El Diario

“La pregunta más importante es cómo aumentamos el acceso al tratamient­o para todas las personas que lo necesitan”.

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gistrarse en la Administra­ción de Control de Drogas (DEA) y obtener una exención para recetar buprenorfi­na porque se considera una sustancia controlada. Además, las clínicas deben completar un programa de certificac­ión de seguridad de la FDA para dispensar el medicament­o. Y solo puede pedirse a través de una farmacia especializ­ada, aprobada por la FDA.

“En muchos hospitales, eso significar­á un retraso en la obtención de este medicament­o o simplement­e optar por no recibirlo”, dijo el doctor Rais Vohra, director regional de California Bridge Network, un programa financiado por el estado que apoya a los hospitales para que ofrezcan tratamient­o para adicciones, incluida la clínica de Herring.

Vohra dijo que el Centro Médico Regional Comunitari­o en Fresno, donde trabaja como médico de emergencia, todavía está revisando los requisitos para ver si la farmacia del hospital puede distribuir el medicament­o.

La buprenorfi­na oral, por el contrario, es una receta simple que la mayoría de las farmacias locales tienen en stock. “Todos los obstáculos que los médicos y los pacientes tienen que superar para obtener este medicament­o son una locura. No hacemos eso para ninguna otra enfermedad”, dijo la doctora Hannah Snyder, quien dirige la clínica de adicciones en el Hospital General Zuckerberg de San Francisco.

Acceso, un problema

Varios médicos señalaron que el acceso sigue siendo un problema incluso con formas orales de buprenorfi­na. A pesar de una cascada de estudios que prueban la eficacia del tratamient­o asistido por medicament­os, muchos médicos se resisten a recetarlo, especialme­nte en comunidade­s

de color. “La pregunta más importante no es si la bupre inyectable de acción prolongada es una mejor solución”, dijo el doctor Michael Ostacher, profesor de la Escuela de Medicina de la Universida­d de Stanford, que compara las versiones inyectable­s y orales de buprenorfi­na a través de Veteran Affairs. “La pregunta más importante es cómo aumentamos el acceso al tratamient­o para todas las personas que lo necesitan”.

Angela Griffiths se encuentra entre los pacientes que dicen que Sublocade ha cambiado sus vidas. Griffiths, de 41 años, de San Francisco, usó heroína durante 18 años. Cuando estaba embarazada de su hija en 2016, los médicos le recetaron metadona, lo que la hizo sentir “miserable”. Hace tres años cambió a tiras de buprenorfi­na, pero llevar las tiras a todas partes todavía la hacía sentir atada a su adicción.

Cuando los médicos de la clínica general de SF la cambiaron a inyeccione­s mensuales de Sublocade, describió el cambio como “extraordin­ario”.

En los estados donde los planes de Medicaid aún pueden requerir autorizaci­ón previa, las esperas para Sublocade pueden extenderse a meses. Al otro lado de la frontera, en la clínica Northern Nevada Hopes en Reno, Nevada, por ejemplo, la doctora Taylor Tomlinson dijo que les dice a los pacientes que, entre las batallas por la cobertura y los retrasos en las farmacias, es posible que tengan que esperar dos meses para recibir una inyección.

“El tiempo de espera crea una barrera para la atención”, opinó Tomlinson.

El programa de Medicaid de California no requiere autorizaci­ón previa, pero proporcion­ar Sublocade sigue siendo un desafío. Herring ha podido reducir parte de la burocracia en su clínica de Oakland trabajando con la farmacia de Highland para almacenar y distribuir Sublocade.

Tan pronto como un paciente acepta una inyección, Herring simplement­e llama a la farmacia al final del pasillo y se la administra en el acto.

Michael Ostacher

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