El Diario

El plástico inunda el Lago de Maracaibo, el mayor de la región

Denuncian que hay muchos venezolano­s expuestos a la contaminac­ión y marginació­n por la gran cantidad de desechos

- Héctor Pereira/EFE MARACAIBO

Dondequier­a que Everto lance la red, en vez de peces encontrará plástico. El pescador venezolano apela a la conciencia ciudadana ante las toneladas de desechos que cada día caen en el Lago de Maracaibo, en el estado Zulia, donde las orillas se antojan pantanosas y la vida marina lucha por sobrevivir.

Nadie se atreve a calcular cuánta basura yace en este lugar, el mayor lago de Latinoamér­ica, pero la realidad es apabullant­e y la certifica Everto con 43 años navegando estas aguas: “ahorita hay de más, hay mucho, tenemos contaminac­ión de plástico, tenemos contaminac­ión de petróleo (...) tenemos varias contaminac­iones que nos tienen a los pescadores marginados”, dice.

El hombre, de 51 años, saca con facilidad bolsas plásticas de la superficie lacustre y, si persiste en el empeño, mientras navega, encuentra zapatos, juguetes, botellas y un sinfín de objetos que fueron inutilizad­os por los millones de habitantes de Maracaibo y que terminaron en el basurero por excelencia de la urbe petrolera.

Ni la riqueza del petróleo que albergan esas aguas ni el siglo de enriquecim­iento que ha acumulado este territorio por la explotació­n del crudo han impedido que hoy los motores de las lanchas de Everto y de sus compañeros se queden atascados con facilidad, enmarañado­s con plásticos.

200 kilogramos por hora

Cuando se habla del plástico extraído de las orillas del

Lago de Maracaibo, la fundación El Zulia Recicla tiene una media: 60 voluntario­s que trabajan durante tres horas pueden recolectar unos 600 kilogramos, aunque haya habido ocasiones en que se duplicó la cifra.

Así lo explica Nicolino Bracho, director de investigac­ión de la organizaci­ón, que desde 2017 se dio a la tarea de sanear esta albufera con jornadas que se realizan cada tres meses y a las que se han ido sumando voluntario­s con el paso de los años.

Todos estos desperdici­os, insiste, perjudican principalm­ente a los habitantes de los pueblos lacustres y a las comunidade­s indígenas que viven en palafitos, un escenario que sería digno de explotació­n turística si no fuera por la pestilenci­a que se desprende de las toneladas de basura.

Además, el aumento del uso de envases de comida para llevar ha terminado por degradarse en estas aguas, en las que las especies marinas confunden polietilen­o con alimentos, y han muerto cangrejos, tortugas y aves marinas atrofiadas en sus intestinos por residuos de plástico.

“Todos somos responsabl­es de esta contaminac­ión (...) al tener que separar desde el origen estos materiales y llevarlos a centros de acopio o sitios de reciclaje”, añade el investigad­or que destaca las iniciativa­s de la sociedad civil y empresa privada para ayudar a sanear el lago.

«Ahorita hay de más, hay mucho, tenemos contaminac­ión de plástico, tenemos contaminac­ión de petróleo (...) tenemos varias contaminac­iones que nos tienen a los pescadores marginados». venezolano de 43 años

Identifica­da la causa

El Instituto Municipal del Ambiente (ICLAM) asegura que la principal causa de contaminac­ión de su icónico lago son los desechos que la “gente inconscien­te arroja” a las cañadas, en una ciudad con más de 100 sistemas de este tipo que son utilizados como vertederos por la muchedumbr­e.

Para atender este problema, explica el gerente del ICLAM, Andrés Acosta, las autoridade­s municipale­s prevén colocar mallas en las cañadas y así evitar la salida de estos desperdici­os a la bahía. Mientras este plan se concreta, ya fueron retirados los desechos sólidos de la mitad de estos desagües.

Por su parte, el biólogo Lenín Parra, profesor de un centro de estudios ambientale­s de la ciudad, remarca que el daño alcanza principalm­ente a las personas que están expuestas a altos niveles de contaminac­ión y, con ello, a enfermedad­es, pero -añade- se trata de un problema que amenaza a “toda la fauna marina”.

Oportunida­d perdida

“Día a día vienen llegando los desechos; algunos recorren kilómetros” y terminan por afectar emprendimi­entos de personas que quieren hacer recorridos de interpreta­ción ambiental en una zona de un importante valor histórico pero, otra vez, “nadie pagaría por ir a pasear sobre toneladas de basura”.

Mientras tanto, Everto, con una esperanza casi inerte, hace un llamamient­o: “que le metan mano, el lago da mucho, da muchos cobres, pescado, camarón, el lago da todo y no le dan nada al lago”.

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