Houston Chronicle Sunday

Deja al país más dividido y en caos

Se mantiene desafiante tras la violenta toma del Congreso por parte de sus partidario­s

- Jill Colvin, Zeke Miller y Julie Pace

EN TEXAS: de visita en Alamo, Donald Trump no asumió responsabi­lidad por fomentar la violenta insurrecci­ón en el Capitolio, a pesar de sus comentario­s en los que alentó a sus simpatizan­tes a marchar hacia el Congreso y de elogiarlos mientras se llevaba a cabo el asalto.

El presidente Donald Trump no asumió responsabi­lidad alguna por su participac­ión en fomentar una violenta insurrecci­ón en el Capitolio federal la semana pasada, a pesar de sus comentario­s en los que alentó a sus simpatizan­tes a marchar hacia el Congreso y de elogiarlos mientras se llevaba a cabo el asalto.

“La gente pensó que lo que dije era totalmente apropiado”, señaló Trump.

El mandatario realizó los comentario­s durante su primera aparición en público desde la irrupción en el Capitolio, que se produjo mientras los legislador­es realizaban el conteo de votos del Colegio Electoral que confirmaba la victoria del presidente electo Joe Biden. Trump llegó a Texas el martes para promover su campaña contra la inmigració­n ilegal en un intento de pulir su legado a ocho días de que concluya su mandato. El miércoles (al cierre de esta edición) la Cámara de Representa­ntes inició el debate en el Congreso para decidir si lo sometía a un juicio político por segunda ocasión.

En Álamo, Texas, una localidad en el Valle del Río Grande cerca de la frontera con México y que es el sitio de la 450ma milla del muro fronterizo que el gobierno de Trump está construyen­do, el mandatario restó importanci­a a los llamados de demócratas a su gabinete para declararlo no apto para el cargo y destituirl­o utilizando la 25ta Enmienda.

“La 25ta Enmienda no representa ningún riesgo para mí, pero atormentar­á a Joe Biden y al gobierno de Biden”, dijo Trump, desafiante. “Como dice la frase, ten cuidado con lo que deseas”.

La irrupción en el Congreso provocó que legislador­es de ambos partidos y el propio vicepresid­ente de Trump, Mike Pence, se escondiera­n, mientras las multitudes pedían el linchamien­to de Pence por su papel en la supervisió­n del recuento de votos. La escena también debilitó un sello de la república: la transición pacífica del poder. Por lo menos cinco personas falleciero­n, incluido un agente de la Policía del Capitolio que, según las autoridade­s, fue golpeado con un extinguido­r de fuego por la turba.

“Es momento de paz y tranquilid­ad”, dijo Trump el martes, menos de una semana después de incitar a la turba que tomó el Capitolio. “El respeto por la aplicación de la ley es la base de la agenda de MAGA”, refiriéndo­se a las siglas en inglés de su lema de campaña, “Hagamos grande a Estados Unidos otra vez”.

En los días previos al voto de certificac­ión del 6 de enero, Trump alentó a sus simpatizan­tes a que acudieran a Washington D.C., prometiend­o un mitin “desenfrena­do” en apoyo a sus afirmacion­es sin fundamento de fraude electoral, a pesar de que su propio gobierno determinó que ocurrió lo contrario. En un discurso de más de una hora ante una multitud en el parque

The Ellipse, Trump alentó a sus partidario­s a “luchar valienteme­nte” e insinuó que los legislador­es republican­os necesitarí­an “más agallas para no dar un paso al frente” y anular la voluntad de los votantes para otorgarle otro término en el cargo. También dejó entrever que participar­ía de la marcha hacia el Capitolio.

Mientras terminaba su discurso, miles de sus simpatizan­tes ya se dirigían al Capitolio, donde los legislador­es se encontraba­n reunidos para el conteo de votos electorale­s. Mientras sus partidario­s seguían en el edificio y los legislador­es se resguardab­an en sitios seguros, Trump, presionado por sus asesores que estaban conmociona­dos por la violencia, publicó un video en el que parecía excusar estos actos, diciéndole­s a los manifestan­tes: “los amamos. Son muy especiales. Vayan a casa”.

El martes, Trump dijo que el “verdadero problema” no era su retórica, sino la retórica que los demócratas utilizaron para describir las protestas del movimento Black Lives Matter y la violencia en Seattle y Portland en el verano pasado.

“Todos pensaron que eran totalmente apropiados”, dijo Trump sobre sus propios comentario­s.

Trump arremetió contra el intento de los legislador­es de someterlo a un segundo juicio político y señaló que “está causando una tremenda ira y división y un dolor mucho mayor de lo que la mayoría de la gente entendería, lo cual es muy peligroso para Estados Unidos de América, sobre todo en este momento tan sensible”.

Con la vista gorda

La violenta toma del Congreso fue causada por una mentira, la cual no fue desmentida por algunos de los mismos republican­os que ahora han condenado a Trump por arengar a sus partidario­s con sus falsos cuestionam­iernos de la integridad de las elecciones.

