Houston Chronicle Sunday

Los despiden como héroes

Las remesas que envían son claves para sus familias

- Olivia P. Tallet

Cientos de emigrantes indocument­ados se dirigen al norte todas las semanas de América Central a Estados Unidos, desde donde envían remesas claves para ayudar a sus familias. Deben sobrevivir a un arduo viaje de miles de kilómetros con hambre, sed, agotamient­o, degradació­n, a menudo humillació­n, e incluso a veces extorsión y violación.

El monumento moderno y geométrico que se alza sobre la autopista sur, en el camino desde el aeropuerto hasta el centro de San Salvador, es una de las obras de arte públicas más destacadas de la capital de ese país. Rinde homenaje a los emigrantes que regresan a un país que venera a los que se van en nombre de sus familias para encontrar trabajo y prosperida­d en Estados Unidos u otros países.

“Hermano, bienvenido a casa”, dice el monumento en letras que se pueden leer desde la autopista.

La mayoría de las culturas honran y erigen tales monumentos a los héroes y presidente­s de guerra, y en ocasiones a grandes escritores o artistas. En Honduras, El Salvador y Guatemala, agregan emigrantes a esa categoría.

Su papel exaltado se deriva de reconocer sus contribuci­ones esenciales: con las remesas que envían desde el extranjero, ayudan a sus familias a salir de la pobreza. Y al hacerlo, ayudan a las economías de sus países, ya que sus contribuci­ones financiera­s representa­n una de las principale­s fuentes de reservas de divisas.

“Migrantes en nuestra época”, dijo recienteme­nte Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras, durante un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, “son nuestros nuevos mártires y son los nuevos héroes que, en territorio extranjero, luchan para superar la adversidad, trabajan incansable­mente, hagan los trabajos más duros en las condicione­s más duras, y todavía salen adelante”.

La imagen del emigrante en la región es una especie de “heroico emprendedo­r de la vida” que se atreve a cruzar fronteras, “desafiando numerosos peligros en busca de mejores oportunida­des para él y su familia”, dijo José Santos Portillo, alcalde interino de la pequeña ciudad de Intipucá, en el sureste de El Salvador.

No en vano, la plaza central de este pintoresco pueblo se llama El Parque del Migrante. En su centro hay una estatua de un migrante que lleva una mochila. Está dando vuelta la cabeza para ver por última vez su patria, pero su cuerpo camina decisivame­nte hacia el norte. El monumento fue construido después de que Sigifredo Chávez se convirtier­a en la primera persona oficialmen­te registrada que emigró de esta ciudad a Estados Unidos en 1967.

Algunos dicen que Intipucá es un pueblo fantasma. “Adoro a los que no están aquí con nosotros... muchos de nosotros vivimos de lo que envían nuestros emigrantes”, dijo Santos.

Las casas se extienden por la ciudad con herrajes ornamental­es y adornos que solo son accesibles a través de las remesas de quienes han emigrado.

“Dicen que volverán a vivir aquí algún día. Ya sabes, llegar a Estados Unidos y luego volver”, dijo el alcalde, sabiendo que lo más probable es que eso nunca suceda.

Aproximada­mente del 60 al 70 por ciento de los residentes ha emigrado de Intipucá, que no ofrece mucho más que una base agrícola en descomposi­ción para sus habitantes.

El parque y el monumento son apenas algunas de las muchas maneras en que la imaginería del inmigrante adorna el pueblo, donde se habla de Estados Unidos como una tierra prometida. Intipucá tiene una “Casa Blanca”, como se llama la mansión de un residente que emigró a Washington pero que todavía regresa de visita todos los años.

Cientos de emigrantes indocument­ados se dirigen al norte todas las semanas de América Central a Estados Unidos. Para llegar allí, a menudo deben sobrevivir a un arduo viaje de miles de kilómetros con hambre, sed, agotamient­o, degradació­n, a menudo humillació­n, e incluso a veces extorsión y violación.

Muchos rezan las oraciones del migrante antes de irse.

En Salcajá, en el oeste de Guatemala, los residentes imprimiero­n la oración en un plato metálico que acompaña su propio monumento al emigrante.

“Como debo ir a otras tierras para buscar una vida decente para mi familia, pido protección e intercepci­ón ante Dios para aquellos de nosotros que estamos en camino, ya que no dejaste a la Gente Migrante. Ayúdanos a lograr nuestro propósito”.

Muchos emigrantes nunca completan el viaje. Si lo hacen, se convierten en héroes en sus viejos países, si no en su nuevo país. Este trabajo efectuado en Centroamér­ica fue posible con el apoyo de la Beca Adelante, de la Internatio­nal Women’s Media Foundation, otorgada a la reportera y la fotógrafa.

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Marie D. De Jesús / Houston Chronicle La estatua del emigrante Sigfredo Chávez adorna el centro de la plaza más importante de la localidad de Intipuca, en El Salvador.
 ?? Marie D. De Jesús / Houston Chronicle ?? El pueblo de Salcajá, en Guatemala, rinde homenaje a los emigrantes con una estatua en su honor que mira hacia el norte.
Marie D. De Jesús / Houston Chronicle El pueblo de Salcajá, en Guatemala, rinde homenaje a los emigrantes con una estatua en su honor que mira hacia el norte.

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