GOLPISTAS EN EL CONGRESO
Hace un escaso mes, el presidente Trump intentó llevar adelante un golpe de estado para permanecer en el poder luego de perder las elecciones presidenciales.
Lo hizo con el visto bueno de parte de su partido, con el activismo de sus partidarios y con el silencio aprobador de otros.
El intento fracasó. Más de 250 insurreccionistas enfrentan juicios criminales federales. Joe Biden es Presidente y hay un deseo general de salir adelante.
Pero perdura en el Congreso un núcleo peligroso de congresistas que están allí, no para legislar sino para destruir.
Como el senador Josh Hawley de Missouri, que saludó con el brazo extendido y el puño cerrado, al estilo de Trump, a la turba que el 8 de enero invadió el Capitolio.
Como la congresista Lauren Boebert de Colorado, a quien acusan de haber enseñado a los líderes de la turba, el día anterior del ataque, en donde están las oficinas de la líder demócrata Nancy Pelosi.
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Boebert logró luego sus 10 minutos de fama por intentar introducir ilegalmente armas de fuego al recinto del Congreso
Y especialmente como Marjorie Taylor-Greene de Georgia, con sus declaraciones antisemitas, información falsa, xenofobia y agresividad.
Es para quien los incendios en el Oeste se deben a que los judíos tienen unos rayos láser que disparan desde el espacio.
Quien dijo, y luego se desdijo, que los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron falsos, al igual que las masacres en las escuelas en Florida y Connecticut. Quien apoyó la demencia de QAnon.
Quien puso un “Me gusta” al que exhortó a aesinar a Pelosi. orrectamente, el Congreso aprobó la semana pasada - con 11 votos de republicanos - expulsarla de los comités de Educación y de Presupuesto.
Pero no es suficiente. El solo hecho de su presencia en el Congreso es perturbador. Los republicanos tienen
CJavier Casas, General Manager
Carmen Villavicencio, Executive Editor. Angel Vazquez, Sales and
Circulation. Rossana Rosado, Publisher Emeritus
Iván Adaime, CEO Javier Casas, CFO Rafael Cores, Content que vigilarla y controlarla. A ella y su cohorte.
Estos son solo los que menos cuidan sus palabras, pero hay más miembros en el ala golpista del Congreso.
Son más que una espina en el costado de las instituciones democráticas. Pueden potencialmente destruirlas.
Pero el resto, los que saben y guardan silencio, por ellos, Trump, que es culpable, será hallado inocente.
La historia nos enseña, o debe habernos enseñado, que la política del apaciguamiento es errónea.
Que esperar que los subversivos a lo mejor se corrijan es ingenuo.
Que ser indulgente porque de lo contrario se van a enojar es estúpido.
Que moverse obsesivamente al medio entre las opiniones políticas lleva al pensamiento político hacia la extrema derecha.
Que el temor de los políticos de que si expresan su verdad van a perder su poder es vano y pretencioso. Y cobarde.
Hay que recordar este momento. Grabarlo en nuestra memoria, porque estamos en un parteaguas. Si no alejamos a estos agentes de la violencia de las fuentes del poder, ahí se quedarán, utilizando los recursos de la democracia para luego intentar destruirla.•
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