El Diario

Cynthia Santiago:

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Procurar seguridad a sus cuatros hijos era lo más importante para Carolina Ramírez Pérez. Por eso la mexicana, como miles de madres latinoamer­icanas, emprendió una difícil travesía para cruzar la frontera sur de Estados Unidos y darles a sus niños una nueva vida, aunque esto le pudiera costar la suya.

La madre mexicana, de 32 años, no aguantó más las amenazas de muerte que recibía de su esposo en una comunidad de Oaxaca, sur de México, que la mantenían confinada en su casa lejos de la familia y temiendo por su vida y la de sus hijos, según relata a Efe F. Ramírez, hermano de Carolina.

Estaban amenzados de muerte

“La amenazaba con machete, le pegaba muy duro, y ya estaba haciendo lo mismo con los niños; entonces mi hermana no aguantó más y decidió venirse para acá”, detalla Ramírez.

En enero pasado Carolina tomó el valor para dejar Coicoyán de las Flores y partir rumbo a Estados Unidos con sus hijos de 10, 5 y 2 años. A su hija mayor, de 14 años, la dejó al cuidado de su madre con la promesa de que en el futuro se reunirían del lado estadounid­ense de la frontera.

De este lado sus hermanos, trabajador­es del campo del área de Santa María, California, estaban dispuestos a echarle la mano y no permitir que las amenazas terminaran de concretars­e y Carolina fuera una víctima más de feminicidi­o en México.

Uun sueño truncado

Pero la ansiada seguridad que buscaba Carolina se truncó el pasado 2 de marzo cuando una camioneta en la que viajaba junto a otros 24 inmigrante­s se estrelló, causándole la muerte a ella y a otros 12 extranjero­s a pocas millas de haber cruzado la frontera entre México y California.

Los niños lograron salvarse porque Carolina los había enviado unos días antes.

“Carolina daba todo por sus hijos. Por eso se aseguró de que ellos pasaran primero bien, y después ella intentó pasar”, insiste Ramírez.

Una tragedia que se pudo evitar

Odilia Romero, cofundador­a de la organizaci­ón Comunidade­s Indígenas en liderazgo (CIELO) en Los Ángeles, asegura que “la muerte de Carolina se hubiera podido evitar”.

Y es que la mujer indígena ya había vivido con su esposo

Martín López Ruiz en el área de Santa María, California. La pareja había emigrado en 2009, dejando a su primera hija al cuidado de la abuela materna en México.

En California los abusos y la violencia de López Ruiz contra Carolina aumentaron aun más, asegura la familia.

López Ruiz fue arrestado en diciembre de 2012 por el Departamen­to de Policía de Santa María por las amenazas contra Carolina, según reportó el periódico Los Angeles Times.

Un juez emitió una orden de restricció­n para que el hombre no se acercara a Carolina y a su segundo hijo, que nació en suelo estadounid­ense. López Ruiz fue condenado en febrero de 2013, y un mes después aceptó salir voluntaria­mente del país y evitar ir a una cárcel de inmigració­n.

Carolina se quedó en California pero su esposo la obligó a regresar con su pequeño tras amenazarla con desaparece­r con la hija mayor de la pareja.

“Carolina calificaba para una Visa U en ese momento, pero no aplicó”, advierte la abogada de inmigració­n Cynthia Santiago, quien actualment­e representa a los niños de la mexicana.

Invisibles ante el sistema

Al respecto, Romero advierte que la falta de informació­n en lenguas indígenas sobre estas vías de legalizaci­ón para mujeres como Carolina las mantiene indocument­adas.

La activista también se queja sobre la falta de informació­n general en estas lenguas en la frontera, donde llegan cientos de indígenas en busca de protección urgente.

La abogada Santiago añade que Carolina tenía un caso válido y fuerte para presentar en la frontera, pero la actual espera sobre los casos de asilo la orilló a pasar de forma indocument­ada.

“Si no les permitimos a estas víctimas con casos reales presentar sus casos, estos inmigrante­s van a tomar estos riesgos”, subraya.

Las críticas se dan en medio de una oleada de niños no acompañado­s y familias que atraviesan la frontera en busca de protección, y que mantienen a la Administra­ción del presidente Joe Biden bajo presión.

Cuatro menores quedan huérfanos

Entre el dolor por la pérdida de Carolina, la familia Ramírez enfrenta otro problema ahora y es lograr que los cuatro niños logren quedarse en Estados Unidos.

Ramírez advierte que el padre de los niños ha amenazado a toda la familia, incluyendo a la mamá de Carolina, quien llegó a Estados Unidos junto con la niña mayor para el velorio de la inmigrante.

Santiago espera poder conseguir para los tres menores nacidos en México la Visa Especial para Inmigrante­s Jóvenes que les permita quedarse en EE.UU. No obstante, subraya que es un proceso muy largo.

“Tenemos que hacer que el sueño de mi hermana se haga realidad, que sus hijos tengan una vida mejor y ante todo seguros”, dice Ramírez.

Ayer en Los Ángeles se realizaba un velorio para Carolina. Sus familiares y sus hijos tendrán que viajar desde Santa María, California, para darle el último adiós.

“Sus hijos quieren volver a verla por última vez. Ella era una muy buena mamá, se lo merece”, concluye Ramírez.

“Si no les permitimos a estas víctimas con casos reales presentar sus casos, estos inmigrante­s van a tomar estos riesgos”.

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EFE Fotografía familiar cedida donde aparece Carolina Ramírez Pérez, una madre mexicana, de 32 años.

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