Un niño por día muere por disparos
ACCIDENTES Una mujer de Houston aún sufre por la muerte de su hijo pequeño
Horas antes de darse un disparo accidentalmente, Bryson MeesHernández era un niño feliz de cuatro años al que le gustaba mucho Ironman y Hulk, así como Los Vengadores. Luego, mientras agonizaba en un hospital de Houston con el cerebro hinchado como consecuencia de un disparo en el rostro, su madre le decía al pequeño que estaba bien morir.
“Cuando te vas del otro lado”, recuerda haberle dicho, “verás que mami llora mucho. Pero no será porque está enojada, sino porque te extraña”.
“No fue culpa tuya”, dijo la mujer, Crystal Mees, quien responsabilizó a su madre de la muerte y ya no habla más con ella. Bryson se disparó un tiro en la cara en enero con un revolver Derringer calibre 22 que su abuela guardaba debajo de la cama.
Un estudio de AP y USA Today comprobó que en los primeros seis meses de este año, en promedio, ha muerto un niño por día, bastante más de lo que señalan las estadísticas del gobierno, como consecuencia de accidentes que involucran armas de fuego.
Tragedias como la de Bryson se repiten a diario en todo el país. Niños curiosos encuentran armas cargadas, sin seguros, en sus casas o en un vehículo y las disparan accidentalmente, hiriéndose ellos mismos o a otros. Muchos adolescentes, generalmente mostrando las armas a sus amigos o hermanos, terminan disparándolas.
Usando información reunida por la organización no partidista Gun Violence Archive, artículos de prensa y fuentes públicas, los medios pasaron seis meses analizando las circunstancias de cada muerte o herida producto de accidentes en los que niños no mayores de 17 años han disparado armas de fuego entre el 1 de enero de 2014 y el 30 de junio de este año. En total analizaron más de mil casos.
Según el estudio hay más muertes y heridos entre los niños menores de cinco años. Los menores de tres años son los que más veces disparan un arma o son víctimas de disparos;
También se percibe un incremento en estos episodios entre los adolescentes de 15 a 17 años, en los que las víctimas generalmente mueren cuando reciben balazos disparados por otros menores y sobreviven si ellos mismas se pegan un tiro. Los estados del sur registran el mayor promedio de incidentes en los que un menor dispara un arma. La gran mayoría de estos episodios involucra a varones, ya sea que disparan un arma o reciben un tiro. Un incidente ocurrido el año pasado en Shreveport, Louisiana, es un buen ejemplo.
Cameron Price, de cuatro años, y su hermano Ka’Darius, de seis, paseaban en sus bicicletas afuera del Levingston Motel, donde se alojoba su familia. Ingresaron a la habitación, donde varios conocidos de sus padres fumaban marihuana. Había un arma dando vueltas, una pistola negra calibre 40, y los niños pensaron que era de juguete. De repente sonó un disparo y Cameron cayó muerto. Ka’Darius dijo a la policía: “apreté el botón malo”.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) dijeron que en 2014, el último año para el cual hay cifras, murieron 74 menores tras recibir un disparo accidental. El análisis de AP y USA Today comprobó 113 muertes ese año. Si bien los disparos accidentales constituyen un porcentaje menor de las muertes provocadas por armas, los sectores que propugnan un control de armas más estricto dicen que esas muertes se pueden evitar mediante leyes más severas que obliguen a las personas a guardar sus armas en sitios seguros y descargadas.
Quienes defienden los derechos de los dueños de armas aducen que esas medidas le restan efectividad a las armas en casos de emergencia. Citando estadísticas de los CDC, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) sostiene que esas muertes han mermado pronunciadamente en las últimas décadas y que las posibilidades de que un niño muera de un disparo accidental son de “una en un millón”.
Bob Anderson, director de la unidad de estadísticas de mortalidad del Centro Nacional para Estadísticas de la Salud de los CDC, dijo que la NRA emplea estadísticas que no reflejan el riesgo que representan las armas para los menores. Expresó que la diferencia entre las cifras oficiales y las del estudio es “significativa e importante”, pero no sorprendente. Añadió que su dependencia siempre pensó que las estadísticas de muertes por disparos accidentales son demasiado bajas y no reflejan la realidad.
Los propulsores de controles de armas más estrictos piden al gobierno que estudie más a fondo este tema, más concientización del público y leyes más rigurosas.
Eso es precisamente lo que promueve Cyristal Mees en Texas tras la muerte de su hijo en la casa de su madre.
Mees había dado a luz una bebita pocos meses antes y necesitaba dormir, por lo que llevó a Bryson y a su hermanita de dos años a lo de su abuela para que pasasen la noche allí. Luego de recibir su baño, Bryson se acostó con su abuelo, que ya estaba dormido.
Su abuela, Anna Sperber, se quedó dormida con la hermanita de Bryson en un sillón de la sala de estar. Cuando se levantó en medio de la noche para buscar una manta, vio a Bryson boca abajo en el piso de la habitación. Pensó que estaba dormido, pero notó algo en su cabeza y luego vio la pistola que tenía debajo de la cama junto al muchacho. Se había pegado un tiro.