Biden y la acción climática
Claire Moser, Climate Power:
Durante demasiado tiempo, las familias trabajadoras y las comunidades que se encuentran en primera línea de la crisis climática han sentido la injusticia de que las grandes petroleras se enriquezcan mientras ellas luchan por sobrevivir. Hay que poner fin a este ciclo interminable en el que los directores ejecutivos de las petroleras y los ejecutivos de Wall Street están obteniendo ganancias récord mientras los estadounidenses sufren. Es hora de responsabilizar a las grandes petroleras por lucrar a costa de las familias trabajadoras. La propuesta presupuestaria del presidente Joe Biden hace exactamente eso, al tiempo que se basa en el plan de energía limpia “Made in America” de
Biden, crea empleos bien remunerados, reduce los costos para las familias y aporta fondos para los tan necesarios programas de resiliencia climática.
El año pasado, la codicia de las grandes petroleras alcanzó nuevas alturas, debido al aumento de los precios de la gasolina y a la especulación por la invasión rusa de Ucrania.
Cuando los ministros del gabinete de Porfirio Díaz se empezaron a parecer a los monigotes que quemaba el Jockey Club en la Ciudad de México, el gobierno decidió que la ceremonia debía moverse al interior del edificio del club, lo que sin duda quemaría el edificio, el mensaje para la posteridad es que el dueño de la calle es el gobierno, aunque la sociedad la pueda usar bajo condiciones gubernamentales.
Hoy prevalece una partición contenciosa, el gobierno decide quién, cuándo, por qué y para qué quiere la calle.
La defensa de la calle por el gobierno usualmente se realiza con violencia y dependiendo de la intolerancia gubernamental o del coraje societario, el grado de violencia puede ser muy alto. El gobierno golpista de Perú en enero demandaba la compra urgente de 230,000 granadas lacrimógenas. Ya no sorprende ver vehículos militares entregados a las policías en las calles de Estados Unidos para frenar a los que protestan por la brutalidad policiaca. Se han vuelto frecuentes los cañones de agua y las filas de policías armados para la batalla enfrentándose a los que protestan en París o a los contrarios a la globalización agredidos en las cumbres de políticos que promueven agendas que agravan la pobreza.
Conviene explorar dos problemas:
¿Por qué la sociedad tiene que salir a la calle para protestar contra decisiones o promover políticas alternativas?
¿Qué falta en los mecanismos de comunicación entre sociedad y Estado que propicia protestas en Teherán, Israel, Francia y por qué no obstante que cientos de miles de personas salen a las calles para protestar contra decisiones y acciones, los gobiernos se enconchan, ignoran la protesta y van adelante con las decisiones que son recibidas con molestia.
El segundo problema que no es menor, es ¿por qué los gobiernos prestan oídos sordos?
Algunos dicen que al haber ganado el gobierno y tener una mayoría, el gobierno adquiere carta blanca para tomar decisiones, aunque éstas afecten a la verdadera mayoría. Los gobernantes sienten que al ocupar las oficinas administrativas adquieren un poder que se pone por encima de la gente. Hubiera sido interesante e importante que los partidos políticos hicieran campaña mostrando sus agendas de intolerancia y pisoteo de derechos civiles y hasta humanos. A ver cuánta gente votaba a favor de que la policía de la moral iraní pueda matar mujeres por no llevar bien puesto el hijab.
La sociedad posiblemente siente que el voto no conduce a posibilidades de influencia y por eso la calle es el bastión del enfrentamiento entre la sociedad y el poder político, pero es un terreno con el piso disparejo.
La batalla callejera es una señal de la debilidad de la política y su solución tiene impactos futuros, muchos desagradables y muy costosos, entre otros que los políticos buscan victorias de corto plazo, porque para ellos como decía Keynes, a futuro todos estaremos muertos.
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