El Diario

En el Mes de la Herencia negra, miembros de esa comunidad rinden tributo a su cultura y piden mayor apoyo para enfrentar sus retos, pues denuncian ser relegados en necesidade­s básicas y en ocasiones hasta doblemente discrimina­dos e ignorados

- Edwin Martínez edwin.martinez@eldiariony.com

Desde que Zoraida de los Santos llegó en 1990 a la ciudad de Nueva York, procedente de San José de las Matas, en República Dominicana, la joven confiesa que ha vivido en medio de un gran dilema: en ocasiones se siente entre dos mundos y dos culturas, que no la aceptan por completo. La joven, de origen afrolatino, quien vive en el condado de El Bronx, asegura que siendo muy niña, en sus años de secundaria, sus compañeros de clase hispanos no la sentían parte de su cultura, por ser negra, y sus compañeros afroameric­anos no la veían afro, por ser latina.

“Aunque parezca algo simple, es una situación muy dura que vivimos las personas afrolatina­s en esta ciudad, porque se trata de nuestra identidad combinada y de nuestro ser. Y el gran problema es que a pesar de que la sociedad ha logrado grandes avances, como el movimiento negro y el movimiento inmigrante hispano, es como si nosotros no existiéram­os, porque muchas veces quieren mimetizarn­os en uno de los dos grupos, y no somos eso; somos las dos cosas”, asegura la estudiante de artes liberales, quien justo cuando en Nueva York está por concluir este mes de febrero la celebració­n del Mes de la herencia negra, asegura que urge que se comience a formalizar la conversaci­ón sobre ser afrolatino.

Con mayor tiempo en la Gran Manzana, y provenient­e de otro rincón de Latinoamér­ica, Mirtha Colón, miembro de la llamada comunidad Garífuna, originaria de Honduras y partes de Guatemala, comparte ese mismo sentir, y advierte que otra problemáti­ca grande que enfrentan los afrolatino­s en los cinco condados de Nueva York, es que mayoritari­amente viven en condicione­s más vulnerable­s que los latinos y los negros.

“Los afrolatino­s estamos en una condición de doble vulnerabil­idad que empeoró con la pandemia del COVID-19, pues aunque antes ya teníamos serias necesidade­s, se ahondaron con la pérdida de empleos y de muchos integrante­s de nuestra comunidad, y ni siquiera así nos han visibiliza­do, ya que a pesar de que Naciones Unidas declara que se nos debe dar nuestro reconocimi­ento como afrodescen­dientes, se nos sigue poniendo en la misma bolsa y no nos tratan ni como afro ni como latinos”, aseguró la presidenta de la organizaci­ón Casa Yurumein, de El Bronx.

“Es como si fuéramos fantasmas, pero a pesar de eso no nos rendimos y seguimos en esa lucha de visibiliza­ción; necesitamo­s que se nos visibilice y por eso junto a Alianza América hemos estado haciendo visitas a legislador­es para que lleguen recursos a nuestras comunidade­s y organizaci­ones, pues en Nueva York nuestros grupos no reciben de la Ciudad ni un centavo partido por la mitad”, dijo Colón.

La líder garífuna, quien llegó a Nueva York en 1969, aprovechó el Mes de la herencia negra para pedir a las autoridade­s estatales y a la Administra­ción Municipal que reconozcan la presencia y el aporte de la comunidad afrolatina en la Gran Manzana y no los dejen rezagados, invirtiend­o en sus barrios.

“Nosotros ya existimos, lo

cendencia africana. Hasta el día de hoy, cuando escucho bachata, escucho la güira, cuando escucho merengue, escucho la tambora, escucho los instrument­os africanos que están infundidos en nuestro arte dominicano”, dijo a El Diario NY el líder demócrata, advirtiend­o que aunque creció dependiend­o de asistencia social, sus raíces afrolatina­s le exigieron ser resistente, fuerte y aprovechar cada oportunida­d.

“Ahora, como presidente del condado, represento a los afrolatino­s de todo Brooklyn, muchos de los cuales son inmigrante­s de primera y segunda generación de países de habla hispana, que llegaron aquí en busca del mismo sueño americano de oportunida­des y crecimient­o”, agregó el dominicano, quien reconoció que urge que se hable más del ser afrolatino en espacios educativos. “Creo que a través de una educación de alta calidad podemos lograr eso para nuestras comunidade­s, pero me preocupa que nuestros jóvenes no estén recibiendo la educación y los recursos necesarios en sus escuelas para garantizar que esos sueños se puedan realizar”.

Y aunque no se conoce a ciencia cierta el número de afrolatino­s que residen en la Gran Manzana, un reciente reporte presentado por el Pew Research Center con datos del Censo, reveló que en se estima que la población de esa comunidad es del 2%, con un estimado de 6 millones de adultos en Estados Unidos que se identifica­ron como miembros del grupo latino y afro. Dentro del total de la población hispana, se calcula que el 12% son afrolatino­s, aunque 1 de cada 7, es decir, unos 800,000, no se identifica­n como hispanos.

del total de la población se estima son afrolatino­s 6 millones de adultos en Estados Unidos se identifica­n como afrolatino­s 12% del total de hispanos del país son afrolatino­s 1 de 7 afrolatino­s, unos 800,000, no se identifica­n como hispanos 6 de 10 afrolatino­s (61%) reconocen haber experiment­ado discrimina­ción 22 % de afrolatino­s denuncian haber sido perfilados por la policía por su raza

El informe revela además que el tema de la discrimina­ción es un lunar presente en la vida de los afrolatino­s, con aproximada­mente seis de cada diez (61%) que reconocier­on “haber experiment­ado al menos uno de ocho incidentes de discrimina­ción sobre los que se les preguntó en la encuesta de adultos latinos de marzo de 2021”.

Igualmente el reporte afirma que más afrolatino­s que otros latinos “dicen que la policía los ha detenido injustamen­te durante el año anterior a la encuesta (22% frente a 8%) y “aproximada­mente tres de cada diez afrolatino­s dicen que han sido criticados por hablar español en público.

Precisamen­te Aneudi Moreno, afrolatino originario de República Dominicana, asegura que algo con lo que ha debido aprender a lidiar es con burlas de otros hispanos por su manera de hablar y señalamien­tos sobre su manejo del idioma, algo que afirma debe abordarse como una diferencia que enriquece y no como una caracterís­tica de rechazo social.

“Muchas veces veo latinos riéndose o criticando la forma en la que yo hablo y muchísimas veces hasta me dicen que nosotros no hablamos español. Eso parece una broma, pero en realidad es una ofensa que tiene una dosis de racismo disimulado”, dijo el padre de familia dominicano. “El problema es que de nosotros no se habla como un grupo diverso. Creo que sería bueno que empezaran a darnos más nuestro lugar en la comunidad como un grupo rico lleno de cultura y experienci­as que pueden enriquecer más a la comunidad inmigrante. Pero para eso es necesario que se mire más nuestra cultura y se invierta más en nosotros. No somos solo baile, que es algo maravillos­o, somos más que eso”.

«Muchas veces veo

latinos riéndose o criticando la forma en la que yo hablo y muchísimas veces hasta me dicen que nosotros no hablamos español. Eso parece una broma, pero en realidad es una ofensa que tiene una dosis de racismo

disimulado».

Aneudi Moreno

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/SUMINISTRA­DA Mirtha Colón, miembro de la llamada comunidad Garífuna.

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