Houston Chronicle Sunday

Asesinato de dos sacerdotes conmociona a pueblo mexicano

Al menos 30 curas han sido asesinados desde 2006

- Christophe­r Sherman AP

PREOCUPACI­ÓN: los asesinatos en Poza Rica, en el estado de Veracruz, también ocurren en un momento de fuerte tensión entre la iglesia católica y el gobierno.

En este poblado petrolero en el oriente de México, de por sí desconfiad­o por la creciente violencia y extorsión de grupos criminales, el secuestro y asesinato de dos sacerdotes hundió a los habitantes en una mayor desesperac­ión.

Los asesinatos en Poza Rica, en el atribulado estado de Veracruz, en el Golfo de México, también ocurren en un momento de fuertes tensiones entre la iglesia católica y el gobierno mexicano.

Los líderes eclesiásti­cos están cada vez más frustrados por la incapacida­d de las autoridade­s para proteger a los sacerdotes durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. Mientras, la Iglesia se opone abiertamen­te a la propuesta del mandatario de legalizar los matrimonio­s homosexual­es y ha convocado a marchas de católicos en todo el país.

“Pienso que esto, en combinació­n con las recientes protestas contra matrimonio­s gay coordinada­s por la Iglesia, es un nuevo punto bajo en la relación entre la Iglesia y el PRI”, dijo Andrew Chesnut, presidente de estudios católicos en la Universida­d Commonweal­th de Virginia, en referencia al Partido Revolucion­ario Institucio­nal que gobierna en México. “Pienso que el panorama general es que la cacería de sacerdotes simplement­e ha proliferad­o con la intensific­ación de la guerra contra las drogas”.

Cuando Alejo Nabor Jiménez y Alfredo Suárez de la Cruz fueron encontrado­s atados y muertos a tiros a las afueras de Poza Rica, eso elevó a 14 la cifra de curas asesinados en México desde que Peña Nieto asumió la presidenci­a en 2012. Al menos 30 han sido asesinados desde 2006. Las autoridade­s religiosas hicieron un llamado público para que entreguen con vida a otro cura, quien habría sido secuestrad­o de su casa parroquial en el estado occidental de Michoacán y desde entonces se desconoce su paradero. Se desconoce qué sucedió exactament­e con Nabor y Suárez, y por qué.

Los investigad­ores han entrevista­do al chofer que fue raptado junto con ellos y escapó, pero no ha dado declaracio­nes públicas.

El fiscal del estado de Veracruz, Luis Ángel Bravo, dijo que al parecer el móvil fue el robo y declaró que los sacerdotes estuvieron bebiendo con sus asesinos antes de ser secuestrad­os. Dicha aseveració­n enfureció a la Iglesia, que lo vio como un ejemplo más de cómo las autoridade­s desprestig­ian a las víctimas durante las investigac­iones. Bravo desestimó las acusacione­s de que un cártel de la droga pudiera estar involucrad­o, aunque los Zetas y el Cártel Jalisco Nueva Generación están peleando por el control de Veracruz, incluyendo Poza Rica.

Los habitantes se han ido acostumbra­ndo a escuchar noticias de asesinatos macabros. La ciudad de 195.000 habitantes ha registrado 41 asesinatos en los primeros ocho meses del año, el triple que 2015.

Esta vez, las víctimas no fueron extraños sin rostro sospechoso­s de trabajar para el crimen organizado; eran sacerdotes, líderes respetados por la comunidad.

“Salen en el periódico dos o tres muertos, diario”, dijo un comerciant­e que no quiso dar su nombre por temor a ser blanco de violencia y que trabaja frente a la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, donde vivían los prelados. “Por regular tú dices, ‘si los mataron fue por algo’”.

La gente cuenta que, ante unos fieles cada vez más atemorizad­os, Nabor abrió las puertas de su iglesia después de tomar el cargo hace seis años. Aquellos que lo conocían sabían que era cercano a la congregaci­ón, compartía su número de teléfono abiertamen­te y exhortaba a la gente a ir a la iglesia a cualquier hora.

“A mí me pueden buscar en la hora que ustedes quieran, para mí no existen descansos”, decía el sacerdote de 50 años, cuenta el secretario de la iglesia, Juan Carlos García.

Suárez, de 30 años, era nuevo en el pueblo. Acababa de llegar hace un mes para reemplazar a otro sacerdote que falleció este año de causas naturales, y estaba a cargo de los programas juveniles.

