Houston Chronicle Sunday

Reportes de abusos sexuales en las aulas superan a agencia

EI caso de una familia hispana abre muchos interrogan­tes

- Emily Schmall y Reese Dunklin

Héctor e Itza Ayala esperaban en una sala de conferenci­as de una prestigios­a escuela de artes escénicas en Houston, aferrando un documento que esperaban obligara a la administra­ción a investigar la denuncia de su hija de 15 años de que había sufrido una agresión sexual en un aula.

Habían pasado cuatro meses desde que la menor dijo haber sido agredida por otro estudiante. La policía del distrito educativo había sido informada, pero la dirección de la escuela dijo que no podía hacer nada más para protegerla del chico, que seguía en el centro.

Frustrada, Itza, profesora en el distrito, acudió a internet en busca de ayuda y acabó en el sitio web de la Oficina de Derechos Civiles (OCR, por sus siglas en inglés) del Departamen­to de Educación de Estados Unidos, donde encontró su guía sobre lo que deben hacer los centros cuando un estudiante denuncia violencia sexual.

“Según leía más y más”, comentó, “pensé ‘Esto es exactament­e lo que ocurrió, es exactament­e lo que no están haciendo. ¡Alguien puede ayudarme!’”.

La OCR publicó en 2011 unas recomendac­iones detallando que las escuelas K-12, así como centros de educación superior, deben realizar sus propias investigac­iones sobre violencia sexual contra sus alumnos y tomar “medidas inmediatas” para impedirla o contrarres­tar sus efectos.

Las recomendac­iones provocaron una reacción en contra de los conservado­res, pero también un aumento en las denuncias de violencia sexual que llegaban a la oficina. Sin embargo, no produjeron reformas generaliza­das.

Criticada, falta de personal y con pocos fondos, la oficina se convirtió en víctima de su propio éxito y tiene problemas para investigar las crecientes denuncias y exigir responsabi­lidades a los distritos educativos. Un análisis de The Associated Press sobre los registros de la OCR determinó que sólo en torno a una de cada 10 denuncias de violencia sexual contra escuelas primarias y de secundaria derivaron en mejoras. Y casi la mitad de los casos siguen sin resolver, el de los Ayala entre ellos.

“La crítica es que hemos ido demasiado rápido. La realidad es que hemos ido demasiado despacio”, dijo Catherine Lhamon, ex directora de la OCR. “Soy dolorosame­nte consciente de los chicos a los que no llegamos”.

La cláusula legal Título IX, conocida sobre todo por garantizar la igualdad de género en pro- gramas deportivos con financiami­ento federal, se convirtió en la herramient­a del gobierno para perseguir las agresiones sexuales en escuelas. En 2009, la oficina comenzó a documentar los casos de violencia sexual como una categoría del acoso sexual que ya monitoreab­a.

Cinco años más tarde, la Casa Blanca creó un equipo de trabajo para combatir las agresiones sexuales a estudiante­s y lanzó un sitio web con estrategia­s de prevención y consejos legales. Las escuelas investigad­as por la OCR fueron identifica­das de forma pública.

La reacción en contra fue feroz, especialme­nte en las universida­des. Sus críticos acusaron al Departamen­to de Educación de socavar los derechos de los acusados a un proceso debido y de suplantar al Congreso al supuestame­nte establecer nuevas leyes.

La fundación privada de la secretaria de Educación, Betsy DeVos, ha ayudado a financiar una demanda que pretende desmantela­r las recomendac­iones del Departamen­to ante las agresiones sexuales. Durante su vista de confirmaci­ón en enero, se preguntó a la multimillo­naria republican­a si apoyaría mantener la aplicación de las políticas actuales.

“Sería prematuro que lo hiciera hoy”, respondió.

A diferencia del furor en el Congreso y en los campus universita­rios, las recomendac­iones de 2011 recibieron mucha menos atención en los despachos de las escuelas K-12, un término que agrupa a centros de primaria y secundaria.

