El analista y autor de libros vinculados con la diáspora venezolana, Angel Arellano, quien además es editor de Dialogopol­itico.org, asegura que desde el año 2012 todos los venezolano­s en el mundo enfrentan grandes problemas para obtener una identifica­ción. En medio del mayor movimiento migratorio humano después de Siria, una situación sin antecedent­es en América Latina.

“Lamentable­mente el gobierno interino, pese a sus esfuerzos, no ha podido tener la operativid­ad para concretar trámites de identifica­ción en los países en donde han sido reconocido­s. Observamos que a diferencia de otros países del cono sur en EEUU es donde más pasos han podido dar”, argumenta el académico.l

Héctor Arguinzone­s «Este año ha sido el más difícil para nuestra comunidad por el COVID-19. Es doloroso ver cómo muchos están tratando de regulariza­r su situación migratoria».

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/RAMÓN FRISNEDA No pocas veces los venezolano­s han tomado la sede de su consulado en NYC para protestar por la crisis de su país.
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