El Diario

¿LLORAR EN EL TRABAJO ES SÍNTOMA DE INCOMPETEN­CIA?

- Estrella Flores-Carretero B@ElDiarioNY COLUMNISTA

Hemos aprendido que llorar en el trabajo es lo peor que se puede hacer. Salvo que alguien muera, verter lágrimas por rabia, frustració­n, desesperac­ión o impotencia parece estar prohibido, porque podría dar a entender que la persona no es capaz de desempeñar su tarea con la profesiona­lidad requerida.

Sin embargo, según las estadístic­as, aproximada­mente el 50% de los trabajador­es reconoce haber llorado en su puesto de trabajo; y esto ocurre en mayor medida entre las mujeres —a quienes tradiciona­lmente se les ha dado más libertad para mostrar sus emociones— que entre los hombres.

Pero, llorar no debe ser visto como algo de lo que haya que arrepentir­se. Cualquiera puede encontrars­e al límite y estallar en lágrimas, como una manifestac­ión catártica para liberar su tensión.

Es verdad que una buena educación emocional nos permite gestionar las situacione­s de la mejor forma posible en cada momento y en cada lugar, y que el llanto no debería pasar de ser una expresión ocasional y jamás habitual, pero cuando uno ha descargado sus problemas de esta forma en el ámbito laboral, lo mejor es revisar el estado emocional.

Llorar no significa ser incompeten­te. El llanto es una respuesta biológica a la angustia, no tiene nada que ver con el desempeño y no puede dañar la reputación profesiona­l. Ni siquiera suele generar un mal ambiente laboral, a diferencia de las situacione­s tóxicas, manipulado­ras, injustas o intimidant­es que sí minan el bienestar corporativ­o. Llorar solo demuestra que la persona es humana y que necesita apoyo.

No hay que avergonzar­se, pero sí dar la cara. Las emociones no son buenas ni malas, solo hay que reconocerl­as y gestionarl­as. Es preciso encarar la situación a posteriori, cuando la persona se sienta serena. No se trata de pedir disculpas, pero sí de aceptar la explosión emocional, decir por qué ha pasado —«esto me frustra», «sentí que era injusto por el tiempo que le había dedicado…»—, agradecer la ayuda prestada y la comprensió­n. Hay que manifestar nuestra disconform­idad si es el caso, pero asegurar que seguiremos adelante y que procurarem­os hacer las cosas de otro modo.

Más vale prevenir. Las personas que saben comunicars­e, defender sus derechos con asertivida­d, expresar los sentimient­os, construir una buena autoestima y un adecuado autoconcep­to tienen menos probabilid­ades de estallar emocionalm­ente.

Búsqueda de soluciones. Es importante controlar las emociones, sobre todo las que incomodan a los demás, quienes, a menudo, no saben qué hacer más allá de ofrecer un kleenex al que llora. Lo más probable es que el llanto despierte empatía, lo que permitirá acercarse a algún compañero con quien hablar, algo siempre sanador. Cada uno sabe por qué ha llegado a esa situación y tendrá que buscar el modo de resolverla, no negarla ni ocultarla. Si algo va mal, es preciso analizarlo con calma y encarar su remedio con buenas herramient­as emocionale­s.l

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