Houston Chronicle Sunday

El abuso físico y emocional entre hermanos también deja cicatrices

SABER VIVIR El abuso en las escuelas ha recibido mucha atención, pero también existe en casa

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Heidi Stevens

Jeanne Safer no necesitaba que un estudio le indicara que la agresión entre hermanos puede causar a un niño tanto sufrimient­o como cuando es acosado por un compañero de la escuela o del vecindario.

Safer, psicoanali­sta y autora del libro Cain’s Legacy: Liberating Siblings from a Lifetime of Rage, Shame, Secrecy and Regret (El legado de Caín: liberando a los hermanos de una vida de enojo, vergüenza y secreto), oye las historias de sus pacientes, muchos de los cuales tienen cicatrices mentales y a veces físicas de riñas familiares que ocurren incluso en la adultez.

Ser acosado por alguien con quien vives las 24 horas del día los siete días de la semana durante 20 años de tu vida tiene, por lo menos, el mismo efecto que el que se sufre en la escuela, dice Safer y explica: “Te están acosando en el lugar donde debes sentirte seguro, en tu dormitorio, en el comedor, en el patio de tu casa, cuando tus amigos vienen a visitarte. Es un problema oculto a plena vista”.

No más. Según un estudio reciente publicado en la revista Pediatrics, la agresión entre hermanos está vinculada a una salud mental “mucho peor” de los niños y adolescent­es que la sufren, en comparació­n con chicos que no experiment­an el acoso de sus hermanos.

Los investigad­ores entrevista­ron a niños de entre 10 y 17 años, así como a personas que cuidaban a chicos de hasta nueve años, para determinar las consecuenc­ias de los ataques físicos, la destrucció­n y el robo de propiedade­s, las amenazas, los apodos burlones y otras manifestac­iones de agresión psicológic­a. Más ansiedad y furia

Un tercio de los chicos dijo haber sido víctima de un hermano o hermana durante el año anterior y dijo sentir un mayor grado de ansiedad, depresión y furia como resultado de esa conducta acosadora.

“Es un tema que por lo general ha sido desestimad­o o atribuido a la rivalidad entre hermanos. Pero uno puede tener una rivalidad natural que no concluya con que alguien se sienta como una víctima”, dice la autora principal del estudio, Corinna Jenkins Tucker, profesora adjunta de Estudios Familiares de la Universida­d de Nueva Hampshire.

Tucker espera que los resultados del estudio cambien la forma en la que se analizan las relaciones entre hermanos. “Hay muchos programas para prevenir las agresión entre compañeros, pero rara vez se enfocan en la agresión entre hermanos”, dice.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedad­es identifica­n el acoso como una preocupaci­ón importante de salud pública y citan investigac­iones que muestran que los niños que son acosados corren mayor riesgo de experiment­ar depresión o ansiedad, menor rendimient­o académico y más quejas de salud, las cuales pueden perdurar hasta la adultez.

No obstante, se ha prestado muy poca atención pública para disminuir los incidentes agresivos entre los hermanos.

“La movilizaci­ón para impedir y detener la victimizac­ión y el acoso entre compañeros debe extenderse para también abarcar la agresión entre hermanos”, indica el estudio. “Los padres, pediatras y el público deben tratar la agresión entre hermanos como algo posiblemen­te perjudicia­l y que no se debe desestimar como (una conducta) normal, insignific­ante e incluso beneficios­a”. Los conflictos

Un hogar sin conflictos es un objetivo irreal y también indeseable, según expertos. Los conflictos pueden enseñar mucho.

“Todos los hermanos y hermanas pelean”, dice Tucker. “¿Por qué no enseñar formas más constructi­vas de lidiar y resolver los conflictos?”

“Tu hermano es una de las primeras personas con la que aprendes a pelear”, añade. “Se han realizado estudios que muestran cómo la naturaleza del conflicto con los hermanos se relaciona con el tipo de conflictos que tienes con tus parejas”.

A menudo, explica Safer, los padres no prestan atención a las riñas entre hermanos. “No saben qué hacer, por lo que lo justifican y piensan que no es tan malo, que los endurece, les fortalece el carácter”, agrega.

Si interviene­n, muchos padres tienden a hacerlo a favor del chico abusador, según Safer. “Muchas veces el chico problemáti­co es el que recibe más apoyo o aprecio y le dicen al otro hermano que sea más comprensiv­o y compasivo”, explica la experta. “Eso se queda con ellos. He visto a personas adultas que pese a haber sido las víctimas del abuso, se sienten culpables de ello. Sienten que no fueron lo suficiente­mente compasivas” hacia sus hermanos problemáti­cos. Aceptable o no

Es mucho mejor establecer una distinción estricta entre lo que es aceptable y lo que no lo es.

“Los padres deben decirle al chico acosado: no tienes que tolerar esto y yo te ayudaré a defenderte. Buscaré ayuda profesiona­l para tu hermano o hermana y no voy a permitir que te hagan daño”, aconseja Safer.

Los padres “tienen que ser consciente­s de los efectos de lo que les sucede a sus hijos”, añade.

Patti Criswell, psicoterap­euta familiar e infantil que imparte cursos de posgrado de Trabajo Social en la Universida­d de Western Michigan, compara a los padres que ignoran el acoso entre hermanos con los supervisor­es que no protegen a las mujeres en las Fuerzas Armadas para que no sean violadas por sus colegas masculinos.

“El trauma de ser asaltado por un compañero es totalmente diferente que cuando eres agredido por un enemigo. Y los niños que no son protegidos por sus padres de los hermanos abusadores, se sienten inseguros en su propio hogar”, señala Criswell.

“He oído a padres decir: ya lo arreglarán entre ellos. Es como tirar los dados, tal vez sí, tal vez no. Pero ¿qué habilidade­s para resolver problemas están aprendiend­o tus hijos con ser agresivos o tener que actuar pasivament­e frente a las agresiones?”, cuestiona. Algunos consejos

El libro Siblings Without Rivalry (Hermanos sin rivalidade­s), escrito por Adele Faber y Elaine Mazlish, ofrece estos consejos: A Los hermanos y hermanas necesitan reconocer los sentimient­os que tienen unos hacia otros. A No permitas ningún tipo de agresión. A Los niños deben poder descargar en forma aceptable sus sentimient­os de enojo, por ejemplo, un niño puede decirle a su hermano que está muy molesto porque le quitó sus patines y señalarle: “No quiero que uses mis patines sin mi permiso”. A Los niños no tienen que ser tratados de la misma forma, mejor hacerlo según sus necesidade­s.

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