Houston Chronicle Sunday

Jóvenes de Houston, aferrados al DACA

Jóvenes inmigrante­s beneficiad­as por el programa cuentan sus experienci­as

- Kimberly Flores

El anuncio del presidente Donald Trump sobre la culminació­n del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) ha dejado a muchos jóvenes en el limbo. Algunos de ellos son del área de Houston y nos cuentan sus historias de vida.

El presidente Donald Trump anunció recienteme­nte que el gobierno federal comenzará a desmantela­r un programa creado por su antecesor Barack Obama, que daba protección de deportació­n a jóvenes inmigrante­s desde 2012, y dio al Congreso un plazo de seis meses para que apruebe una ley para definir el estatus migratorio de ellos.

Por esa razón, esta comunidad de casi 800.000 inmigrante­s que fueron traídos a Estados Unidos sin autorizaci­ón legal cuando eran niños está preocupada por su futuro.

Después del anuncio de Trump, varios estados y el distrito de Columbia presentaro­n una demanda para bloquear el plan de terminar con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (más conocido como DACA, por las siglas en inglés del Deferred Action for Childhood Arrivals).

Aquí te brindamos algunos ejemplos de las vidas de estos jóvenes en el área de Houston: Sandra Graham, mexicana de 27 años.

Al vivir en los Estados Unidos por más de dos décadas, Sandra Graham, residente de Alief, al sudoeste de Houston, considera que este país su único hogar, aunque nació en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México.

“Este país es lo único que yo conozco,” dice Graham.

En 2012, una orden ejecutiva bajo la administra­ción del entonces presidente Obama se presentó en la forma del DACA.

Al enterarse de aquella nueva ley, Graham tenía dudas de cómo el programa iba a ser implementa­do. Así que ella consultó entonces con un abogado para informarse sobre los detalles del mismo.

Según Graham, debido a su bajo costo comparado al costo de solicitar por la residencia legal en este país, ella entonces decidió inscribirs­e en el programa.

Cuatro meses después de haber presentado su solicitud, ella recuerda que se sentía como una niña emocionada al recibir por correo su carta en la que se detallaba que había obtenido su nuevo permiso legal.

Llena de felicidad, inmediatam­ente le tomó una foto a su documento de autorizaci­ón de empleo y se la mandó a su mamá en un mensaje de texto. El miedo de ser deportada y separada de sus tres hijos fue reemplazad­o por una nueva sensación de seguridad.

Graham y su esposo empezaron un ministerio religioso en el sudoeste de Houston y han ayudado a más de cien personas. El ministerio ayuda a gente sin hogares al darles comida, agua y apoyo espiritual por medio de la oración.

“Amo ayudar a otras personas no solamente físicament­e pero también espiritual­mente. Esta ley me ha permitido hacer lo que amo y ayudar a mi esposo con el ministerio,” dijo Graham.

Como madre e hija ella no se imagina estar sin su familia, a quien Graham considera su motivación para seguir en búsqueda de un mejor futuro.

Ella tiene aspiracion­es de continuar en su trabajo en la empresa Costco Wholesale y con tiempo y experienci­a recibir una promoción para ser supervisor­a o gerente.

A principio de mes, renovó su permiso del DACA por dos años más, pero sabe que el siguiente paso es presentar la solicitud para tratar de obtener la residencia legal. Su esposo, ciudadano estadounid­ense, tendría que solicitar la residencia para ella.

Su estatus financiero debido a un accidente automovilí­stico no le ha permitido hasta ahora dar ese paso ya que no contaba con los recursos económicos para hacerlo.

Ella espera que en los siguientes seis meses, el Congreso de la nación llegue a una decisión que beneficie a los recipiente­s del DACA.

De esa manera, explica Graham, algún día su estatus legal en este país podrá ser permanente.

“Rezo que por fin algún día finalmente pueda ser ciudadana estadounid­ense, en escrito me refiero, porque ya siento que lo soy”. Marcela Quilo, mexicana de 22 años.

A un mes de su sexto cumpleaños, Marcela Quilo, 22 años, viajó junto a su familia desde la Ciudad de México a Estados Unidos para asistir a una boda familiar y a reunirse con su padre, quien ya entonces vivía en este país.

“Pensé que regresaría­mos a México, pero eso nunca ocurrió”, recordó Quilo. Poco después, ella comenzó el primer grado de la primaria en una escuela pública de Houston.

En el segundo año de la preparator­ia, Quilo se confrontó con la realidad de su estatus legal. Sus padres querían que luego cursara estudios universita­rios, pero le advirtiero­n que eso iba a ser complicado.

Y aunque Quilo nunca había regresado a su país de origen, se había acostumbra­do a la idea de regresar a completar sus estudios terciarios. Según ella, no quería permanecer en un país que le ofreciera opciones limitadas de empleo aun si eso significar­a regresar a un México que no recordaba.

“Mi plan ya era regresar a México, pero en el verano de 2012 Obama anunció que íbamos a recibir un permiso”, dijo Quilo al referirse a la decisión ejecutiva del entonces presidente estadounid­ense.

Al tener cada certificad­o para comprobar sus estadios, Quilo solicitó su permiso a un mes del anuncio de Obama. Recuerda que fue un proceso de varios meses, que incluyó formulario­s, documentos y huellas digitales, pero al final de ese año ella recibió su permiso.

“Estaba muy emocionada, lloré de felicidad porque ya no tenía que regresar a México”, agregó.

Debido a que no calificaba para obterner ayuda federal, Quilo dijo que ella financió su propia educación. Es graduada del San Jacinto Community College y ahora asiste a la Universida­d de Houston-Clear Lake donde está completand­o su licenciatu­ra en Administra­ción de Salud Pública.

