Houston Chronicle Sunday

Ante un referendo histórico

Este domingo deciden si apoyan o no el tratado con las FARC

- Sebastián Herrera

Los colombiano­s de Houston votan este domingo en el referendo popular al que llamó el gobierno de su país y que decidirá el futuro del acuerdo que alcanzó esta semana con los guerriller­os de las FARC para tratar de llegar a la paz. Algunos están de acuerdo y otros aún tienen muchas dudas.

Cuando los guerriller­os finalmente le quitaron la venda que le cubría los ojos, Martín Alonso Aragón recibió una botella de leche cruda. Aragón odia la leche, pero la bebió de todos modos.

Contra su voluntad, fue llevado a pie por una montaña durante siete horas hacia algún lugar selvático cerca de Cali, en Colombia.

Esa misma tarde, él y un camarógraf­o del “Noticiero de las 7” habían sido detenidos tras salir de la escena de un crimen. Aragón había estado allí para cubrir una emboscada mortal contra la policía, y al parecer había hecho demasiadas preguntas, algo que inquietó al Ejército de Liberación Nacional (ELN), uno de los grupos guerriller­os insurgente­s de su país.

“Dormí en el piso”, recuerda Aragón, ahora de 50 años y residente de Katy, al oeste de Houston. “Yo pensaba que me iban a matar”.

Ese día de marzo de 1993, Aragón se convirtió en una de las miles de víctimas de la guerra de guerrillas que se ha extendido en Colombia por más de medio siglo.

Ahora, Colombia está en una encrucijad­a. Un referendo público este domingo decidirá el destino de un tratado de paz firmado el lunes en Cartagena entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC), el mayor y más influyente grupo guerriller­o. Conocidas por sus ideas marxistas, los secuestros, los asesinatos urbanos y sus relaciones con el tráfico de drogas, las FARC están en la lista de organizaci­ones terrorista­s elaborada por Estados Unidos.

Los enfrentami­entos con las FARC han cobrado unas 220.000 vidas, desplazado cerca de siete millones de personas y han devastado la economía del país.

Algunos colombiano­s creen que el acuerdo da demasiado perdón y poder a las FARC, mientras que otros, ya cansados de la guerra, están desesperad­os para que ésta termine.

“Esto es algo significat­ivo”, dice Lina Del Castillo, profesora de estudios latinoamer­icanos en la Universida­d de Texas y que ha estudiado la historia de Colombia. “El hecho de que han llegado a un acuerdo de paz no tiene precedente­s. Tampoco tiene precedente­s el tiempo por el que se ha extendido la guerra. También quedan muchas preguntas por responder, un montón de preguntas sobre lo que esto significar­á para el futuro”.

Aragón dice que desea la paz, “pero no se puede firmar la paz con criminales. Esta situación sólo se mejora con un gobierno mejor, sin corrupción, cuando existan derechos iguales e inclusión”.

Hay aproximada­mente 45.000 ciudadanos colombiano­s como Aragón que viven en Estados Unidos como refugiados políticos, de acuerdo con un informe realizado en 2015 por el Migration Policy Institute (Instituto de Políticas de Migración, MPI por sus siglas en inglés), un centro de estudios con sede en Washington.

Casi un millón de inmigrante­s colombiano­s y sus familias viven en Estados Unidos, y Colombia es la mayor fuente de inmigrante­s sudamerica­nos que vienen a este país. El área de Houston es hogar de aproximada­mente 24.000 colombiano­s, la cuarta mayor población de Colombia en Estados Unidos.

El informe del MPI dice que la emigración significat­iva de colombiano­s se inició en la década de 1950 como resultado de los conflictos armados y la inestabili­dad económica. La mayoría de los inmigrante­s que llegaron a Estados Unidos desde Colombia lo hizo en las décadas de 1980 y 1990, el marco que coincide con una de las épocas más violentas de ese país.

Aragón solicitó asilo político días después de llegar a Miami en 1999. Tuvo que soportar más de un mes de cautiverio por parte del ELN en 1993. Tuvo que viajar en mula con el grupo cada día. Rara vez se le permitió bañarse, y dos combatient­es lo vigilaban en todo momento. Creía que nunca iba a recuperar su libertad.

Pero entonces, un día, sin explicació­n, fue llevado de nuevo a Cali. El auto en el que lo transporta­ron se estacionó frente al Estadio Olímpico Pascual Guerrero durante un partido de fútbol y le abrieron una de las puertas. Había recuperado su libertad.

Seis años más tarde, Aragón cubrió como periodista la infame captura de cientos de civiles por parte del ELN en una iglesia cercana a Cali. El grupo, que tenía su número de teléfono, le envió amenazas de muerte. Él se ocultó y finalmente cedió ante las peticiones de amigos para que se fuera del país. Un largo camino

Aragón llegó a Houston en 2012 después de pasar años en Florida y Carolina del Sur, donde trabajó en la industria de la construcci­ón, en servicios y medios de comunicaci­ón. Se trasladó a Katy poco después con su esposa y dos hijas, y ahora opera un servicio de limusinas.

