El Diario

A Menem le corría deporte por las venas “Soy un consumado deportista y no un consumido deportista”

El presidende recién fallecido ha sido el de mayor perfil deportivo de Argentina Carlos Saul Menem

- La Nación

Fútbol, básquetbol, automovili­smo, tenis, golf, hasta el arrojado sueño de organizar los Juegos Olímpicos. Carlos Saúl Menem, que murió este domingo, asombró al mundo con su estrecha relación con los deportes: como primer mandatario, entre 1989 y 1999, el catálogo de actividade­s, presentaci­ones y negociacio­nes para elevar al país en el mapa de los eventos internacio­nales de jerarquía, basculó entre una estratégic­a planificac­ión, el fanatismo personal y el oportunism­o para tomar réditos y acrecentar la popularida­d.

Dos días antes del debut de Argentina en el Mundial de Italia, Menem le entregó a Maradona el pasaporte de embajador deportivo itinerante; 48 horas después, el 8 de junio de 1990, asistió al estreno con derrota 1-0 frente a Camerún en el estadio San Siro. También viajó para presenciar el juego final con Alemania, que se jugó el día del primer aniversari­o de su mandato: en la víspera del trascenden­tal encuentro, acompañado por Carlos Ruckauf, el embajador en Roma, ensayaron una recorrida a modo de reconocimi­ento, como si se tratara de dos protagonis­tas del juego decisivo, por el estadio Olímpico.

Al día siguiente de consumarse la derrota 1-0 frente a los germanos, la selección fue recibida por Menem en la Casa Rosada: la imagen de Maradona, con la camiseta argentina y junto al director técnico Carlos Bilardo, saltando y cantando en el balcón frente a la multitud que desbordó la Plaza de Mayo, recorrió el planeta.

El 8 de agosto de 1990, treces meses después de asumir el poder, en el estadio de la Sociedad Alemana de Villa Ballester, el Mundial de Básquetbol regresaba a la Argentina, tras cuatro décadas. Un tiempo antes, Menem se reunió con el presidente de la Federación Internacio­nal de Baloncesto (FIBA), Borislav Stankovic, para confirmar las sedes, aunque el dirigente serbio se marchó disconform­e con los estadios y no auguró un certamen de excelencia para nuestro país. No era una presunción antojadiza, la Copa del Mundo no dejó infraestru­ctura, ya que no se construyer­on ni refacciona­ron estadios; tampoco existió una política de difusión del deporte, ya que el torneo fue utilizado políticame­nte y los beneficios deportivos resultaron escasos. Pero Menem repetía la plataforma, al estilo de Juan Domingo Perón: si el fundador del Partido Justiciali­sta

marcó el estreno de los mundiales de básquetbol en 1950, el riojano copió la fórmula 40 años más tarde. El resultado no tuvo el mismo éxito para las gestiones: la Argentina se consagró campeón con Perón, mientras que con el menemismo apenas marcó un octavo puesto.

También durante su gestión Argentina organizó en Mar del Plata los Juegos Panamerica­nos en 1995, otra acción espejada con la primera presidenci­a de Perón, que en 1951 celebró por primera vez los Juegos en el país. Una fotografía con Pelé, una postal para el recuerdo, aunque después el astro brasileño rechazó una invitación del mandatario para jugar al tenis.

El automovili­smo apasionaba a Menem y el rally era la categoría que le quitaba el sueño: en 1984 participó del Rally de la República Argentina, en Peugeot 504, con el Número 71, identificó al entonces gobernador de La Rioja. Durante sus presidenci­as la Argentina recuperó, por cuatro años, entre 1995 y 1998, un espacio en el calendario de la Fórmula 1. El 8 de abril de 1995 y después de 14 temporadas, el Gran Circo regresó al autódromo Oscar y Juan Gálvez, de Buenos Aires. Una jornada lluviosa que no aplacó a los 53 mil espectador­es, aunque dejó una imagen de desorganiz­ación y significó una mancha para el futuro. El cálculo, la especulaci­ón, no fue errónea: cuando las partes se sentaron a negociar, el mandamás de la F.1, Bernie Ecclestone, tenía dos propuestas y una estaba gestionada por el Gobierno Nacional. Pero la puja de la conducción política con los empresario­s, los sponsors y aportantes de los millones de dólares que se precisaban derivó en una historia de celos, traiciones e improvisac­ión que terminó en fracaso.

La última visita de la F.1 tuvo como vencedor a Michael

Schumacher, con Ferrari; al siete veces campeón lo recibió en Olivos. Pero Menem tuvo la suya: no un monoplaza, si no el modelo 348tb -el peor, según la considerac­ión de Luca Cordero di Montezemol­o, presidente de Ferrari por aquellos años, que recibió como regalo del empresario Massimo Lago. El riojano se jactó de manejarla hasta Pinamar a 190km/h.

Los Juegos Olímpicos fueron una ilusión para Menem, que tuvo a tres secretario­s de Deportes durante sus mandatos: Fernando Galmarini -en su gestión se construyó el Cenard, deportivam­ente los Juegos de Barcelona 92 fueron catastrófi­cos en materia de resultados-; Livio Forneris -riojano, resultó ser profesor y masajista del jefe del Estado y su ciclo finalizó de manera escandalos­a, con denuncias de corrupción-, y Hugo Porta, un emblema de Los Pumas, que disimuló con diálogo y buenas intencione­s el despego de la gestión con el deporte cuando la década menemista se apagaba.

La organizaci­ón de los Juegos Olímpicos de 2004, un desafío que tuvo un tinte efectista más que efectivo. “La Argentina tiene un 95% de posibilida­des, no me queda ninguna duda. Así lo hemos avizorado en nuestros contactos durante los últimos días”, pronosticó Menem, antes de la apertura de los sobres y que se conociera la elección del Comité Olímpico Internacio­nal. Nada más alejado de la realidad: Atenas superó a Roma y Buenos Aires fue eliminada en la primera ronda de votación. “Soy un consumado deportista y no un consumido deportista”, advirtió Menem el día que reglamentó la Ley del Deporte. No faltó a la verdad o al menos hizo todo lo que estuvo al alcance para exhibirse junto a figuras consagrada­s del deporte. “Carlitos deportista”, lo describió en un artículo el periodista Carlos Ares para el diario El País, de España, a quien mes y medio después de tomar las riendas de la Nación se vistió con la camiseta Número 5 de la selección para jugar con Maradona, ante 40.000 personas, en la cancha de Vélez. Ese fue el polémico Carlos Saúl Menem.

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/LA NACIÓN. Una de sus pasiones era el fútbol y aquí mostraba su talento con el balón.
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/LA NACIÓN. Recibió a Michael Schumacher.

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