El Diario

Crimen organizado deja a muchos niños migrantes sin padres

- Manuel Ocaño Especial para Impremedia

La mayoría de los niños migrantes en un albergue de Tijuana no tuvieron padre a quién celebrar el - mana y muchos ni siquiera conocen a sus progenitor­es, debido al crimen organizado.

“Aquí tenemos más de 200 niños, y unos ocho de cada diez vienen solo con sus madres, porque sus padres fueron secuestrad­os, desapareci­dos, asesinados, obligados a unirse a grupos delictivos, o ellos mismos se hicieron delincuent­es”, explicó el pastor Albert Rivera, director del albergue Ágape.

Niños, algunos tan pequeños que apenas aprenden a caminar, huyeron con sus madres a Tijuana por amenazas de muerte incluso contra bebés.

“Todas son historias de familias amenazadas, a las que el crimen dejó sin padres, da lo mismo si son de El Salvador, de Honduras, de Guatemala o del sur de México, de Guerrero o Michoacán”, dijo el pastor.

María Mejía huyó de Honduras con cuatro hijos, todos menores de doce años, quienes no conocen a sus padres. Los dos mayorcitos, de once y siete años, tienen padres que los abandonaro­n antes de nacer, uno de ellos incluso buscó a su padre, pero el hombre le dijo que no quería saber de él.

Pero “al papá de mi hijo de cinco años lo desapareci­eron. Al papá del menor de tres años, a él sí lo mataron, lo sabemos porque lo fueron a buscar y a sacar de la casa, lo acusaron de robar un dinero”, dijo la señora.

Sin apoyo para criar a sus hijos, cuando apenas habían nacido los dos mayorcitos, la señora María encontró trabajo en un pueblo vecino en su natal departamen­to hondureño de Colón, donde la contrataro­n como cocinera y ama de llaves, pero con el paso del tiempo comenzó a darse cuenta de que traba

“Trabajando ahí, aunque una no quisiera, escuchaba algunas conversaci­ones, veía

llegar gente, cosas que llevaban”, dijo.

Cuando sus patrones notaron que María intentaba dejar el trabajo, la obligaron a ella y a otros trabaja“Como yo no sé leer ni escribir”, dijo, “firmé un documento que después me dijeron que los autorizaba a matarme si yo los delataba, como que yo aceptaba que estaba de acuerdo con ellos”.

Tenía amenaza de muerte a sus niños y a otros hijos suyos mayores, ya casados. Pero en el 2019 durante un operativo, la madre de familia aprovechó para huir del lugar, pasar por su pueblo por sus hijos y abandonó Honduras.

“Cinco veces entré a México y las autoridade­s me regresaban sin entender el peligro en que me ponían; como no quería que nos mataran en Honduras ni nos encontrara­n en Guatemala, cada vez que nos echaban, me las tenía que ingeniar para vol

ver a entrar a México”, narró María.

Hace poco, los mismos delincuent­es para quienes la señora María trabajó como cocinera encontraro­n en Honduras a su hijo de once años, lo secuestrar­on y lo torturaron para tratar de obligarlo a que revelara dónde se encontraba su mamá.

Pese a que lo torturaron, el niño nunca les dijo dónde estaba doña María, ella se enteró a través de otros extrabajad­ores del mismo sitio. “Lo que me dijeron fue que yo les sabía muchas cosas, así que no podían dejarme ir”, dijo.

Los delincuent­es creyeron en su palabra y liberaron a su hijo.

El niño viajó solo hasta encontrar a su mamá en México, ahora la madre y los cuatro hijos están en Tijuana.

El pastor Rivera explicó que tiene tantos ejemplos así. “Ojalá sirva un poco para que la gente sepa cómo sufren estas familias”, dijo.

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/MANUEL OCAÑO Cientos de pequeños han llegado a la ciudad de Tijuana acompañado­s solo por su madre.

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