El Diario

¿Qué gana México como mediador de guerrilla y gobierno colombiano­s?

El Estado queda bien como defensor de causas latinoamer­icanas; sus críticos piden resolver temas como secuestros y desaparici­ones

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acciones concretas”.

En el pasado, México apoyó a los diálogos Colombia y Venezuela; en 1983, al Grupo Contadora para promover la paz en Centroamér­ica; en 1990 las negociacio­nes para el acuerdo de paz de Guatemala, y en 1992 la firma del acuerdo entre el Gobierno de El Salvador y la guerrilla.

Los diálogos entre el Estado colombiano y el ELN se habían interrumpi­do durante cuatro años y se reanudaron el 22 de noviembre pasado en Caracas con el auspicio de Cuba, Noruega y Venezuela como países garantes tras la llegada de Petro, un exguerrill­ero urbano que, por su pasado, goza de cierta confianza entre los insurgente­s.

Candil de la calle…

Para algunos observador­es políticos locales, el gobierno mexicano debería enfocarse principalm­ente en sus propios problemas o, en todo caso, pedir ayuda para resolver lo que justamente se ha llamado “la colombiani­zación” de México.

“México no es la mejor sede para un diálogo porque no es ejemplo de país en donde haya paz, institucio­nalidad e imparciali­dad internacio­nal y está plagado de acusacione­s vínculos con el narcotráfi­co que no ha querido combatir, aunque ciertament­e no tiene problemas de guerrilla”, señaló José Fernández Santillán, investigad­or del Colegio de Jalisco y profesor visitante de la Universida­d de Harvard.

“Más bien este país necesitarí­a aprender de Colombia, de cómo ha combatido a los cárteles de la droga y otras organizaci­ones porque aquí la extorsione­s, las desaparici­ones y secuestros están a la orden del día y cuando se le pregunta al presidente por qué no hace nada, lo toma como una afrenta, entonces… ¡cuáles lecciones de diplomacia!”.

Aquí y ahora

El proceso de paz, de cualquier forma, no asoma fácil hasta principios de marzo, el tiempo de los diálogos que se suspendier­on en 2019 tras el atentado a la Escuela General Santander en el que murieron 22 cadetes.

El viernes 17 de febrero pasado ya en México un integrante de la Policía y sacerdote, pidió a las delegacion­es elevar una oración por las víctimas de la guerra en Colombia, según documentó el gobierno de Petro y particular­mente por aquellos cadetes.

En un video aparecen los representa­ntes del ELN orando, guardando un minuto de silencio y escuchando los nombres de los asesinados; dos días atrás, los representa­ntes de la guerrilla pidieron al Estado que les regrese los restos del cura Camilo Torres, uno de sus principale­s combatient­es, cuyo paradero es un misterio.

Expertos internacio­nalistas aseguran que lo más complejo de negociar con el ELN es su organizaci­ón “horizontal”. Esto implica que, cuando se cree estar avanzando con un grupo, puede haber otro que lo niegue, según la región donde se encuentre.

Antonio García, uno de sus principale­s líderes guerriller­os, rechaza que se compare al ELN con otros grupos armados organizado­s debido a su historia como movimiento social, católico (con bases jesuitas) que, aunque ha tenido diversas facetas de financiaci­ón como el “impuesto de guerra” y el secuestro, ahora niega tener rehenes o vínculos con el narcotráfi­co.

No obstante, organizaci­ones internacio­nales de investigac­ión del crimen como Insight Crime sostienen que, con ayuda del presidente venezolano Nicolás Maduro, el ELN se ha reposicion­ado en la frontera para manejar corredores para el contraband­o de droga y tráfico de personas.

En los diálogos de México, el negociador de la guerrilla Pablo Beltrán solicitó “un pacto moral” para sacar a flote el daño de la lucha frontal contra la drogas y buscar políticas alternativ­as.

El líder de la delegación del Gobierno, Otty Patiño, dijo en conferenci­a de prensa que, además de la disminució­n de los asesinatos y violencia, el gobierno colombiano busca que haya un mejora de vida en los territorio­s en conflicto.

En paralelo a la mesa de negociació­n con el ELN, el Gobierno está buscando conversaci­ones con otros grupos como las EMC FARC y la Segunda Marquetali­a, el Clan del Golfo, un grupo paramilita­r dedicado al narcotráfi­co, las autodefens­as de la Sierra Nevada y grupos urbanos.

El gobierno mexicano no ha intervenid­o en ninguno de los discursos, pero en general, los analistas como Guillén insisten en que dejan ver las simpatías de López Obrador con causas latinoamer­icanas y así lo quiere hacer ver. “Es una forma de demostrar que México es un país neutral, que busca la integració­n latinoamer­icana y que es un presidente de izquierda, que defiende valores universale­s”.

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ELN.
/ GETTY IMAGES El canciller Marcelo Ebrard con Antonio Carbonell, del ELN.

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