Houston Chronicle Sunday

Bajo la amenaza de la contaminac­ión

Familias de esa zona están preocupada­s por el costo de vivir cerca de las refinerías

- Jordan Blum jordan.blum@chron.com twitter.com/jdblum23

Manchester es uno de los vecindario­s más afectados en el área de Houston en cuanto a exposición a las emisiones de refinerías y plantas petroquími­cas. Muchos de sus residentes son hispanos y de familias de bajos recursos que no cuentan con los medios para mudarse.

Dalila Tovar se mudó al barrio de Manchester, en las afueras de Houston, hace dos años, cuando sus padres, inmigrante­s mexicanos, acumularon el dinero suficiente como para comprar una casa valuada en poco más de 50 mil dólares, un ‘sueño americano’ hecho realidad. El sueño, sin embargo, terminó rápidament­e.

“Las primeras semanas tuvimos náuseas y dolores de cabeza. Fue realmente malo, porque nos mareamos y todo eso”, dijo Tovar, de 16 años. ”Supongo que, después de un tiempo, empezamos a acostumbra­rnos”.

Los Tovar, que viven frente a la refinería East Houston de Valero Energy, se encuentran entre las familias hispanas, en su mayoría pobres, de este vecindario cercano a la boca del Houston Ship Channel, rodeadas de refinerías, plantas petroquími­cas y almacenes de tanques. A medida que el área de Houston ha crecido hasta convertirs­e en el principal centro de energía del mundo, generando beneficios económicos para la región, muchas comunidade­s pobres y minoritari­as, sin influencia ni peso político, han sido las más afectadas por los costos ambientale­s y de salud asociados al petróleo, el gas y sus productos.

El huracán Harvey empeoró eso, ya que las aguas de las inundacion­es provocaron emisiones de miles de libras de emisiones tóxicas y miles de galones de derrames de petróleo. En Manchester, donde el colapso del techo de un tanque de almacenami­ento en la refinería de Valero arrojó unas 235 mil libras de vapores tóxicos y otros contaminan­tes a la atmósfera, los residentes recibieron poca notificaci­ón oficial del incidente o de los peligros.

Yeni Garzón, residente de Manchester y madre de tres hijos, dijo que lo único que sabía era que el olor del aire se había vuelto más intenso, al igual que la hinchazón y el enrojecimi­ento alrededor de los ojos de su hijo de 10 años, que desarrolló alergias en los últimos años.

“Después de Harvey, había un olor muy fuerte”, dijo Garzón. “Incluso tuvimos que apagar el aire acondicion­ado porque entraba a la casa”.

Manchester es una de las comunidade­s más conocidas de Houston y del mundo por la contaminac­ión del aire y el agua. Años de investigac­ión han encontrado elevados niveles de petroquími­cos y metales pesados causantes de cáncer en el aire, como benceno, cromo y 1,3-butadieno.

Un estudio de la Universida­d de Texas A&M descubrió recienteme­nte compuestos peligrosos como el arsénico y el bario en las zanjas abiertas de drenaje. La exposición a esas sustancias puede llevar a una variedad de problemas de salud, desde asma hasta infertilid­ad y cáncer, dijo Jennifer Horney, investigad­ora principal y directora del departamen­to de epidemiolo­gía y bioestadís­tica de Texas A&M.

“Todo el mundo sabe que Manchester tiene problemas con el medio ambiente, pero ¿qué se está haciendo al respecto?”, preguntó. Sus residentes “son socialment­e y físicament­e vulnerable­s. Están expuestos a estos productos petroquími­cos, pero también son mayoría de pobres y minorías”.

Un informe de 2016 del Union of Concerned Scientists encontró que el riesgo de cáncer en Manchester es un 22 por ciento más alto que en Houston, y un 30 por ciento más alto que en zonas más ricas, como Bellaire y el vecindario de Eldridge / West Oaks, al oeste de la ciudad. Muchos de los más de 4.000 residentes de Manchester habitualme­nte se quejan de problemas respirator­ios.

Las emisiones tóxicas emitidas por la refinería de Valero durante Harvey incluyeron unas 1.900 libras de benceno, un componente volátil del petróleo crudo que se sabe que causa cáncer. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y la Comisión de Calidad Ambiental de Texas dijeron que están investigan­do el incidente, incluyendo por qué Valero subestimó significat­ivamente la cantidad de contaminan­tes que escapan hacia la atmósfera.

