El Diario

ARMAS Y SEGURIDAD PÚBLICA

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La Corte Suprema decidirá entre amparar el derecho de portar armamento y velar por la seguridad pública, al escuchar desde ayer argumentos en el primer caso importante sobre armas de fuego en más de una década.

El caso analiza una demanda al estado de Nueva York sobre prohibir el porte de armas de fuego en publico, pese a que permite a sus residentes llevarlas ocultas en la calle con una autorizaci­ón especial, si alegan causa adecuada que demuestre una necesidad concreta de autodefens­a.

La última vez que la corte se pronunció en un caso importante sobre armas de fuego fue hace trece años, cuando el tribunal, con el apoyo de cinco jueces frente a cuatro, falló que la Segunda Enmienda protege el derecho del individuo a tener y portar armas en casa en defensa propia en la causa del Distrito de Columbia contra Heller.

Los letrados iniciaron la audiencia del caso de Nueva York con preguntas aclaratori­as sobre los derechos fundamenta­les constituci­onales y necesidad de hacer valer la seguridad pública en lugares sensibles en la primera audiencia de proceso que podría afectar no solamente lo que suceda en ese estado sino en otros como California, ya que algunas de las determinac­iones en este caso pueden alterar el marco reglamenta­rio de la Segunda Enmienda.

Algunos de los magistrado­s se han enfocado tradiciona­lmente a examinar la cuestión con base en la historia y la tradición, con lo cual podrían estar allanando el camino para menores restriccio­nes en este caso específico.

Y lo cierto es que parece que es esa misma tradición, en lugar de la alarmante epidemia de tiroteos que vive este país, la que parece estar ganando la batalla.

Reconocemo­s en cualquier caso el derecho fundamenta­l de una persona a portar armas y utilizarla­s en defensa propia. Pero también vemos cómo la autoridad se postra ante el accionar de violentos que abusan de sus privilegio­s para infligir dolor a conciudada­nos mayormente de sarmados.

Es claro que pese a las mejores intencione­s, las fallas en las restriccio­nes al porte de armas en lugares sensibles como edificios gubernamen­tales o escuelas se hacen evidentes y que por lo tanto una cosa es la letra de la ley y otra la vida cotidiana.

Desde esta tribuna hacemos un llamado a los magistrado­s para que reconozcan el peso de las pruebas en eventos tan trágicos como las masacres ocurridas hace algunos años en El Paso, Texas o Las Vegas, Nevada.

El fenómeno de la violencia de las armas no es problema de un par de hombres blancos quienes disfrutan la cacería sino una enfermedad que sufre esta nación de la cual somos o podemos ser víctimas todos. Es un tema crucial de convivenci­a que debe ser atendido con mente abierta.

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