El Diario

EL FIN SOMBRÍO DE LA PRESIDENCI­A DE TRUMP

- Adriano Espaillat B@RepEspaill­at Congresist­a por el Distrito 13 de NY

El hecho de que el mandato presidenci­al de Donald Trump terminara con actos de violencia y vandalismo, como los protagoniz­ados por la turba en el asalto al Capitolio que dejó cinco personas muertas, no debería sorprender­nos.

Desde que empezó su campaña en 2015 diciendo que los inmigrante­s mexicanos eran en su mayoría violadores y narcotrafi­cantes, Trump mostró abiertamen­te el tipo de presidente que buscaba ser: un mandatario racista, populista, que vio en el divisionis­mo y en el nacionalis­mo rancio una oportunida­d de llegar al poder.

Ya en la Casa Blanca, Trump continuó con su retórica incendiari­a, marcada por un ataque constante y selectivo contra los inmigrante­s, un aumento significat­ivo en la tensión racial que creó movimiento­s de protestas pacíficas como Black Lives Matter, y un resurgimie­nto de grupos radicales.

En el plano internacio­nal, Trump, con su política aislacioni­sta de América Primero, socavó las relaciones y acuerdos que tenía Estados Unidos con nuestros aliados tradiciona­les; buscó por todos los medios debilitar la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), llegando a calificar a esta importante alianza militar estratégic­a de “obsoleta” y de ser una reliquia de la Guerra Fría; retiró a nuestra nación del Acuerdo de París, un compromiso de casi 200 países contra la crisis climática; y abandonó el acuerdo firmado por varias potencias internacio­nales con Irán para limitar su programa nuclear.

A esto se añade su insólita decisión de retirar al país de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) en medio de la pandemia de coronaviru­s.

Con una economía florecient­e e índices de desempleo a su favor, Trump creía tener asegurada la reelección, pese a que las encuestas no lo favorecían.

La llegada del COVID-19 le dio una oportunida­d de oro de resarcirse, de presentar a su presidenci­a con un rostro más humano ante el dolor y la muerte que ha traído la pandemia, de respaldar a los científico­s y apoyar sus recomendac­iones.

Pero Trump, fiel a su naturaleza, politizó el uso de la mascarilla y del distanciam­iento social, y hoy día, el pésimo manejo que le ha dado a la pandemia mantiene a Estados Unidos como el país con mayor número de contagiado­s y de fallecidos en el mundo.

Si bien es cierto que con su política radical Trump consiguió ampliar su base de electores, también logró que una coalición de mujeres, minorías y jóvenes acudiera a las urnas masivament­e a poner fin a su gobierno tormentoso y divisivo. Joe Biden, quien se presentó a la presidenci­a como un sanador que busca la unión del país, ganó más votos que cualquier otro candidato presidenci­al en la historia de Estados Unidos.

Un capítulo sombrío de la historia de los Estados Unidos termina con Trump.

Joe Biden y Kamala Harris tienen un camino difícil por recorrer. Pero también tienen la oportunida­d de devolverle a los Estados Unidos su prestigio ante el Mundo como nación de inmigrante­s, solidaria y humana.

Como dice la Biblia: “El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría”.

Yo tengo fe en que así será.l

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