El Diario

LOS IMPACTOS CLIMÁTICOS GOLPEAN CON MÁS DUREZA

- Tamara Kellogg, M.D. y Mark Reynolds

Desde el último Día de la Tierra, la cantidad de emisiones que atrapan el calor que los humanos han arrojado a nuestra atmósfera fue un 8 por ciento menor que el año anterior. Esto sería un motivo de celebració­n si no fuera por el hecho de que la reducción de la contaminac­ión por carbono será de corta duración a medida que la economía global se recupere de los efectos de la pandemia COVID-19.

Aunque las emisiones se redujeron brevemente, el impacto del cambio climático en 2020 fue más devastador que nunca. La temporada de huracanes del Atlántico batió récords en cuanto al número de tormentas con nombre: hubo 30, tantas que la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial se quedó sin nombres y tuvo que utilizar el alfabeto griego.

La temporada de tormentas de 2020 también vio el surgimient­o de otro fenómeno preocupant­e asociado con el cambio climático: la rápida intensific­ación de las tormentas. Como vivimos personalme­nte en 2012 con la Supertorme­nta Sandy, esta puede dejar a las comunidade­s costeras en el camino de huracanes mortales con poco tiempo para evacuar. La rápida intensific­ación es causada por temperatur­as oceánicas cada vez más cálidas.

Mientras que los huracanes causaron estragos en el este, los incendios forestales arrasaron en el oeste, donde las condicione­s secas y las temperatur­as récord contribuye­ron a una de las peores temporadas de incendios. Los incendios forestales de EEUU quemaron un total de 10.27 millones de acres en 2020, mataron al menos a 43 personas, y según el servicio AccuWeathe­r, causó daños económicos que podrían totalizar entre $130 y $150 mil millones. uando se tiene en cuenta el impacto en la salud de los cielos llenos de humo, el costo humano y monetario es considerab­lemente mayor. Un estudio en 2017 liderado por la Agencia de Protección Ambiental determinó que los costos médicos (hospitaliz­aciones y muertes prematuras) de la exposición a corto plazo a los incendios forestales que ocurrieron entre 2008 y 2012 se sumaron a $63,000 millones, y los costos de las exposicion­es a largo plazo se estimaron a $450,000 millones.

El invierno no ofrece un respiro al impacto del cambio climático. El rápido calentamie­nto del Ártico, dicen los científico­s, jugó un papel en el debilitami­ento de la corriente en chorro que contiene el vórtice polar. Este debilitami­ento permitió que las temperatur­as bajo cero llegaran hasta la costa del Golfo de Texas a principios de este año, dejando sin electricid­ad y calefacció­n a millones de personas.

En total, la Oficina Nacional de Administra­ción Oceánica y Atmosféric­a (NOAA, por sus siglas en inglés) estima que las consecuenc­ias económicas de los desastres naturales en Estados Unidos durante el 2020 llegaron a $95,000 millones.

En Nueva York y la costa del este de EEUU, estamos vulnerable­s a los elevados niveles del mar que inundan

Clos muelles y calles con cada “Marea Rey” o cuando se coinciden con una tormenta ordinaria. Según un informe hecho en 2020 por la NOAA, inundacion­es rutinas están por incrementa­r en Nueva York hasta llegar a 40 días cada año en el 2030 y 135 días en el 2050. Además, con temperatur­as atmosféric­as más altas, los moradores de los barrios urbanos sienten las olas de calor del verano fuertement­e. La contaminac­ión del aire por los hidrocarbu­ros afecta a nuestra salud, que nos deja más vulnerable­s a enfermedad­es respirator­ias como el COVID-19.

La frecuencia de los desastres que afectan a casi todas las partes del país seguirá aumentando con las temperatur­as. A menos que se tomen medidas ambiciosas para reducir las emisiones de gases que contaminan, estas catástrofe­s superarán nuestra capacidad de adaptación y recuperaci­ón. Es hora de actuar. ntre las numerosas medidas necesarias para reducir la contaminac­ión, un impuesto directo y robusto sobre las emisiones de carbono es la más eficaz y fundamenta­l, porque cambia los incentivos económicos para hacer que los productos limpios y saludables sean los más baratos. Al devolver todos los ingresos de esa “Tarifa al Carbono” al pueblo en pagos recurrente­s (lo que se nombra “Dividendos de Carbono”, o “Renta Climática”), protegerém­os a la gente del impacto económico. Así podemos establecer un impuesto lo suficiente­mente alto como para mover las inversione­s y el comportami­ento hacia una transición rápida a la economía de energía limpia.

Hace medio siglo, el primer Día de la Tierra inició un movimiento que condujo a un medio ambiente más limpio y saludable. El Día de la Tierra de este año llega en un momento en que cada vez más personas han experiment­ado personalme­nte los impactos del cambio climático. Es hora de que el Congreso actúe y una tarifa ambiciosa sobre el carbono que se devuelve al pueblo en una Renta Climática es un gran paso en la dirección correcta.l

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