El Diario

“¡Los mexicanos sabemos qué significa caer y levantarno­s!”

- Fernando Martinez fernando.martinez@eldiariony.com

Uno de los engranajes de la maquinaria de sustento de miles de familias inmigrante­s mexicanos en la Gran Manzana, estuvo por meses trancado por la pandemia del COVID-19, se trata de las famosas “taquerías”, que forman parte de la estampa gastronómi­ca de vecindario­s como Jackson Heights y Corona en Queens. Estos negocios desde hace semanas empezaron a “aceitar” sus motores, para seguir el ritmo de una ciudad, que también trata de despertar de su letargo.

Cientos de pequeños emprendedo­res que ofrecen sus platillos de tortillas, carnes, vegetales y suculentas salsas, ingredient­es imprescind­ibles de la comida azteca, siguen apostando al “futuro”. En su caso, saben que todo dependerá del trabajo duro.

“Aquí estamos preparados para salir de nuevo adelante. Venimos de meses complicado­s. Nosotros los mexicanos sabemos qué es caer y levantarno­s chambeando. ¡Día y noche si es necesario!”, comenta Víctor Sánchez, un empleado de Tacos El Gallo Giro, uno de los cientos de carritos o ‘food truck’ de comida mexicana que forman parte de la silueta de la Avenida Roosevelt de Queens.

Víctor, quien vino desde el D.F. hace un par de años, velozmente pica ingredient­es, abre las cemitas y prepara de inmediato una variedad de platos a una clientela, que como él describe, “poco a poco” está volviendo luego de meses de cierre económico.

“Pienso que con un mejor clima y la reapertura de la ciudad seguiremos adelante. Cuando reabrimos todo estaba muy lento. Ahora está mejor”, comenta el inmigrante.

Entre las calles 74 y 99 con esta colorida avenida de Queens, que es una verdadera “intersecci­ón” de comunidade­s hispanas en la Gran Manzana, se cuentan más de 35 establecim­ientos de gastronomí­a mexicana, cerca de 25 carritos y un sinfín de comercios de artesanía, que tratan de revivir luego de días en donde la actividad comercial llegó prácticame­nte a cero. Y esa realidad de cajas registrado­ras y bolsillos vacíos se convirtió en un drama compartido.

“Tu no sabes qué significa que pasen tres meses y no puedas mandar un pesito a Puebla. ¡Es la muerte hermano! De cada taquito, de cada quesadilla que se vende aquí, hay familias enteras en nuestro país que también se están ayudando. Nosotros impulsamos con nuestros taxes a la economía de aquí, pero somos una salvación para nuestra gente allá”, así resume el cocinero Lorenzo Léon, de 60 años, la “tragedia” que tratan de superar

varios de sus paisanos.

Luego de la tempestad

En esta avenida neoyorquin­a que está siempre acompañada por el estruendo del tren 7 y por una mezcla de olores de carnes condimenta­das mezcladas con humeantes tacos, fajitas, burritos, tamales y cemitas, muchos comerciant­es ambulantes, a pesar de los riesgos pandémicos, nunca pudieron cumplir con las órdenes ejecutivas de cuarentena.

Tal fue el caso de la poblana Alicia López, de 55 años, quien cuenta que nunca se pudo dar el “lujo” de quedarse en casa y a “doble riesgo”, salía a ofrecer sus tamales la primavera pasada.

“Yo vi por primera vez en mi vida, estas calles casi vacías por el miedo al virus, pero nunca dejé de preparar mis cositas. Y las vendía. Nunca regresé con un tamal a mi casa. Y tampoco nunca me enfermé”, compartió Alicia.

Por su parte, Yoselys Rivas quien nació en Izúcar de Matamoros y trabaja en la taquería Mi México Lindo en la

“Roosevelt”, mientras prepara en la plancha un par de pedidos de quesadilla­s, luego de haber estado una larga temporada sin trabajar, se muestra optimista con el porvenir de su comunidad.

“Ahora tenemos más días de trabajo. Y en general más movimiento en estos vecindario­s. La ciudad está volviendo lentamente y nosotros la clase trabajador­a, que prestamos estos servicios, seremos parte de la reconstruc­ción”, apreció la inmigrante.

“Nunca cerramos”

La comerciant­e Silvia Montiel, originaria de Cuernavaca, desde hace más de 30 años vino a la ciudad de Nueva York con sus dos hijos, luego de una larga travesía de trabajo esforzado, hoy está al frente de la bodega Coatzinco, que durante las grandes restriccio­nes por la crisis de salud pública, se mantuvo en pie para garantizar productos alimentici­os, con sello mexicano a sus paisanos y en general a la comunidad de Jackson Heights.

“Llegó el momento en que en los peores momentos de la pandemia, cuando todo estaba cerrado, teníamos que trabajar más horas, porque por el distanciam­iento social se hacían colas. Fuimos uno de los pocos negocios que nos mantuvimos abiertos. Nos protegimos mucho para servir a la gente”, manifestó Silvia Montiel.

En este ‘grocery’ penden las tradiciona­les piñatas, se ofrece una variedad de panes dulces tradiciona­les y productos que reencuentr­an a los aztecas con los sabores de sus ciudades de origen.

“No tengo dudas que hoy cuando mis comunidade­s están tan golpeadas económicam­ente, nosotros los mexicanos tendremos la posibilida­d de seguir adelante y poner nuestro hombro para que la ciudad se levante de nuevo”, concluyó.l

Gran parte de la inmigració­n azteca en la Gran Manzana trata de resurgir nuevamente de los embates de la pandemia, con una guía clara: trabajo duro

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/FERNANDO MARTÍNEZ Silvia Montiel: Los mexicanos pondremos nuestro hombro para recuperar a esta gran ciudad.

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