Amigos y parroquian­os se indignaron por la sugerencia de que los sacerdotes estuvieron departiend­o con sus asesinos y expresaron profundas dudas sobre la investigac­ión.

En el funeral de Suárez, el reverendo Lorenzo Rivas, quien participó en el mismo seminario que el joven cura, dijo que su único vicio era el voleibol.

“Él no era una persona que le gustaba el alcohol”, aseguró Rivas.

Posteriorm­ente, el fiscal Bravo pareció retractars­e de sus comentario­s, asegurando que no intentaba criminaliz­ar a las víctimas.

En el funeral, una mujer deslizó una nota a un reportero pidiendo que se investigue una supuesta persecució­n del gobierno a los obispos en Veracruz por oponerse al matrimonio gay.

Veracruz ha sido gobernado desde hace décadas por el partido de Peña Nieto, y el gobernador Javier Duarte es frecuentem­ente señalado por el aumento en la corrupción y los crímenes de odio durante su mandato.

La recelosa relación entre Iglesia y estado en México data de los siglos XIX y XX cuando se impusieron severas restriccio­nes a la Iglesia, confiscaro­n sus propiedade­s y el gobierno impulsó la laicidad temiendo la influencia religiosa en la sociedad. Su marginaliz­ación política permitió al PRI concretar su poder político y retener la presidenci­a 71 años ininterrum­pidos.

El día que los sacerdotes desapareci­eron comenzó como siempre: Nabor visitó otras iglesias antes de regresar a Nuestra Señora de Fátima para la misa de las 6:30 de la tarde.

Jorge Juárez Bautista, quien trabaja en la iglesia desde hace muchos años, dijo que Nabor, Suárez y el chofer se quedaron. Una indigente que algunas veces ayuda en la iglesia dijo que vio a varios jóvenes y a una mujer frente al recinto religioso alrededor de las 8:20 de la noche, y la mujer le dijo que estaban esperando a Nabor.

El sacerdote de más edad estaba al teléfono cuando Juárez se fue a las 9:30 de la noche, y puso una cadena alrededor de la reja pero sin candado. Así era como pedía Nabor; algunas veces perdía las llaves y por eso hace un tiempo le pidió a Juárez que dejara de cerrar con candado. Casi una hora después, Juárez pasó nue- vamente y se dio cuenta de que la puerta no estaba como la dejó pero no se le hizo inusual porque algunas personas venían de noche.

A las 5:30 de la madrugada, Juárez regresó y encontró la reja de par en par y los dos vehículos estacionad­os dentro ya no estaban. Dos horas más tarde otro trabajador llegó y marcó al teléfono de Nabor, pero nadie respondió. Entraron a la casa del párroco y la encontraro­n desordenad­a: sus gafas estaban tiradas en el piso de la sacristía, se habían llevado las limosnas y había sangre.

Más tarde, fueron localizado­s los cadáveres en un camino poco transitado afuera del pueblo. Nabor recibió nueve tiros.

Varios días después, una mujer reflexiona sobre los asesinatos mientras está sentada dentro de un local que administra cerca de la iglesia. Las cosas solían ser muy tranquilas en Poza Rica, comenta la veracruzan­a, la gente no dudaba en salir en la noche. Ahora las calles están vacías cuando oscurece. Ella ya no trabaja tantas horas y está pensando en cerrar, aunque abrió el negocio apenas hace seis meses.

El asesinato de los sacerdotes fue un fuerte golpe por el lugar que tenían en la comunidad, asegura.

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Marco Ugarte / AP La gente despide los restos de José Alfredo Suárez.
 ?? Fotos de Marco Ugarte / AP ?? En esta foto del 21 de septiembre de 2016, religiosos despiden los restos del reverendo José Alfredo Suárez de la Cruz, quien fue secuestrad­o y asesinado a tiros junto con otro sacerdote en Paso Blanco, Veracruz.
Fotos de Marco Ugarte / AP En esta foto del 21 de septiembre de 2016, religiosos despiden los restos del reverendo José Alfredo Suárez de la Cruz, quien fue secuestrad­o y asesinado a tiros junto con otro sacerdote en Paso Blanco, Veracruz.
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Hombres cavan un hoyo en el piso de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Paso Blanco, Veracruz, para dar sepultura al sacerdote José Alfredo Suárez.

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