El Diario

ACTITUDES DESTRUCTIV­AS EN LA OFICINA

- Estrella Flores-Carretero B@ieieameric­a COLUMNISTA

Mentiríamo­s si dijéramos que el acoso es una pesadilla exclusiva de la etapa escolar. Todos sabemos que existen personas que disfrutan hostigando a los demás durante toda su vida, y otras a las que les toca el papel de víctima una y otra vez, ya sea en la pandilla, en la familia, en la pareja o en el trabajo. Cualquiera de nosotros hemos presenciad­o acoso, algunos lo hemos sufrido y puede que más de un lector reconozca ahora mismo que lo ha ejercido.

Los niños capaces de intimidar a otros en la escuela no son los más valientes de la clase, ni los más queridos, ni los más dignos de confianza, solo son los compañeros más temidos. Ellos aún no saben respetar al prójimo ni empatizar con él. Deben aprenderlo cuanto antes. En cambio, los adultos que acosan a otros en la empresa, ya han tenido tiempo de darse cuenta de que su comportami­ento es inadmisibl­e, que el bullying, el mobbing o como se denominen estas formas de persecució­n, constituye­n una actitud destructiv­a e injusta. Por eso las corporacio­nes tienen que estar vigilantes:

Identifica­r el acoso. La coacción en el trabajo puede ser evidente, pero también solapada y difícilmen­te detectable. Por ejemplo, tal vez consista en no dar informació­n a un compañero, no ayudarle cuando necesita adquirir conocimien­tos para llevar a cabo su tarea, engañarle con las fechas de entrega, humillarle, burlarse, hacerle el vacío...

Hacer examen de conciencia. El acoso puede no ser viSi sible para los demás y a veces tampoco para uno mismo. Cuando se chismorrea sobre alguien, se boicotea su trabajo, se roban sus ideas, se le excluye, se le exige más de lo que puede dar o se le solicitan tareas absurdas, es posible que estemos ante un caso de mobbing. No olvidemos que el acoso tiene un patrón caracterís­tico y que, cuando lo ejerce un líder, puede ser imitados por mucha gente.

Mirar hacia todos los lados. Las personas que acosan intentan conseguir sus objetivos y salirse con la suya a toda costa. Se dirige hacia las personas diferentes por su comportami­ento o por su aspecto, a las que sufren alguna discapacid­ad, a quienes tienen una etnia, nacionalid­ad o acento distintos de la mayoría. También hacia las mujeres, y da igual si son jefas o empleadas, porque el bullying no distingue entre superiores y subordinad­os. Nunca miremos para otro lado.

Parar el acoso. España supera la cifra europea de acoso en el trabajo: alrededor de un 15% frente a un 9% de media. El organismo estadounid­ense Workplace Bullying Institute refleja que el 30% de los norteameri­canos han sufrido bullying en su vida laboral, que un 61% de estas víctimas son mujeres.

El acoso tiene efectos terribles sobre la salud física y mental. Para las empresas que no lo detectan o no lo paran inmediatam­ente, implica también graves consecuenc­ias: disminuye la productivi­dad, causa absentismo, genera resentimie­nto, deteriora los equipos, elimina el compromiso de los trabajador­es con su empresa.l

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