Houston Chronicle Sunday

Estamos viviendo momentos inquietant­es que requieren de una mano firme y esa mano firme es Hillary Clinton

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El 8 de noviembre de 2016 los estadounid­enses decidirán entre dos candidatos presidenci­ales que representa­n la elección política más dura de la historia reciente. Los electores decidirán entre una candidata con amplia experienci­a y toda una vida de dedicación al servicio público, y un candidato que completame­nte carece de las calificaci­ones para ser presidente. Ellos decidirán si prefieren a alguien que está muy familiariz­ada con los asuntos que son importante­s para la nación o si prefieren a una persona cuyas propuestas mal concebidas, frágiles y demagogas, de ser implementa­das, representa­rían un peligro para la nación y para el mundo.

Cualquiera de las poco impresiona­ntes cualidades de Donald Trump (su temperamen­to errático, sus sórdidas prácticas de negocios, su racismo, sus inclinacio­nes de hombre fuerte al estilo Putin y su falsa demagogia populista, así como su menospreci­o a la ley y su ignoracia) son suficiente­s para descalific­arlo. Su comentario en su discurso en la convención, de “solo yo puedo arreglarlo”, debería hacer temblar a todos los estadounid­enses. Nosotros creemos que él es un peligro para la república.

Por otro lado, los estadounid­enses conocen a Hillary Clinton. Luego de más de un cuarto de siglo bajo el escrutinio público, ellos conocen sus fortalezas y sus debilidade­s. Cualquiera que haya puesto la mímina atención a su experienci­a como primera dama, senadora de EE. UU., secretaria de estado y candidata para la presidenci­a, tendrá por lo menos una noción general de sus posiciones en los temas de importanci­a. Tal y como el presidente Barack Obama indicó, ella es la persona más calificada, en años, en competir por la presidenci­a - “y eso incluye a Bill y me incluye a mí”.

En esta “hora de la verdad”, para usar las palabras de Clinton, es practicame­nte irrelevant­e si a los votantes les gusta su personali-

dad o no. Ella misma admite que no es exactament­e buena haciendo campañas. Carece del don de oratoria que tiene Obama y carece de la rústica habilidad de su esposo para conectarse con el público. Confiamos en que ella es verdaderam­ente “estable, mesurada y bien informada”, para citar a Michelle Obama, y que será una mucho mejor presidenta que candidata a la presidenci­a.

Cuando se trata de los temas de importanci­a, tal y como los debates han demostrado, no hay comparació­n en términos del cuidado, meticulosi­dad y practicali­dad. Por ejemplo, reconocien­do la influencia de su excompetid­or Bernie Sanders, ella sigue enfocada en reparar la economía que ha dejado atrás a muchas personas en la fuerza de trabajo. Ella habla aún de la disparidad en los ingresos y del estancamie­nto de los salarios y trabajará para crear empleos. Ella trabajará con el Congreso para eliminar los vacíos fiscales (incluyendo los que presuntame­nte permitiero­n que Trump reclamara casi 1,000 millones de dólares en pérdidas). También trabajará a favor de un pago igualitari­o para las mujeres, incrementa­ndo el salario mínimo y aumentando los créditos fiscales para las familias.

Clinton rechaza la ridícula idea que su contendien­te abiertamen­te presume de construir un muro fronterizo y al mismo tiempo ella apoya una reforma migratoria integral basada en un plan sensato que el Senado de Estados Unidos aprobó en 2013. Ella ha dicho que, en los primeros 100 días de su administra­ción, tiene la intención de presentar un plan que marque un camino para que los inmigrante­s indocument­ados puedan obtener su ciudadanía.

En política internacio­nal, la exsecretar­ia de estado está bien informada, es confiable y creíble a nivel mundial, a diferencia de su arrogante contendien­te cuyo extraño apoyo a Vladimir Putin, impulsivos comentario­s sobre las armas nucleares e ignorantes comentario­s sobre la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han inquietado a nuestros aliados. Podemos seguir hablando de temas actuales, pero los temas de actualidad en esta elección son casi secundario­s frente a las cuestiones de personalid­ad y confiabili­dad.

La primera presidenta mujer de Estados Unidos estará en la Oficina Oval luego de que hace un siglo y medio un grupo de mujeres lanzó el movimiento de sufragio para las mujeres, y casi un siglo después de que las mujeres ganaron el derecho a votar en este país. Sin duda es un gran logro. Pocos hubieramos podido imaginar que iba a ser tan relevante.

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