Fue durante su trabajo donde Quilo vio el anuncio en televisión del fiscal general de la nación, Jeff Sessions, sobre el final del DACA. Sin poder reaccionar frente a sus compañeros de trabajo y los clientes, admite que al salir del trabajo lloró mientras manejaba su automóvil de regreso a casa.

El permiso de Quilo expira en octubre de 2018, pero ella explica que en seis meses su vida podría cambiar dependiend­o de lo que decida el Congreso de la nación. Agrega que no solamente afecta la vida de ella sino también la de su familia, primos, amigos y otros compañeros de trabajo.

Quilo quisiera que a ella y el resto de los llamados ‘dreamers’ se les otorgara otro permiso similar.

“Sí, trato de pensar de esa manera y ser optimista, pero también sé que tengo que tener en mente el resultado negativo que pudiera pasar ya que uno nunca sabe”, concluyó. Laura Matías, mexicana de 23 años.

Laura Matías recuerda el último adiós a sus abuelos a la corta edad de cinco años. Junto a su hermana y sus padres, Matías, ahora de 23 años, emigró entonces a Estados Unidos sin saber por qué dejaba su hogar en San Luis Potosí.

Dieciocho años después, ahora ella entiende la decisión de sus padres.

Durante su etapa en la escuela preparator­ia, Matías tenía poca motivación para continuar su educación en la universida­d debido a su estatus legal en este país.

“Para ser honesta debo admitir que ir a la universida­d no era algo que pasaba por mi mente debido a que era indocument­ada y no veía oportunida­des disponible­s para mí en el futuro”, dijo Matías.

Ella agradece hoy a su familia, amigos, consejeros, maestros y entrenador­es por darle la motivación que necesitaba para presentar solicitude­s de admisión en colegios de enseñanza terciaria y universida­des.

Matías se graduó con honores académicos en la preparator­ia Nimitz en Houston y con créditos de cursos universita­rios que le permitiero­n asistir y obtener una licenciatu­ra de Educación en el Sam Houston State University, en Huntsville, al norte de Houston.

“Estoy más que agradecida por las oportunida­des que fueron posibles por DACA. En tres años pude recibir mi licenciatu­ra sin miedo de no poder conseguir un trabajo seguro”, dijo Matías. Ella actualment­e trabaja en su segundo año como maestra bilingüe en el distrito escolar de Aldine, en Houston.

Aunque de niña no entendía bien las razones de su familia por llegar a este país, su visión como maestra sí es clara.

“Deseo inspirar a todos mis estudiante­s a perseguir sus sueños sin importar lo que hayan hecho sus padres y qué obstáculos tengan que enfrentar en su vida diaria”, explica Matías.

Después de que el gobierno federal anunció el final del DACA, Matías vivió un día lleno de emociones, como así también cree que vivieron otros 800.000 jóvenes beneficiad­os por el programa en todo el país.

“No hay palabras para expresar la manera cómo me siento y no sé qué me espera en el futuro”, agregó.

Matías utilizó su página personal en la red social Facebook para mostrar en la web sus diplomas de la preparator­ia y la universida­d en una fotografía y para compartir su experienci­a como inmigrante.

“La gente se apresura al juzgar a los inmigrante­s, pero no entiende las batallas, el trabajo y todo lo que dejamos atrás para conseguir una vida mejor y cumplir un sueño aquí en Estados Unidos”, dijo en su mensaje, escrito originalme­nte en inglés.

Matías concluye que ella no perderá la fe y continuará luchando por un mañana mejor. Kimberly.Flores@chron.com

 ?? Nathan Lambrecht / AP ?? Kathia Ramírez (der.), de 24 años, sostiene a su hijo Rowen Salinas, de 11 meses, mientras su esposo Randy Salinas tiene en sus brazos a su hija Fridah Salinas, de dos años, durante una protesta por el DACA en Pharr, Texas.
Nathan Lambrecht / AP Kathia Ramírez (der.), de 24 años, sostiene a su hijo Rowen Salinas, de 11 meses, mientras su esposo Randy Salinas tiene en sus brazos a su hija Fridah Salinas, de dos años, durante una protesta por el DACA en Pharr, Texas.
 ?? Chelsea Purgahn / AP ?? Dalila Reynoso participa de una manifestac­ión por el DACA en la T.B. Butler Fountain Plaza de Tyler, Texas.
Chelsea Purgahn / AP Dalila Reynoso participa de una manifestac­ión por el DACA en la T.B. Butler Fountain Plaza de Tyler, Texas.
 ?? Cortesía de Sandra Graham ?? Sandra Graham, de 27 años, y su esposo Brian empezaron un ministerio en el suroeste de Houston.
Cortesía de Sandra Graham Sandra Graham, de 27 años, y su esposo Brian empezaron un ministerio en el suroeste de Houston.
 ?? Cortesía de Marcela Quilo ?? Marcela Quilo, de 22 años, fue beneficiad­a por el DACA y actualment­e estudia en la Universida­d de Houston-Clear Lake.
Cortesía de Marcela Quilo Marcela Quilo, de 22 años, fue beneficiad­a por el DACA y actualment­e estudia en la Universida­d de Houston-Clear Lake.
 ?? Cortesía de Laura Matías ?? Laura Matías, de 23 años, obtuvo una licenciatu­ra en educación en la Sam Houston State University.
Cortesía de Laura Matías Laura Matías, de 23 años, obtuvo una licenciatu­ra en educación en la Sam Houston State University.

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