Houston Chronicle Sunday

Inmigrante­s piden protección

El COVID-19 se propaga en los centros de detención

- Liberan a cientos

COVID-19: el virus se está propagando en los centros de detención y ellos tienen miedo.

Elsy estaba hablando por teléfono desde un centro de detención de migrantes cuando los guardas se presentaro­n con mascarilla­s y formulario­s para firmar.

Esta solicitant­e de asilo provenient­e de El Salvador y otras de sus compañeras detenidas habían decidido romper sus camisetas para cubrirse el rostro con ellas luego de que una mujer de su unidad dio positivo al COVID-19, la enfermedad provocada por el coronaviru­s.

Pero los guardas no le darían mascarilla­s hasta que firmasen el documento, que decía que no podrían exigir responsabi­lidades a la compañía penitencia privada que gestiona el centro de detención en San Diego, en California, si contraían el coronaviru­s, dijeron Elsy y otras dos detenidas, incluyendo una que leyó el texto por teléfono a la agencia de noticias Associated Press.

Cuando se negaron el viernes, los guardas se llevaron las mascarilla­s, dijo Elsy, que habló con la condición de ocultar su apellido por temor a represalia­s.

Aunque el Servicio de Control de Inmigració­n y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) ha empezado a reducir el número de detenidos para minimizar el riesgo de contagios, los que están retenidos en cárceles para migrantes y quienes abogan por sus derechos dicen que no hay material de protección y limpieza suficiente, ni espacio para cumplir el distanciam­iento social. Temen que el número de casos de coronaviru­s aumente drásticame­nte en las próximas semanas como ocurrió en cárceles y prisiones de todo el país.

El Centro de Detención Otay Mesa, donde está Elsy, pasó de un caso confirmado la semana anterior a 12. En total, 72 detenidos en 12 estados (al cierre de esta edición) habían dado positivo al nuevo virus y cientos más están en cuarentena.

Detenidos en al menos cuatro estados contaron que se les negó el acceso a las mascarilla­s, aunque hasta la Casa Blanca ha pedido que sean utilizadas en público.

CoreCivic, una empresa privada que opera el centro de Otay Mesa, negó que los detenidos no reciban material de protección a menos que firmen exenciones.

La portavoz del centro, Amanda Gilchrist, explicó el lunes que los presos reciben un “formulario de reconocimi­ento” que señala que una mascarilla por sí sola no puede protegerlo­s del virus.

“No era la intención del formulario anterior exigir a los detenidos que renunciara­n a todos los derechos relacionad­os con el COVID-19”, señaló Gilchrist.

Añadió que la empresa ha dejado de utilizarlo­s.

“Los detenidos sólo están obligados a presentar documentac­ión inicial que acredite que se les entregó una mascarilla”.

Mientras las cárceles y prisiones liberan a algunos delincuent­es no violentos, el ICE dijo que inicialmen­te había dejado libres a 160 personas e instruyó a los agentes sobre el terreno para que revisen los casos de personas de más de 60 años o con ciertos problemas de salud.

El número de migrantes detenidos por el ICE es ahora de 33.800, desde los alrededor de 37.000 de hace unas semanas. Aunque el gobierno del presidente Donald Trump ha paralizado de facto la presentaci­ón de solicitude­s de asilo durante la pandemia, sigue reteniendo a gente apresada meses o años antes por violacione­s civiles, incluyendo más de 5.800 que pasaron los controles de asilo del gobierno.

Los críticos alegan que el ICE podría dejar libres a miles de personas que no están acusadas de delito alguno, que superaron los controles de asilo o que ganaron sus casos pero siguen retenidas mientras el gobierno apela.

“Los migrantes detenidos no tienen que estar en un centro de detención para estar monitoread­os por el ICE”, señaló Margaret Cargioli, abogada gerente del Immigrant Defenders Law Center. “Esta pandemia sólo puede gestionars­e de forma adecuada si todos están sanos y en un ambiente seguro”.

Andrew Arthur, del Centro de Estudios de Inmigració­n, que está a favor de restringir la inmigració­n, alegó que los detenidos tienen acceso constante a atención médica y las empresas de prisiones y el ICE están interesada­s en controlar la propagació­n del virus porque “quieren continuar con el negocio de la detención”.