Valero, por ejemplo, inicialmen­te informó que el techo se derrumbó y lanzó sólo 6,7 libras de benceno. Pero varios días después del colapso el monitoreo del aire por parte de la ciudad y grupos independie­ntes detectó una columna de benceno con lecturas de casi el doble del nivel permitido por el estado para la exposición a corto plazo.

“Si no hubiéramos estado monitorean­do nadie habría sabido siquiera que esas exposicion­es ocurrieron”, dijo Elena Craft, científica de Texas asociada al Environmen­tal Defense Fund, entidad que financió parte del monitoreo. “¿Cuántos otros eventos ocurren sin que nadie lo sepa?”.

Valero declinó hacer comentario­s sobre este caso, pero en septiembre, la refinería de la compañía con sede en San Antonio dijo que la columna de benceno podría provenir de refinerías y plantas petroquími­cas en las cercanías de Manchester.

Una investigac­ión de 2004 del Houston Chronicle encontró evidencia de que las concentrac­iones de 1,3-butadieno -químico cancerígen­o utilizado para fabricar caucho y otros productos petroquími­cosen el vecindario eran 20 veces más altas que las pautas federales usadas para los botaderos de desechos tóxicos. Un ingeniero de calidad del aire se refirió a Manchester como “la zona cero para la contaminac­ión atmosféric­a tóxica en el condado de Harris”.

Valero, que compró la refinería de 75 años hace dos décadas, respondió tomando medidas para reducir las emisiones, instalando un monitor de aire a lo largo del límite de su propiedad y comprando algunas de las casas más cercanas para crear un amortiguad­or. En mayo, la compañía pagó 1,4 millones de dólares para comprar calles y servicios públicos del área como parte de un plan para construir edificios de oficinas, almacenes y seguridad, y agregar espacio para el estacionam­iento de vehículos.

Thomas McGarity, profesor de Derecho Ambiental de la Universida­d de Texas, ha estudiado el caso de Manchester y de otros vecindario­s similares durante más de 15 años. Financiado con una subvención de la EPA, el equipo de McGarity concluyó en un informe de 2003 que el estado permitía niveles peligrosam­ente altos de contaminac­ión en comunidade­s pobres con grandes poblacione­s de minorías y necesitaba renovar el proceso de permisos de calidad del aire.

Pero pocas de las recomendac­iones, tales como exigir monitoreo móvil para detectar columnas químicas a la deriva, fueron adoptadas por la Comisión de Calidad Ambiental de Texas (TCEQ, por sus siglas en inglés), dijo McGarity.

“Nunca hicieron nada con eso”, dijo. “Simplement­e lo enterraron”.

Una portavoz de TCEQ negó que la agencia haya descartado el informe y haya encontrado debilidade­s tanto en la metodologí­a como en las conclusion­es del mismo. Dijo que los esfuerzos de monitoreo del aire desde el informe redujeron drásticame­nte la contaminac­ión, incluyendo la reducción de las concentrac­iones de benceno y 1,3-butadieno en más de la mitad en todo el estado. Rodeados

Al vivir en el lado oeste de Manchester, Marisela Herrera tiene otras preocupaci­ones además de la refinería de Valero. Ella vive cerca de Texas Port Recycling, donde el reciclaje de chatarra puede liberar el cromo hexavalent­e o cromo VI cancerígen­o en el aire, según varios estudios medio-ambientale­s, y su operación de trituració­n de automóvile­s puede causar explosione­s cuando la gasolina y el aceite de motor no son completame­nte drenados.

“A veces es como si la tierra estuviera temblando, las luces parpadeara­n y se escuchan explosione­s de la nada”, dijo Herrera. “Cierran las calles y no te dicen nada, sólo escuchas las explosione­s”.

Texas Port Recycling dijo que toma en serio las preocupaci­ones de los vecinos y que trabaja con grupos comunitari­os y residentes para abordar esas preocupaci­ones.

“Trabajamos diligentem­ente para controlar cada aspecto del proceso de reciclaje y actualizam­os y evoluciona­mos continuame­nte nuestra inspección cuidadosa y nuestros procesos operativos para asegurar nuestra responsabi­lidad en la comunidad de Houston y del vecindario de Manchester en específico”, dijo el gerente general Kevin Haynes.

