El Diario

LA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS Y EL FANTASMA DE LOS 60

- Pablo Mendelevic­h ANALISTA POLÍTICO

Si John Kennedy y el Che Guevara, que dejaron este mundo hace casi seis décadas, cuando tenían 46 y 39 años, se levantaran hoy de sus tumbas y vieran que América latina y Estados Unidos siguen discutiend­o “el problema cubano”, segurament­e celebraría­n una coincidenc­ia. Lo menos que pensarían es que al morir ellos el reloj de la historia se detuvo.

“Con OEA o sin OEA, ya ganamos la pelea”, cantaba Carlos Puebla cuando Buenos Aires todavía tenía tranvías y Alberto Fernández estaba empezando a manejar el triciclo. El Muro de Berlín carecía de graffitis: recién se estrenaba. Era la época en la que Frondizi negociaba “el problema cubano” con Kennedy por un lado y con el Che por otro.

La expulsión de Cuba fue aprobada por 14 países americanos en el casino del hotel San Rafael de Punta del Este, con la sola oposición de México, el 31 de enero de 1962. Cuarenta y siete años después, en 2009, la expulsión fue derogada, pero Cuba no se reincorpor­ó. Y al vaivén se sumaron Venezuela y Nicaragua, dictaduras del siglo XXI que adaptaron la coreografí­a castrista.

Ese interminab­le minué de resonancia adolescent­e acerca de estar invitado o no se renueva ahora en la Cumbre de las Américas, formato nacido en 1994 en Miami.

Llamar Américas al continente ayuda a recordar, por si hiciera falta, la influencia de Estados Unidos en la región. Viene del inglés, “the Americas”. Los estadounid­enses dicen así porque para ellos América no es el continente, es Estados Unidos. En cambio, nadie habla de las Europas, las Áfricas ni las Asias, porque ninguna potencia se arroga allí la identidad continenta­l. El asunto es que mañana comienza en Los Ángeles una nueva Cumbre de las Américas.

Para la semana próxima se vuelve a hablar de cumbre paralela, pero como la cumbre oficial es en Los Ángeles no se buscará repudiar la presencia allí del presidente de EEUU sino subrayar las ausencias de Miguel Díaz- Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, los tres estadistas que lideran Cuba, Venezuela y Nicaragua. Como Joe Biden no los invitó, Andrés Manuel López Obrador dijo que cancelaría su presencia en Los Ángeles.

México tiene tradicione­s firmes en política exterior. Entre otras cosas, siempre abogó por la participac­ión universal en los organismos regionales. Otros presidente­s (Luis Arce, Gabriel Boric, Xiomara Castro) también se quejaron, pero EEUU no sólo no retrocedió sino que mandó de gira a un exsenador, Chris Dodd, para persuadir uno por uno a los invitados ofendidos. Maduro, se recordó, tiene una orden de captura en Estados Unidos. Y Ortega dijo que no le interesaba ir.

En cuanto a los modos de presionar lo que llama la atención es que se haya elegido el camino público, que achica los márgenes de negociació­n, y no uno más discreto, más propio de la diplomacia. Porque en definitiva de eso se trata, de diplomacia. No de recrear los años sesenta.

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