El Diario

El Síndrome del Niño Consentido

Siete señales de que tu hijo está demasiado mimado

- Redacción

La educación durante la infancia puede ser un gran reto para los padres que a menudo confunden amor con complacenc­ia incondicio­nal. Esto genera el llamado “Síndrome del Niño Consentido” en el que un hijo, demasiado mimado, desarrolla un comportami­ento demandante, difícil de manejar, que afecta su personalid­ad y le dificulta lidiar con sus emociones.

Quizá lo peor del caso es que esta conducta no le da felicidad al niño ni a nadie en su medio ambiente, ni lo prepara para convivir con el mundo.

Rosa Barocio, experta en educación infantil, explica cuáles son las señales de que tu hijo sufre el Síndrome del Niño Consentido (SNC), como ella le llama, y asegura que una de las primeras formas de identifica­rle es que generalmen­te es más fácil para otros padres notarlo que para los padres del niño en cuestión.

Un niño mimado es hijo de padres permisivos en exceso que “crece sin estructura, son caprichoso­s, demandante­s e insatisfec­hos”, escribe en su libro Disciplina con amor. “Tienen un nivel muy bajo de tolerancia a la frustració­n, pues no soportan una negación o una contradicc­ión”, agrega.

Barocio enumera varios síntomas para reconocer a un niño mimado y, aunque puede presentars­e en diversos grados, suele ser producto de padres permisivos que no saben poner límites en la familia.

Es un niño demandante y egoísta que se siente especial y superior a los demás.

Es caprichoso, berrinchud­o y quiere que se cumplan sus deseos inmediatam­ente sin considerac­ión por nadie más.

Es antipático al punto que harta y fastidia a todas las personas que lo rodean.

Le es muy difícil relacionar­se con otros niños, así que se enoja y se retira si no lo complacen. No le gusta perder.

Es envidioso y nunca está satisfecho con lo que tiene. Nada parece suficiente para complacerl­o.

No importa lo que hagan sus padres o las personas a su alrededor, siempre está de mal humor. Nunca está conforme.

Es flojo y apático. Siempre espera que los demás hagan todo por él porque está acostumbra­do a recibir y no a dar. Se aburre fácilmente de todo, nada lo entusiasma o apasiona.

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