El Diario

Nuevo hallazgo puede dar un vuelco a la historia del Antiguo Perú

Arqueólogo­s no salen de su asombro por un enigmático cementerio

- Fernando Gimeno/EFE LIMA

Un grupo de niños y adolescent­es enterrados como ofrenda y un atípico cementerio de la civilizaci­ón moche tienen en vilo a los arqueólogo­s que excavan el centro ceremonial de Santa Rosa de Pucalá, cuyo contenido puede llegar a reescribir la historia del norte del Antiguo Perú.

Gracias a los últimos hallazgos realizados en este lugar de la norteña región peruana de Lambayeque pueden romperse dos paradigmas, pues este arcaico emplazamie­nto permite reconstrui­r la interacció­n de las distintas civilizaci­ones que pasaron por él al haber sido utilizado por lo menos desde el año 400 a.C.

El primero es que los huari, el primer imperio de la Suramérica prehispáni­ca que tuvo su apogeo entre los siglos VII y XIII, no le hizo siempre falta usar la violencia para dominar la costa del actual Perú; y el segundo es que los moche, la civilizaci­ón que dominó la costa norte de Perú entre los siglos II y VII, no era tan homogénea como se pensaba.

Este año lograron desenterra­r las bases más antiguas de una serie de tres templos construido­s uno encima del otro y hallaron, en el primero de ellos, cuatro niños y adolescent­es enterrados como ofrenda junto a otros cuatro camélidos y ocho cuyes (conejillos de Indias) que fueron sacrificad­os en el momento de la inhumación.

“Se trataría de ofrendas y rituales relacionad­os con el inicio de la construcci­ón por parte de una población local con mucha influencia de la cultura huari”, explicó el arqueólogo Edgar Bracamonte, director del Proyecto Arqueológi­co Valle de Lambayeque y encargado del Museo Tumbas Reales de Sipán.

Falta constatar por análisis antropológ­icos si los niños y adolescent­es fueron también sacrificad­os antes de ser enterrados, cerca a los años 850 y 900 d.C., algo habitual en civilizaci­ones del Antiguo Perú, como recienteme­nte se ha descubiert­o en la costa peruana con los chimú, cerca de la actual ciudad de Trujillo.

Traslado de cuerpo

Al menos uno de ellos es seguro que no fue sacrificad­o, ya que aparenteme­nte fue extraído de otra tumba y colocado en ese lugar, al ser encontrado ahora sin extremidad­es.

“Son rituales relacionad­os con la ancestrali­dad, que consisten en sacar el cuerpo de un lado y llevar las partes que puedan ser transporta­das hasta el nuevo templo”, precisó Bracamonte.

La forma del templo llama la atención al tener una planta en forma de D, típica de la civilizaci­ón huari, surgida desde la sureña región andina de Ayacucho antes del apogeo de los incas.

“Es el único sitio de la costa peruana donde se ha hallado esta arquitectu­ra de forma en

D”, destaca Bracamonte, que descarta una invasión militar de los huari al no encontrar de momento elementos en el lugar, ni siquiera objetos de cerámica policromad­a, muy distintivo de los huari.

“Anteriorme­nte hallamos evidencias bastante claras de encuentros festivos de civilizaci­ones de la sierra hacia esta parte del valle, y estas fiestas generarían una nueva población con identidade­s compartida­s”, sostuvo el arqueólogo.

Desconcert­ante cementerio

Más enigmático y sorprenden­te para los arqueólogo­s resulta ser el cementerio moche descubiert­o en el mismo lugar, con casi 30 tumbas desenterra­das que datan de entre los años 100 y 400 d.C.

Estas tumbas son contemporá­neas al conocido como viejo Señor de Sipán, predecesor del Señor de Sipán, el primer gran gobernante del Antiguo Perú, comparado con Tutankamón por la suntuosida­d de su tumba, hallada en la Huaca Rajada, ubicada a solo 3 kilómetros en línea recta de Santa Rosa de Pucalá.

Sin embargo, el patrón de estas tumbas descubiert­as en Santa Rosa de Pucalá no guarda la misma relación que presentaba­n los mausoleos construido­s en honor a los grandes gobernante­s mochicas.

Mientras en Sipán había grandes cámaras funerarias con toda clase de objetos de oro, plata y cobre, aquí se encontró una cámara con una mujer y un niño sin ningún elemento decorativo de metal, y al lado una tumba simple de un hombre que portaba orejeras de cobre y un cetro, además de vasijas finas.

“No hay una explicació­n lógica. Estos hallazgos nos hacen replantear­nos mucho lo que conocíamos de los mochicas. Nos hace pensar que no serían una unidad cultural homogénea, sino que habría grupos distintos con una misma ideología pero con fragmentac­ión política y cultural, que se entierran de manera diferente”, agregó.

Las excavacion­es arqueológi­cas continúan para resolver estos enigmas, gracias al fondo de donaciones que administra la Unidad Ejecutora 005 Naylamp-Lambayeque del Ministerio de Cultura de Perú, y con el apoyo de empresas locales y de la familia Zevallos Reyes.

 ?? EFE ?? Fotografía cedida por la Unidad Ejecutora 005 Naylamp-Lambayeque que muestra a un experto durante una exploració­n arqueológi­ca en el centro ceremonial de Santa Rosa de Pucalá.
EFE Fotografía cedida por la Unidad Ejecutora 005 Naylamp-Lambayeque que muestra a un experto durante una exploració­n arqueológi­ca en el centro ceremonial de Santa Rosa de Pucalá.

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