Aun así, la campaña de conciencia­ción ciudadana dio sus frutos y los reportes de violencia sexual contra escuelas de esta clase casi se multiplica­ron por dos entre 2012 y 2013, según un análisis de AP de los registros de la OCR. Entre 2014 y 2016, las demandas se multiplica­ron casi por cuatro.

Cualquiera puede presentar una queja —víctimas, familiares o personal de la escuela— y el aumento en las demandas puso a prueba una agencia ya sobrecarga­da. También demoró la justicia para algunos de los mismos estudiante­s a los que la oficina quería ayudar.

Casi la mitad de las 275 demandas por violencia sexual presentada­s entre octubre de 2008 y mediados de noviembre de 2016 —132— quedaron sin resolver, según determinó AP. La OCR no especifica en sus datos si los agresores son otros alumnos, pero la Oficina de Cuentas del Gobierno citó en 2014 a funcionari­os de la oficina indicando que habían recibido “muchas más” denuncias de agresiones por parte de estudiante­s que por parte de adultos.

Sólo 31 de las denuncias de violencia sexual presentada­s ante la OCR terminaron con un acuerdo en el que un distrito educativo aceptó hacer mejoras como reformar sus protocolos de repuesta o pagar la terapia de las víctimas. Y ningún distrito recibió la sanción más extrema posible: la pérdida de financiami­ento federal o una derivación al Departamen­to de Justicia.

La OCR señaló que el financiami­ento concedido por el Congreso no ha seguido el ritmo de la carga de trabajo, que incluye decenas de miles de denuncias de derechos civiles. Su presupuest­o de 2017 es de 107 millones de dólares ligerament­e por encima de los 91 millones de dólares de 2007, indicó la OCR, a pesar de que su carga de trabajo ha crecido un 188% en ese periodo.

Cansados de esperar o sin fe en los centros educativos y en el gobierno, los estudiante­s que presentan denuncias de agresión sexual acuden en ocasiones a los tribunales, como hicieron los Ayala el año pasado.

La hija de la pareja, a la que AP no identificó porque no publica el nombre de víctimas de abusos sexuales, estaba entusiasma­da de entrar en la Escuela Secundaria de Artes Visuales e Interpreta­tivas de Houston, que tiene a Beyoncé entre sus ex alumnos.

Unas semanas antes de su segundo año en 2014, estaba en el campus ayudando con la orientació­n a estudiante­s. Sharif Stallworth, de penúltimo año, le bajó los pantalones en una sala vacía de música y, pese a sus protestas, la penetró con un dedo, según un documento policial.

La niña recibió un diagnóstic­o de “abuso sexual de menor o adolescent­e, encuentro inicial” en el Hospital Infantil de Texas, según informes médicos que la familia compartió con AP.

Ahora Stallworth está a la espera de juicio. Su abogado no respondió a reiteradas peticiones de una entrevista. Tampoco los responsabl­es de la escuela respondier­on a peticiones de comentario­s, y no estaba claro que la escuela hubiera tomado ninguna medida ni cambiado ninguna política.

La OCR declinó hacer comentario­s sobre su investigac­ión sobre la gestión del incidente en la escuela, que comenzó en marzo de 2015, salvo para indicar que seguía abierta.

La familia, explicó Itza Atala, quiere exigir responsabi­lidades.

“Es frustrante ver que los adultos que se suponía debían protegerla a ella y ayudarnos a nosotros no hicieran nada”, dijo.

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Eric Gay / AP Itza Ayala posa para una foto en un parque de Houston el 15 de mayo. Cuando una escuela no investigó una supuesta agresión sexual contra su hija de 15 años, la familia acudió a la Oficina de Derechos Civiles.
 ?? David J. Phillip / AP ?? Itza Ayala dice que su hija sufrió abuso sexual en la Escuela Secundaria de Artes Visuales e Interpreta­tivas de Houston, que tiene a Beyoncé entre sus ex alumnos.
David J. Phillip / AP Itza Ayala dice que su hija sufrió abuso sexual en la Escuela Secundaria de Artes Visuales e Interpreta­tivas de Houston, que tiene a Beyoncé entre sus ex alumnos.

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