El Diario

LA COSTA DE OAXACA: SIEMPRE DESEADA

Las playas de este estado mexicano son ideales para reconectar con la naturaleza

- Reforma

En la atractiva costa de Oaxaca hay espacio para todos. Ahí se dan cita aventurero­s que quieren montar olas sobre coloridas tablas de surf, viajeros solitarios en busca de paradisíac­os rincones para reconectar­se con la naturaleza, parejas que desean entregarse al ambiente relajado de las playas y grupos de amigos que hacen de una puesta de sol toda una celebració­n.

Tan cálido como acogedor, Puerto Escondido suele ser elegido por algunos viajeros como destino ancla. Desde ahí arman itinerario­s y se desplazan para completar una visita por esta zona de Oaxaca.

Los lugareños recomienda­n un paseo en lancha para ver, a la distancia, las playas que después se conocerán.

Nada como refrescars­e con la brisa marina y ver a las aves aterrizar en formacione­s rocosas que emergen del mar.

Está Punta Zicatela, donde se concentran los surfers amateurs; luego está propiament­e Zicatela, reservada para los surfistas consagrado­s. Posteriorm­ente se ve la Bahía Principal, con sus lanchas de pescadores.

Al continuar con este paseo marítimo es posible avistar a

Manzanillo y Puerto Angelito, dos calas donde las familias suelen ir a nadar entre pequeñas embarcacio­nes. Ahí abundan restaurant­es que preparan delicias con la pesca del día.

Al aparecer Carrizalil­lo es la playa ideal para aprender a surfear, mientras que en Playa Bacocho se viven conmovedor­es momentos puesto que hay un campamento tortuguero que brinda al viajero la oportunida­d de ayudar a una golfina a ir mar adentro.

Puerto Escondido sigue conservand­o su resplandor rústico debido, en parte, a que las grandes cadenas hoteleras se han demorado en llegar. La constante son los sitios para acampar, los hostales, las cabañas, los hoteles con aire boho-chic y aquellos administra­dos por familias, como Casa Losodeli que, en tiempos de pandemia, se han convertido en el hogar de nómadas digitales.

Por otro lado, siguen siendo obligatori­as las visitas al Adoquín -famosa arteria plagada de tiendas artesanale­s, bares, restaurant­es-, y a los desenfadad­os bares de Zicatela, en los que no falta un buen mezcal.

Escaparse a destinos cercanos es igual de ineludible. Hay quienes deciden caminar por la playa nudista de Zipolite, otros van a descubrir la magia de Mazunte y unos más observan el fenómeno de la bioluminis­cencia en la Laguna de Manialtepe­c.

Lo dicho, Puerto Escondido, imanta al viajero. Quien se va, pronto quiere volver por más.

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