ACUERDO CONTRA LAS ARMAS
La matanza de Uvalde, en Texas, fue suficiente para que por primera vez en décadas el Senado haya llegado a un acuerdo para aprobar medidas con el fin de controlar la posesión de armas. Es un logro importante aunque sea a pasos de tortuga. Algo es muchísimo mejor que nada.
La novedad de que hay 10 senadores republicanos que rompen filas para unirse a los demócratas –y así evitar un bloqueo parlamentario– es un acontecimiento en esta era de extrema polarización.
El costo de la negociación también es una garantía que la propuesta está muy lejos de lo necesario para garantizar que un individuo frustrado pueda comprar un arma de asalto para consumar una masacre en un supermercado, en el trabajo o en una escuela.
El proyecto de ley negociado aporta fondos para la salud mental, aumenta la seguridad escolar y da subsidios para los estados que tengan leyes de “bandera roja” que permitan a las autoridades confiscar las armas de las personas consideradas como peligrosas.
Es desilusionante que en vez de prohibir a los menores de 21 años la compra de armas de guerra, solo amplíe el sistema de averiguación de antecedentes para incluir a los juveniles.
Lo correcto es considerar el proyecto de ley de la senadora Dianne Feinstein de California, que prohíbe la fabricación y venta de las armas de asalto y punto.
En 1994 una ley similar fue aprobada después del asesinato de cinco niños en una escuela de Stockton y de ocho muertos en una oficina de San Francisco. Entre 1994 y 2004, cuando un Congreso republicano se negó a renovar la ley, la cantidad de masacres se redujo en comparación al antes y al después de ese periodo.
Después vino en 2007, los 32 muertos en Virginia Tech; en 2012 los 26 adultos y niños en la escuela primaria Sandy Hook; nueve muertos en 2015 en el Colegio Umpqua en Oregon, en 2017 los 58 masacrados en Las Vegas y los 49 en el club Pulse en Florida en 2016. En 2018, 17 muertos en una secundaria en Florida y 10 muertos en otra secundaria en Texas.
Más matanzas se produjeron desde ese tiempo hasta hoy. Pese a este horror, todas las propuestas posteriores a las masacres siempre fueron derrotadas por los fabricantes de armas y sus aliados republicanos.
El poder de una minoría siempre pudo más que la mayoría de los estadounidenses que, según las encuestas, siguen pidiendo un control más estricto y la prohibición de las armas de asalto.
Por eso es alentador que hoy haya el acuerdo político que la sangre derramada por niños y adultos inocentes no logró conseguir en el pasado. Lo indignante es que en una sociedad civilizada todavía tenga que morir más gente para finalmente hacer lo que es necesario.