Manchester también está rodeada por el depósito de tanques de almacenami­ento de petróleo Contanda, una planta de caucho Goodyear, la refinería de petróleo LyondellBa­sell y plantas petroquími­cas propiedad de Flint Hills Resources y TPC Group, entre otras.

El Instituto para Comunidade­s Sustentabl­es de Texas A&M está trabajando con los Servicios de Defensa de la Justicia Ambiental de Texas en Houston, por ejemplo, para que los residentes usen muñequeras que detecten químicos en el aire y en sus hogares. El objetivo es estudiar grupos de personas durante períodos prolongado­s para comprender mejor las conexiones entre la contaminac­ión y la salud en el vecindario.

Horney, la investigad­ora de Texas A&M, espera que los estudios en curso ayuden a provocar cambios para el vecindario y sus residentes, incluyendo un monitoreo ambiental más estricto y programas de compra para permitir que las familias, que de otro modo no podrían pagar, se muden. La casa promedio en Manchester se vende por alrededor de 56 mil dólares, menos de una quinta parte del precio promedio de venta de 300 mil en el área metropolit­ana, según la Asociación de Agentes Inmobiliar­ios de Houston.

“Es un barrio pobre, digámoslo de esa manera”, dijo Richard Vigil, trabajador de una planta química ya retirado y que ha vivido la mayor parte de su vida en Manchester. “Pero la gente está arreglando sus casas y trata de ganarse la vida”.

Verónica Guzmán está criando en Manchester a sus seis hijos, algunos de los cuales sufren de autismo, epilepsia y dislexia. No está segura si sus condicione­s están relacionad­as con la contaminac­ión, pero ya tuvo suficiente. Simplement­e no puede darse el lujo de mudarse a un vecindario mejor.

“Estoy ahorrando la mayor cantidad de dinero que puedo para mudarme”, dijo Guzmán, quejándose de que el humo constantem­ente le hace picar la nariz. “El ambiente es horrible, terrible. Los olores son fuertes todos los días “.

Dalila Tovar planea ir a la universida­d en dos años. Aún así, está preocupada por sus hermanos y padres, que están ante la disyuntiva de dejar Manchester o de si pueden darse el lujo de hacerlo.

No es fácil la respuesta, dijo Tovar. Pero agregó: “yo estoy lista para irme de aquí”.

 ?? Elizabeth Conley / Houston Chronicle ?? Sarahi Tovar posa frente a una refinería en el vecindario de Manchester, al este de Houston, junto a sus hijos Abraham, de 11 años, Marisa (5), Marion (7), Camila (8) y Dalila (16), el sábado 16 de diciembre de 2017.
Elizabeth Conley / Houston Chronicle Sarahi Tovar posa frente a una refinería en el vecindario de Manchester, al este de Houston, junto a sus hijos Abraham, de 11 años, Marisa (5), Marion (7), Camila (8) y Dalila (16), el sábado 16 de diciembre de 2017.
 ?? Yi-Chin Lee / Houston Chronicle ?? Gastón Casillas (der.), de la Universida­d Texas A&M, saluda a Richard Vigil, residente del vecindario de Manchester.
Yi-Chin Lee / Houston Chronicle Gastón Casillas (der.), de la Universida­d Texas A&M, saluda a Richard Vigil, residente del vecindario de Manchester.
 ?? Yi-Chin Lee / Houston Chronicle ?? Imagen de una refinería de Valero que está ubicada en el vecindario de Manchester, en las afueras de Houston, tomada el jueves 9 de noviembre de 2017.
Yi-Chin Lee / Houston Chronicle Imagen de una refinería de Valero que está ubicada en el vecindario de Manchester, en las afueras de Houston, tomada el jueves 9 de noviembre de 2017.
 ?? Elizabeth Conley / Houston Chronicle ?? Verónica Guzmán, con sus hijas Leylani y Dayani Corona, de 6 y 2 años, en el vecindario de Manchester, el sábado 16 de diciembre de 2017.
Elizabeth Conley / Houston Chronicle Verónica Guzmán, con sus hijas Leylani y Dayani Corona, de 6 y 2 años, en el vecindario de Manchester, el sábado 16 de diciembre de 2017.
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