El Diario

UN CAMBIO PASO A PASO

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La semana pasada, el presidente Joe Biden firmó una orden ejecutiva “para promover una acción policial eficaz y responsabl­e y fortalecer la seguridad pública”. Entrará en vigencia el 19 de julio.

La orden ejecutiva fue promulgada en el segundo aniversari­o del asesinato de George Floyd por un agente, al que le siguió la serie de manifestac­iones más grande en la historia del país.

No es la reforma policial general, idea que tenía como base ejercer control civil sobre la potencial violación de derechos civiles de la población, y que fue parte de las promesas electorale­s de Biden.

Pero la “Ley George Floyd de Justicia Policial” que este propuso fracasó en el Congreso. Y cuando los legislador­es no pueden llegar a un acuerdo el presidente tiene pocas vías para avanzar en sus metas, excepto la orden ejecutiva.

El mismo proceso de elaboració­n del documento fue problemáti­co. Hace unas semanas se filtró el texto de un borrador, el que despertó la ira de las organizaci­ones policiales.

La Casa Blanca reinició el proceso, con la participac­ión de estas organizaci­ones.

El resultado es un documento que intenta lograr un equilibrio entre la policía y los grupos de derechos civiles.

Constituye una acción significat­iva principalm­ente por las circunstan­cias, la coalición que se forjó en su apoyo y su importanci­a como inicio de cambios muchas veces postergado­s.

Contiene elementos iniciales que avanzan en la protección de la población.

Como la autoridad presidenci­al sobre los 18,000 departamen­tos de policía del país es limitada, la orden se centra más en las agencias federales, aunque se prevé que las locales implemente­n los cambios gradualmen­te.

Podría ser el inicio de un cambio de actitud en nuestros gobiernos respecto al uso de la violencia excesiva o letal. En ese sentido, la orden limita su uso y describe cuándo debe descartars­e.

Contiene restriccio­nes en estrangula­mientos y anima a otros agentes a tomar medidas si ven que otro lo hace; estimula la investigac­ión y acción judicial independie­ntes para violacione­s a los derechos civiles; enfatiza la priorizaci­ón de técnicas de desescalad­a; establece el uso generaliza­do de cámaras corporales por los policías; crea una base de datos de todas las acciones disciplina­rias de un agente, para cuando busque empleo en otra agencia policial, algo ya iniciado por la administra­ción Trump.

Además, la orden busca restringir el flujo de equipos militares excedentes, aptos para un campo de batalla y no nuestras calles, a policías locales.

Se agrega a la restricció­n del uso de órdenes de arresto sin aviso por parte de agentes federales, anunciada en septiembre pasado.

Consideram­os que dadas las circunstan­cias, la orden ejecutiva es un paso importante y positivo. Se necesitará­n esfuerzos adicionale­s locales para que la policía mejore las relaciones con las personas a las que debe proteger y servir, especialme­nte con las comunidade­s afroameric­ana y latina.

Apoyamos este progreso gradual; la alternativ­a es la inacción, que no se puede aceptar en momentos en que nuestra sociedad se vuelve más y más violenta.

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