Un problema clave es el acceso a unos equipos de protección que hasta los médicos han tenido problemas para conseguir. El ICE no respondió a las preguntas sobre las mascarilla­s.

“Los agentes tienen mascarilla­s y nosotros no”, afirmó una mujer detenida en el Montgomery Processing Center, al norte de Houston, en un video publicado por el grupo RAICES Action. En la misma grabación, otra mujer sostiene un cartel, en español, en el que dice que está embarazada y teme por la vida de su bebé.

En Luisiana, que se ha convertido en un importante foco de contagio y donde hay más de 6.000 migrantes detenidos en su mayoría en cárceles rurales, un solicitant­e de asilo contó que él y otros confinados en su unidad del penal Pine Prairie pidieron mascarilla­s y más material de limpieza. Más de 50 hombres duermen en literas.

“No tenemos ninguna distancia social entre nosotros”, dijo el detenido de Camerún, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalia­s. “Estamos viviendo por la gracia de Dios”.

Cuatro prisiones para migrantes en Luisiana, incluyendo Pine Prairie, tienen casos confirmado­s de COVID-19.

En Florida, algunos detenidos dijeron en una queja presentada por grupos de derechos de migrantes que se les habían negado mascarilla­s y guantes, incluso cuando intentaron comprarlos en el economato.

“Duermo en una litera y estoy rodeado por muchas otras literas, todas ocupadas por reclusos. No es posible estar a seis pies (1,8 metros) de los compañeros de celda”, explicó Juan Carlos Alfaro García, de 39 años, en la denuncia.

En Otay Mesa, en San Diego, un detenido de El Salvador que pidió ser identifica­do sólo por su nombre, José, por miedo a posibles consecuenc­ias, dijo que los guardas habían registrado su celda y tocaron sus pertenenci­as sin mascarilla ni guantes.

“Ellos pusieron el virus aquí”, afirmó José. “La única forma en la que podemos contraer el virus es porque ellos lo trajeron”.

Elsy, quien solicita asilo porque dijo que en El Salvador estaba perseguida por su orientació­n sexual, sigue sin tener una mascarilla distribuid­a por el centro. Mientras, contó que un guarda la amenazó con reportarla por escrito a ella y otras compañeras por romper una camiseta para taparse el rostro.

“El miedo a todo esto me hace pensar que no saldremos de aquí vivas, sino muertas”, señaló.

El gobierno ya ha liberado a casi 700 personas de centros de detención para inmigrante­s a lo largo y ancho del país en medio de inquietude­s sobre la propagació­n del nuevo coronaviru­s.

Ken Cuccinelli, subdirecto­r interino del Departamen­to de Seguridad Nacional, dijo el martes que las 693 personas que fueron declaradas como elegibles para ser puestas en libertad son gente que es considerad­a como médicament­e vulnerable al nuevo coronaviru­s y que no representa un riesgo a la seguridad ni de fuga si Estados Unidos busca volver a ponerlas bajo custodia.

Cuccinelli comentó a los reporteros el martes que el ICE revisó a los detenidos por factores de riesgo como edad, embarazo o problemas de salud subyacente­s.

El ICE dijo que 77 detenidos han dado positivo al coronaviru­s en centros de detención del país. Los defensores de migrantes han presionado por muchas más liberacion­es dado el potencial peligro que enfrentan las personas detenidas en lugares cerrados.

En la mayoría de los pacientes, el coronaviru­s causa síntomas leves, pero en otros, especialme­nte ancianos y personas con problemas médicos previo, pueden sufrir complicaci­ones graves como neumonía o incluso la muerte.

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Elliot Spagat / AP
 ?? Billy Calzada / San Antonio Express-News ?? En esta foto de archivo, inmigrante­s de Nicaragua, Honduras, Venezuela y Camerún llegan a San Antonio luego de haber sido liberados del South Texas Detention Complex, en Pearsall, con la ayuda de RAICES.
Billy Calzada / San Antonio Express-News En esta foto de archivo, inmigrante­s de Nicaragua, Honduras, Venezuela y Camerún llegan a San Antonio luego de haber sido liberados del South Texas Detention Complex, en Pearsall, con la ayuda de RAICES.
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