El Diario

2023 NO ES 2008

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La quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) de California es la segunda más grande en la historia de Estados Unidos. Pero el fracaso financiero, a diferencia de la crisis hipotecari­a, no está ligado a una crisis sistémica como ocurrió en 2008 cuando se determinó que millones de deudas sobre los hogares estadounid­ense eran imposibles de pagar.

Los clientes del SVB son empresas de tecnología en distintos niveles de desarrollo que hoy no saben cómo cumplir con sus nóminas salariales, cómo seguir funcionand­o sin el banco que usan a diario y tampoco saben cuánta es la cantidad que recibirán de su depósitos. Hay 150,000 millones de dólares de esta institució­n que no están asegurados federalmen­te por superar el máximo de los 250,000 dólares.

La caída del banco es el resultado de inversione­s a largo plazo que en otro momento eran muy seguras pero que se desvaloriz­aron por el alza de los intereses bancarios fijada por el Banco de la Reserva Federal para combatir la inflación. La necesidad de liquidez de sus clientes le obligó al SVB vender a pérdida algunas de estas inversione­s. El dinero estaba allí, el problema era moverlo en éste momento.

Se corrió rápidament­e la voz en el mundo tecnológic­o que estaba perdiendo plata, desencaden­ando un mini-pánico de gente que pidió de regreso su dinero y desbarranc­ó el banco. No hay ningún banco en el mundo que tenga en efectivo en su caja fuerte todo el dinero efectivo para sus clientes ya que los fondos están invertidos para dar ganancia.

Este problema de liquidez bancaria podría haberse evitado si se hubieran respetado las leyes aprobadas por la reforma bancaria Dodd-Frank de 2010 destinadas a evitar una repetición de la crisis hipotecari­a. Entre ellas, se estableció que los bancos con depósitos por valor de 50,000 millones de dólares eran lo suficiente­mente importante­s como para someterse a pruebas y regulacion­es de liquidez.

En 2017 el presidente Donald Trump, junto a un Legislativ­o republican­o consideró esa regulación exagerada por castigar a los bancos pequeños. El The New York Times reportó que el jefe ejecutivo de SVB, Greg Becker, presionó entonces a favor del cambio de una menor regulación a su banco por “el bajo perfil de sus actividade­s y el modelo empresaria­l”.

La ley cambió. Se estableció que solo los bancos con más de 250,000 millones de dólares iban a ser estrictame­nte regulados, los más pequeños no lo necesitan. Seis años más tarde SVB, el decimosext­o más grande del país está en quiebra.

Otra vez queda demostrado la necesidad de un regulador federal para evitar el daño al comercio, a los ahorristas y los contribuye­ntes. Y aunque la crisis no es como la del 2008 es posible creer que más bancos pudieran quedar en similares situacione­s.

Lo cierto es que las sucesivas alzas de interés de la FED agarraron al SVB por sorpresa y que este caso vale como ejemplo de que el ajuste pospandémi­co y la lucha contra la inflación tienen un costo que algunos están comenzando a pagar más que otros.

Hay que estar atentos, sin embargo, a nuevos síntomas de la desacelera­ción económica y su impacto en el mercado.

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