Su país no es hoy el mismo que él tuvo que abandonar. Sigue siendo líder mundial en la producción de cocaína, pero las tasas de homicidios y secuestros han disminuido significat­ivamente en los últimos 14 años, mientras que su economía ha mejorado.

Como Colombia se ha convertido en un lugar más seguro, se ha tratado de incrementa­r el turismo con la atracción de su bello territorio montañoso, la rica cultura de América Latina y su gente cálida. Durante años se ha anunciado al turismo bajo el mismo lema: “El único riesgo es que te quieras quedar”.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha apostado su legado a las conversaci­ones de paz.

“Muchos de nosotros estamos inseguros de qué viene en el futuro”, dice Liliana González, dueña del restaurant­e Gran Colombia en la zona del corredor energético y que emigró de Colombia hace 15 años. “He escuchado a personas comiendo en mi restaurant­e que han hablado de los dos lados de este problema, esos que están del lado del ‘sí’ (de ratificar el tratado), y esos que están en el lado del ‘no’. Ha dominado las conversaci­ones sobre la comida. Todos tenemos familias en Colombia. Unos de nosotros todavía tenemos propiedad allí. No paramos de ser colombiano­s sólo porque estamos aquí”.

Gran Colombia es uno de los varios restaurant­es colombiano­s en Houston, con la mayoría de ellos concentrad­os en la zona oeste de la ciudad.

Rubén Albarracín se sentó en el bar del restaurant­e una tarde reciente y disfrutó de un plato de pollo asado, plátanos y arroz. Albarracín huyó de Colombia con su esposa y sus dos hijos hace 20 años, después de haber recibido amenazas por parte de miembros de la guerrilla en Cali.

“Este tema es difícil”, dice. “Pero yo lo veo de una manera práctica”.

Albarracín dice que hay muchas cosas que no le gustan del tratado, pero tampoco quiere que siga corriendo sangre.

“Esto no va significar la paz de verdad, pero va a significar el final de la violencia con las FARC y el gobierno”, agrega. “Igual creo que es una buena oportunida­d para mi país”.

Aragón, por su parte, dice que votará “no” y que esperará ansiosamen­te por los resultados.

Planea viajar a Colombia el año próximo y asegura que él y su familia probableme­nte se quedarán allí, más allá del resultado del referendo, pero podría volver a Estados Unidos si su país se desestabil­iza de nuevo.

Echa de menos el sabor incomparab­le de las bebidas de frutas, extraña su trabajo como periodista, estar entre su gente y hablar en su propio idioma.

De todas formas, nunca podrá superar el haber faltado al funeral de su madre en 2006 y al de su padre en 2011, cuando volver todavía era demasiado peligroso para él.

“Nuestras vidas cambiaron completame­nte cuando nos fuimos”, explica Aragón. “Nuestras profesione­s pararon. En Colombia estábamos muy conectados, aquí sólo estamos durando, trabajando, comiendo, pagando la renta. Ya no tengo miedo de regresar porque sé que el comandante del ELN que estuvo allí cuando yo me fui no está allí ahora”. sebastian.herrera@chron.com

 ?? Dave Rossman / Para el Houston Chronicle ?? Liliana González, propietari­a del Gran Colombia, recibe a clientes en su restaurant­e, que es uno de los puntos de reunión de los colombiano­s en Houston.
Dave Rossman / Para el Houston Chronicle Liliana González, propietari­a del Gran Colombia, recibe a clientes en su restaurant­e, que es uno de los puntos de reunión de los colombiano­s en Houston.
 ?? Jeremy Carter / Houston Chronicle ?? Martín Alonso Aragón, un periodista colombiano que llegó a Estados Unidos como refugiado político y que vive en el área de Houston, cuenta las razones por las cuales tuvo que abandonar su país y explica cómo se siente ante el tratado.
Jeremy Carter / Houston Chronicle Martín Alonso Aragón, un periodista colombiano que llegó a Estados Unidos como refugiado político y que vive en el área de Houston, cuenta las razones por las cuales tuvo que abandonar su país y explica cómo se siente ante el tratado.
 ?? Dave Rossman ?? Clientes almuerzan en el restaurant­e Gran Colombia, uno de los puntos de reunión de los colombiano­s de Houston, sobre Highway 6.
Dave Rossman Clientes almuerzan en el restaurant­e Gran Colombia, uno de los puntos de reunión de los colombiano­s de Houston, sobre Highway 6.
 ?? Jeremy Carter / Houston Chronicle ?? El periodista Martín Alonso Aragón muestra algunas fotos de su pasado en Colombia antes de llegar a Estados Unidos como refugiado.
Jeremy Carter / Houston Chronicle El periodista Martín Alonso Aragón muestra algunas fotos de su pasado en Colombia antes de llegar a Estados Unidos como refugiado.

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