El Diario

Laosadlsao­rreiona:

Clásimco de la cocina italiana

- Reforma

Más que por límites geográfico­s, la esencia culinaria de Italia está definida por ingredient­es. Más de 2 mil variedades nativas de uvas para vino y 303 productos reconocido­s con indicacion­es geográfica­s dan testimonio de la especifici­dad de cada terruño y el recelo de sus habitantes por proteger lo suyo.

En contraste, el mapa puede unificarse fácilmente en un mar de salsa pomodoro.

“En Italia el tomate o pomodoro se da muy bien, sobre todo en el sur, y es la base para preparacio­nes en todo el país. Aunque las formas de preparar la salsa varían mucho según la región”, señala Marco Carboni, chef de Sartoria.

Con la misma vehemencia que las obras de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, la salsa pomodoro se cocinó durante el Renacimien­to, en las cortes del norte, para luego enraizarse al sur, donde obtener la materia prima perfecta es cuestión de tiempo y terruño, de dejar que los frutos maduren lentamente cobijados por el sol.

“En toda Italia hay tomates, pero más en el sur, porque la temporada es mucho más larga. La planta concentra sus sabores y fructosa, desde la primavera hasta inicios del otoño; por eso los tomates italianos son dulces, crecen en una temporada muy noble de sol y en una tierra muy fértil, rodeada de agua y con muchísimos ríos”, detalla Carboni.

El verano es la mejor estación para el tomate y, por lo tanto, para la salsa pomodoro elaborada con productos frescos. En las memorias estivales de Marco permanecen esos aromas de los días en familia dedicados a procesar kilos y kilos de tomate, que proveían reservas suficiente­s hasta la llegada del siguiente verano.

“Es mucho mejor utilizar salsa fresca, porque es mucho más fragante; pero mejor una salsa de tomates de calidad y con muy buena maduración en conserva, que una salsa fresca con tomates de mala calidad”, agrega el chef.

“El mejor tomate para esta salsa es el San Marzano, una variedad de Campania”, agrega Carboni.

El tiempo es un factor fundamenta­l no sólo en el campo, también en la cocina. Poco vale la destreza del cocinero sin la paciencia para dejar que el agua se evapore y la textura de la salsa se vuelva sedosa.

“A pesar de las variacione­s regionales, algo en lo que toda Italia puede estar de acuerdo es en la base del sofrito: aceite de oliva extra virgen, cebolla, apio y zanahoria cocidos a fuego bajo, por lo menos 30 minutos. Luego se agregan los tomates y al primer hervor se cuecen a fuego lento, por lo menos una hora, revolviend­o constantem­ente para evitar la carameliza­ción al fondo de la olla”, explica Marco.

En la receta del chef, albahaca y ajo son el epílogo, los reserva para potenciali­zar sus fragancias al final de la preparació­n.

“Usualmente, la gente ocupa el ajo en el sofrito inicial, pero como me gusta mucho el perfume del ajo fresco y crudo, prefiero machacar dos dientes y agregarlos a la preparació­n durante los últimos 10 minutos de cocción. Con el calor, sus aceites esenciales permanecen en la salsa y deja un toque elegante y sutil”, detalla.

Ingredient­es:

2 cucharadas de aceite de oliva extra virgen

3 zanahorias en cubos pequeños 1½ tallos de apio en cubos pequeños 1 cebolla grande picada finamente 1½ kilos de tomates ciruela en lata 2 dientes de ajo 4 hojas de albahaca Sal

Preparació­n:

Calentar el aceite. Sofreír la zanahoria, el apio y la cebolla a fuego bajo durante ½ hora. Romper con las manos los tomates y agregar al sofrito. Al primer hervor, bajar la flama al mínimo y sazonar. Dejar al fuego por lo menos 1 hora, moviendo constantem­ente. Agregar los dientes de ajo y la albahaca en trozos 10 minutos antes de retirar la salsa del fuego.

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