El Diario

DESASTRE EN OHIO

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El 3 de febrero, un tren de carga de Norfolk Southern descarriló en East Palestine, Ohio. Veinte de sus 151 vagones resultaron destruidos. De ellos, 10 transporta­ban materiales tóxicos.

Como resultado se liberaron a la atmósfera nubes de cloruro de vinilo, un cancerígen­o altamente inflamable, así como cloruro de hidrógeno y fosgeno, contaminan­do un área de varios kilómetros de circunfere­ncia. Otros materiales peligrosos como acrilato de butilo se volcaron a los ríos cercanos, causando la muerte de miles de peces. También se observaron fugas en los desagües pluviales.

El día 5 se evacuó a sus cinco mil residentes. Sin embargo, el 8 se les dijo que era seguro regresar a sus hogares . Al volver muchos enfermaron con erupciones en la piel y problemas respirator­ios. Los habitantes, desorienta­dos, expresan su temor de que los gases que respiraban y el agua que bebían causarían enfermedad­es incurables en los próximos años.

Pero para ese entonces, se había formado un extraño frente común dedicado a minimizar el impacto del descarrila­miento.

Este muro de silencio es sostenido por la propietari­a y las empresas de transporte, los gobernador­es de Ohio y la vecina Pennsylvan­ia, organismos federales como la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia­s (FEMA), cuyos representa­ntes recién se apersonaro­n el día 15, y el mismo secretario de Transporte Pete Buttegieg, quien todavía no visitó la zona.

Inicialmen­te se les dijo a los habitantes que debían beber agua embotellad­a por precaución, pero al día siguiente, el gobernador dijo que el agua municipal es segura.

Y la Junta de Seguridad de Transporta­ción Nacional (NTSB) indicó casi de inmediato que la razón del accidente fue una falla mecánica en un vagón.

La Agencia de Protección Ambiental de Ohio (EPA) determinó que el nivel de tóxicos, aunque puedan olerse, es menor a lo que se considera peligroso.

Pero los residentes se quejan de falta de informació­n, presencia y apoyo. Afirman que los entes responsabl­es se lavan las manos, diciendo que la respuesta de emergencia ha llegado a su fin. El intento de minimizar la situación tiene su raíz en un conflicto laboral que se inició en 2019 entre los 12 sindicatos que representa­n a 115,000 trabajador­es ferroviari­os y los transporti­stas ferroviari­os, en el que solicitaba­n incorporar al contrato laboral días de enfermedad pagados .

Para septiembre, una huelga era probable. En una medida extraordin­aria el Congreso, respaldado por el presidente Biden, la prohibió e impuso el acuerdo, a pesar de que más de la mitad de los miembros representa­dos votaron para rechazarlo, en una acción que socavó el proceso de negociació­n colectiva y el derecho de huelga. Sus representa­ron advirtiero­n que sin descanso podrían ocurrir accidentes.

Finalmente, la decisión de regresar a los habitantes fue prematura y apresurada. Es mejor procurarle­s una vivienda temporaria adecuada mientras se eliminan los peligros. Para ello, Ohio debe declarar un estado de emergencia, lo que permitirá el acceso a los fondos federales necesarios.

También se debe prestar atención a los reclamos de los 115,000 trabajador­es de días de enfermedad, para aliviar la tensión y promover un mejor clima laboral.•

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