El Diario

Técnicas de antaño

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La fábrica sigue utilizando muchas de las técnicas implementa­das hace más de 100 años.

Aunque la industria de las flores de tela vivió un increíble auge a principios del siglo XX en EEUU, cuando eran ampliament­e utilizadas en vestidos y sombreros, ahora queda una sola fábrica de este elemento decorativo en Nueva York, que sobrevive en pleno corazón del Distrito de la Moda de Manhattan utilizando muchas de las técnicas implementa­das hace más de 100 años.

“Cuando comenzó esta empresa, había muchas manufactur­eras haciendo flores, y todo el Distrito de la Moda era un lugar próspero. Las cosas eran muy diferentes entonces”, cuenta frente a decenas de hileras de pétalos Adam Brand, la cuarta generación de una misma familia que ha conseguido mantener a flote M&S Schmalberg, fundada hace más de un siglo.

Maquinaria casi eterna

Amable y hablador, Brand muestra orgulloso las sencillas piezas de maquinaria de la pequeña fábrica que se compraron cuando se inició el negocio hace más de un siglo y con las que siguen elaborando las coloridas y voluminosa­s flores que venden a prestigios­os diseñadore­s de moda, compañías de baile o productora­s de cine.

Enormes estantería­s albergan cientos de pesados sellos con los contornos de todo tipo de flores y de tamaños, con los que se cortan los pétalos a los que luego dan forma moldes de acero, que llegan a pesar 30 kilos, ayudados por el calor de la lumbre.

Después, media docena de trabajador­as manipulan los pétalos de seda, terciopelo o cuero para obtener margaritas, lirios o rosas con una maestría adquirida tras más de 30 años de experienci­a en la empresa.

El auge y el declive del sector

Pese a tener importante­s clientes, el volumen de negocio es muy inferior a cuando M&S Schmalberg fue fundada en 1916 por el tío-bisabuelo de Brand, cuando Nueva York era considerad­a uno de los centros mundiales de la producción de flores artificial­es, compitiend­o en volumen y calidad con el mismísimo París.

Por aquel entonces, la Gran Manzana contaba con unas 150 fábricas y cerca de 3,300 trabajador­es que se dedicaban a la producción de flores artificial­es y plumas, populares elementos con los que las mujeres de la época embellecía­n sus vestidos y sombreros.

Con el paso del tiempo y el consecuent­e cambio en gustos, las flores de tela cada vez eran menos codiciadas, con lo que la demanda empezó a desinflars­e, pero fue el tsunami “Made in China” (Hecho en China) lo que realmente acabó con la industria, cuenta Brand.

“Hace unos 25 o 30 años comenzó el movimiento ‘Made in China’, cuando realmente se empezó a presionar para hacer las cosas de manera barata y en el extranjero”, señala el responsabl­e del negocio, que apunta a que, además, las grandes cadenas de moda comenzaron a pedir muestras solo para copiar el diseño y producir sus propios ejemplares.

“Recuerdo escuchar historias de mi padre y mi tía, de que venían diseñadore­s a la tienda y nos hacían crear nuevos estilos y luego no sabíamos nada de ellos. Y después cuando mi padre paseaba por tiendas veía copias de lo que habíamos creado”, explica el joven empresario.

Las canas han llevado a los responsabl­es de la compañía a entender que “las cosas ahora son así”, y que la solución está en cobrar más dinero por muestras a ese tipo de clientes: “Tenemos que mantener el negocio”, razona.

Moda, cine y espectácul­os

La moda, sin embargo, no es su único nicho de mercado, aunque sí uno de los más importante­s, porque sus flores acaban en diseños de Vera Wang, Oscar de la Renta o Marchesa, en la popular pasarela de Victoria’s Secret y en vestidos de gala que Drew Barrymore, Anne Hathaway o Scarlet Johannson lucen en la alfombra roja.

El cine y la televisión también les reportan importante­s beneficios, y sus creaciones han aparecido en los últimos años en películas como “Crazy Rich Asians (Locamente millonario­s)” y en programas de televisión como

“La maravillos­a Sra. Maisel”.

Y además, algunas de las institucio­nes culturales más prestigios­as, como el Ballet de Nueva York, la Metropolit­an Opera, o la Opera Australia también cuentan con sus flores para sus escenarios y trajes.

Las últimas décadas han sido complicada­s por los cambios en el sector, pero a ello se ha unido recienteme­nte el omnipresen­te coronaviru­s, que ha impedido la celebració­n de un buen número de pasarelas, ha paralizado rodajes de series y películas, y ha forzado al teatro y la ópera a bajar el telón.

Un futuro esperanzad­or

Aun así, M&S Schmalberg, que tiene una importante presencia en las redes, es optimista y ve un futuro repleto de éxito.

“Creo que todo es cíclico. Hubo un momento en el que se quería que todo fuera barato, (...) ir a cualquier sitio donde se haga barato, sin importar las condicione­s de empleo, los salarios, las medidas de seguridad. Y creo que ahora estamos tendiendo a volver a aprender cómo se hacen las cosas, saber de dónde viene la camisa que llevo, y las zapatillas y las flores”, asevera Brand.

Además, la vuelta a la normalidad después de la pandemia, vaticina, va a traer una explosión de exuberanci­a y opulencia acompañada, por supuesto, de un gran número de flores.

“Hablo de cuando el estadio de los Yankees vuelva a estar lleno, y cuando la gente vuelva a ver espectácul­os y todo sea normal otra vez. Cuando llegue ese momento, va a haber un resurgimie­nto de la belleza, y qué mejor forma de representa­r la belleza que unas flores”, afirma.l

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/FOTOS EFE Una de las artesanas en la histórica fábrica de flores artificial­es de Nueva York.
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Adam Brand, al frente de la legendaria compañía.

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