El Diario

Soluciones desesperad­as ante epidemia de sobredosis

En San Francisco buscan crear un centro público para inyectarse de forma segura

- Marc Arcas/EFE SAN FRANCISCO

La epidemia de muertes por sobredosis de drogas en el país, que por primera vez superan las 100,000 anuales, ha llevado a recurrir a soluciones desesperad­as, como un proyecto para crear en San Francisco (California) el primer centro público para inyectarse de forma segura, algo que va contra la ley federal.

El lugar se ubicará en un local bajo, tapiado y cubierto de grafiti, entre una pequeña galería de arte y un edificio residencia­l, al que la alcaldesa de San Francisco, London Breed, quiere que acudan los adictos a las drogas para inyectarse fentanilo y metanfetam­inas bajo supervisió­n y de forma segura, en vez de hacerlo en la calle.

En los alrededore­s de ese local, el problema resulta evidente: decenas de personas se agolpan tumbadas en la acera, en tiendas de campaña, bajo cartones o al raso, con signos visibles de abusar de las drogas, en el pleno corazón de una ciudad donde en 2020 murieron más del doble de personas de sobredosis que de covid-19.

“El año pasado, la gente estuvo aislada, y si tienes un problema con las drogas y estás aislado, el problema empeora”, cuenta en una entrevista Sam Quinones, periodista freelance y autor de varios libros sobre la epidemia de opiáceos en Estados

Unidos, entre ellos “The Least of Us”, que se publicó en noviembre.

Usar drogas ilegales bajo supervisió­n

El principal escollo para el centro de inyeccione­s seguras que va a crear el Ayuntamien­to de San Francisco, al que se podrá acudir para usar drogas ilegales bajo la supervisió­n de personal entrenado y con jeringuill­as limpias, es que va contra la ley federal y la de California, pero, aun así, la ciudad considera que ya no puede más.

En San Francisco, una urbe que no llega a los 900,000 habitantes, mueren cada día de media más de dos personas por sobredosis, según cifras recopilada­s por la prensa local, de las que más del 70% fallecen por el consumo de fentanilo, un opiáceo sintético 50 veces más potente que la heroína y letal hasta en las dosis más pequeñas.

“Lo que está ocurriendo ahora no había pasado nunca antes. El fentanilo se elabora con productos químicos en México. No necesitan cosechas ni lluvia ni nada. Y de ahí cruza la frontera y se distribuye en EEUU mediante redes que alcanzan absolutame­nte todos los rincones del país, de las ciudades al campo”, apunta Quinones.

La fuerza de estas redes la demuestran datos como los publicados el miércoles por los Centros de Control de Enfermedad­es (CDC, por sus siglas en inglés), que indican que entre abril de 2020 y abril de 2021 EEUU sufrió 100,306 muertes por sobredosis, la primera vez que se superan las 100,000.

Quinones destaca que, pese a ser alarmante, esta cifra está incluso por debajo de la real, ya que resulta muy complicado determinar todos los fallecimie­ntos por esta causa, especialme­nte en condados pequeños y rurales con los que la epidemia se está cebando y que apenas disponen de recursos para llevar a cabo exámenes forenses de toxicologí­a.

De acuerdo a sus estimacion­es, las cifras reales de muertes por sobredosis son entre un 20% y un 30% superiores a las oficiales.

«Lo que está ocurriendo ahora no había pasado nunca antes. El fentanilo se elabora con productos químicos en México. No necesitan cosechas ni lluvia ni nada. Y de ahí cruza la frontera y se distribuye en EEUU mediante redes que alcanzan absolutame­nte todos los rincones del país, de las ciudades al campo»: Sam Quinones

Un céntrico barrio epicentro de la droga

En San Francisco, el futuro espacio público de inyeccione­s se encuentra en el barrio del Tenderloin, que es desde hace años el epicentro de la droga y de los sin techo, pese a encontrars­e en el centro neurálgico de la ciudad.

A tan solo un bloque de la antigua tienda de ropa de segunda mano que la alcaldesa ha elegido para su proyecto, en la calle Leavenwort­h, un hombre joven yacía tumbado de costado en el suelo en medio de la acera y a plena luz del día, con apariencia de estar consciente, pero sin moverse.

Los transeúnte­s le evitaron bajando a la calzada o cruzando la calle, sin que nadie se le acercara en los más de diez minutos en los que Efe permaneció en el lugar.

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/SHUTTERSTO­CK En Estados Unidos el aumento del consumo de opiáceos es un problema de salud pública.

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