CHINA Y EEUU: COMPETENCIA INEVITABLE
En una frase memorable, Raymond Aron caracterizó a la Guerra Fría como una situación de “paz imposible y guerra improbable”.
El curso de la relación entre China y EEUU lleva inexorablemente a ambos países hacia una situación de “competencia inevitable, cooperación imprescindible”. La frase no tiene el brillo de la propuesta por Aron, pero ayuda a entender los términos básicos de la relación emergente entre las dos únicas superpotencias que definirán, por consiguiente, los rasgos dominantes de la política internacional en las próximas décadas.
La fuente principal de esta competencia es la alteración del equilibrio de poder entre las dos partes. A este factor ajeno a la voluntad de los líderes se agrega un segundo elemento que también alimenta la rivalidad: la diferencia de regímenes políticos y de valores.
A la vez, los “problemas de orden global”, entre los que destacan la contaminación del medio ambiente, la proliferación nuclear y las pandemias, compelen a China y EEUU a cooperar.
La reciente reunión de Anchorage, Alaska, entre los máximos responsables de la conducción de la política exterior de ambos países fue una muestra contundente de esta dinámica política de competencia/cooperación en un contexto de rivalidad.
El encuentro admite al menos dos lecturas. La primera pone el acento en la tormentosa sesión inaugural, en la que fuera de todo protocolo ambas partes procuraron marcar territorio. Ante los ojos de todo el mundo, quedaron expuestas con singular crudeza las profundas diferencias que separan a Washington de Pekín y sus posturas enfrentadas sobre temas cruciales de la agenda bilateral.
Ya a puertas cerradas, ambas delegaciones volvieron a tratar estas diferencias -Taiwán, Hong Kong, Tibet, Xinjiang, el uso del ciberespacio, conflictos en el mar del Sur de China, la presencia militar de EEUU en Asia Pacífico y en el Indo-Pacífico- como así también asuntos que forman parte de una “agenda expansiva” en la que los intereses de los dos países “se cruzan”.
La segunda lectura de la reunión de Anchorage va le asigna el carácter de un punto de inflexión en las relaciones bilaterales, esto es, el fin de más de tres décadas de acomodamiento entre las partes y la definitiva instalación de la “rivalidad estructural”.
Washington se siente “de vuelta” y percibe a China como un actor revisionista y como el único competidor en condiciones de montar un desafío sostenido a un sistema internacional estable y abierto. Por su parte, la dirigencia china percibe que ahora si el “viento del Este prevalecerá sobre el del Oeste” y, por lo tanto, que ha llegado el tiempo de plantarse de igual a igual ante EEUU, que es visto como un rival que intentará obstaculizar el ascenso de China.
La competencia es, esencialmente, una consecuencia inevitable del cambio en las relaciones de poder, mientras que la confrontación es una posibilidad que dependerá del papel, la calidad y las visiones de los principales actores.•