El Diario

EL LIDERAZGO TIENE POCO QUE VER CON EL DOMINIO

Acivico

- Aldo Civico B@ COLUMNISTA

Cuando hablamos de liderazgo efectivo, ¿cuál es la diferencia que hace la diferencia? Es decir, ¿cuál es el ingredient­e indispensa­ble para un liderazgo auténtico y positivo?

Es una pregunta que ha rodeado mi mente durante esta semana, teniendo el honor de compartir una experienci­a extraordin­aria en compañía de caballos, empresario­s, y de Kathy Pike, una mujer de Estados Unidos que es pionera en introducir la sabiduría de los caballos para promover el liderazgo auténtico. Durante más de un año he estudiado con Kathy en las montañas de Colorado, aprendiend­o su arte y dejándome guiar para descubrir y apreciar la sabiduría de los caballos.

Kathy me ha enseñado a no acercarme a los caballos viéndolos como un medio para lograr mi fin, sino a ponerme en el lugar del animal, abriendo mi intuición para recibir y acoger la invitación que me hacen. Eso no ha sido una experienci­a transforma­dora solamente para mí, sino también para los ejecutivos que hacen coaching conmigo. Por eso, invité a Kathy a viajar a Colombia y trabajar juntos con grupos de empresario­s y gerentes del país.

Durante una sesión, pedí al cliente crear un límite con el caballo que se había acercado demasiado a ella, a tal punto de que la cara del animal estaba casi pegada a la suya. “Mantén tu posición, sin retroceder, y canaliza la energía de tu cuerpo a través de tus brazos y manos para hacer retroceder el caballo, sin tocarlo,” le dije a esta gerente.

Ella lo intentó varias veces, hasta mostrando vehemencia en los brazos, pero el caballo no se movió ni un centímetro. Siendo maestro de vida, el caballo quiso enseñarle algo importante: el liderazgo tiene poco que ver con el dominio y la fuerza, porque es más una disposició­n interior.

“¿Cuánto estas convencida de que eres capaz de hacer retroceder al caballo?”, le pregunté. Me miró con una cara que expresó toda su duda. “Muy poco”, me dijo con sinceridad. A través de un proceso de coaching, la ayudé a generar en su interior esta convicción, y después a manifestar­la con un gesto asertivo hacia el caballo. Fue suficiente un gesto claro y gentil de sus manos, para que el caballo retrocedie­ra un paso. La gerente me miró con maravilla.

Vi unas lágrimas salir de sus ojos, agradecida por lo que el caballo le acababa de enseñar: la claridad de la intención y la creencia en la posibilida­d de un resultado deseado, determinan su realizació­n.

A veces confundimo­s el liderazgo con la fuerza, con el dominio; creemos que coincide con un gran dispendio de energía. En realidad, el dominio y la fuerza enmascaran la insegurida­d y la duda de sí mismo.

Por lo contrario, la asertivida­d requiere un dispendio mínimo de energía, y radica en la claridad de la intención y en la certeza de que sí se puede. Entre otras, es una de las lecciones de liderazgo que recibimos de los caballos esta semana.

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