Houston Chronicle Sunday

Veracruz merece una sanción ejemplar

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Fueron escenas surrealist­as. Mientras por los parlantes del estadio sonaba a pleno la música de La Bamba, como si todo fuese una fiesta, barras bravas del Veracruz golpeaban salvajemen­te a los de Tigres, ampliament­e superados por los locales en una de las gradas superiores del ‘Pirata’ Fuente.

Abajo, en la cancha, el astro francés André-Pierre Gignac perdía la calma mientras, paradójica­mente, pedía calma y después él mismo trataba de tranquiliz­ar a un Ricardo ‘Tuca’ Ferretti que estaba completame­nte fuera de sí.

Tan sólo unos minutos antes, Gignac había sido la gran figura del triunfo 3-0 que alcanzó el equipo regiomonta­no en la séptima fecha del torneo Clausura del fútbol mexicano. El ariete francés abrió la cuenta en el minuto 64 y luego asistió a Luis Quiñones para estirar la ventaja a los 76. Poco después, a los 85 Jurgen Damm completó la goleada.

Los aficionado­s locales, alterados por la definición del partido, al parecer se molestaron con el festejo de Gignac, quien luego aseguró que le había dedicado el gol a su familia.

“Calma, calma”, pedía desesperad­o el francés, a los gritos frente a las tribunas luego del partido.

Instantes después, ante la violencia que no paraba en la grada superior detrás de una de las porterías, Ferretti se enfrentaba con un policía, al que le recriminab­a que en lugar de estar junto a él en la cancha subiera a controlar a los vándalos.

Un utilero del Veracruz le recriminó a Gignac por su festejo y el francés explotó: “que se vayan al descenso, mejor”.

Ferretti, despedido por el público con una lluvia de botellas, como le ocurrió a Gignac, perdió la compostura y llegó a retar a los veracruzan­os a visitar Monterrey.

Si bien es cierto que las actitudes de Ferretti y Gignac incitaron al público, la sanción más fuerte tiene que recaer sobre Veracruz, que no dispuso la seguridad necesaria para este tipo de espectácul­os.

La federación mexicana aún estaba investigan­do (al cierre de esta edición), antes de anunciar una decisión al respecto.

“Son cinco mil contra tresciento­s”, se quejó Gignac, indignado por la nula presencia policial.

“Cobardes”, gritó ‘Tuca’, desencajad­o. Eso sí, por los parlantes seguía sonando La Bamba.

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