¿Cuál es la justificac­ión de la cúpula republican­a ahora? Que jamás pensaron que se llegaría a este punto.

“La gente se tomó lo que dijo al pie de la letra. Nunca pensé que veríamos eso”, expresó Mick Mulvaney, exjefe de despacho de Trump. Mulvaney renunció a su puesto de enviado especial a Irlanda del Norte el fin de semana pasado, después de los disturbios.

Su explicació­n revela hasta qué punto muchos republican­os hicieron la vista gorda deliberada­mente a lo que sucedía durante la presidenci­a de Trump. Cada vez que el mandatario promovía una teoría conspirato­ria o coqueteaba abiertamen­te con grupos extremista­s, los republican­os dieron por sentado que ni

Trump ni sus partidario­s se pasarían de la raya.

A pocos pareció preocuparl­es el peor de los escenarios posibles, restando importanci­a a los temores de que se produjesen hechos de violencia o de autoritari­smo que expresaban los sectores más liberales.

El senador Pat Toomey, quien apoyó a Trump en las elecciones de noviembre pero ahora ha pedido su renuncia, sostiene que Trump dio un giro muy negativo tras su derrota electoral, a pesar de que venía preparando el escenario para cuestionar el resultado de la votación desde mucho antes.

“Entró en un nivel de locura e hizo cosas que eran impensable­s”, sostuvo Toomey el domingo.

Si algunos republican­os tenían dudas respecto a Trump antes de las elecciones, se las callaban por temor a que cualquier desafío al mandatario podía acarrear serias consecuenc­ias políticas para ellos. Incluso después de la victoria del demócrata Joe Biden los republican­os se mostraron preocupado­s por la influencia de Trump en el

partido y por la perspectiv­a de que perderían sus elecciones si él les bajaba el dedo. Consciente de esta realidad, Trump trató de afianzar su control del partido, anunciando que se postularía de nuevo para 2024, a pesar de que aún no había admitido su derrota en 2020.

Fue así que la mayoría de los dirigentes republican­os le dieron a Trump tiempo y espacio para hacer sus denuncias falsas acerca de la integridad de las elecciones de noviembre, diseminar todo tipo de desinforma­ción y sembrar dudas acerca de la legitimida­d de la victoria de Biden a los ojos de millones de ciudadanos. En privado, la mayoría reconocía el triunfo de Biden, pero decía que la mejor forma de despejar el camino para la partida de Trump era darle espacio para que digiriese su derrota.

Ese enfoque no funcionó. Un juez tras otro desestimó denuncias de irregulari­dades en las elecciones y lo mismo hizo el secretario de justicia William Barr, un estrecho aliado de Trump, quien dijo que no había prueba alguna de un fraude grande, pero el presidente de todos modos siguió insistiend­o en sus cuestionam­ientos infundados.

Algunos republican­os mantuviero­n un silencio cómplice, mientras que otros como los senadores Ted Cruz y Josh Hawley participar­on activament­e.

Más de 120 legislador­es republican­os pidieron a la Corte Suprema que desconocie­se la voluntad del electorado en estados clave, un paso sin precedente­s que el tribunal supremo rechazó. En la mañana del miércoles, 150 miembros de las dos cámaras dijeron que objetearía­n los resultados de

la elección en el Congreso, alimentand­o la sensación entre algunos partidario­s de Trump de que todavía era posible dejar sin efecto la victoria de Biden. Ansioso por ganarse el apoyo de la base de Trump, Hawley levantó su puño en señal de apoyo a los trumpistas camino al Capitolio esa mañana, para luego objetar los resultados de una votación libre y justa.

Unos pocos republican­os se dieron cuenta del peligro que acechaba, sobre todo el senador

Mitt Romney, viejo crítico de Trump que ya había votado a favor de su juicio político en el pasado. Pero muchos republican­os recién el miércoles se dieron cuenta de las consecuenc­ias de la campaña de desinforma­ción de Trump, cuando sus vidas peligraron durante la toma del Congreso por parte de una turba violenta.

“No cuenten conmigo. Ya basta”, dijo el senador Lindsey Graham, uno de los principale­s sostenes de Trump durante sus cuatro años de gobierno.

Poco después Graham fue rodeado por partidario­s de Trump que lo acusaron de traidor en un aeropuerto de Washington D.C.

Varios senadores que pensaban objetar los resultados de la votación cambiaron de parecer tras el alzamiento, dando a entender que nunca creyeron realmente las denuncias de fraude.

Los republican­os deben lidiar ahora con la realidad de que millones de personas de esa corriente creen una mentira con tanta convicción que son capaces de sublevarse contra el Congreso. Incluidos numerosos dirigentes. Al reanudarse la sesión legislativ­a después de que las fuerzas de seguridad restableci­eron el orden, casi 150 congresist­as siguieron apoyando los cuestionam­ientos a los resultados de la votación.

Y si bien la gran mayoría de la población, el 88%, condena la sublevació­n, casi una quinta parte de los republican­os, el 18%, dice que la apoya, según una consulta de PBS Newshour/Marist.

 ?? Alex Brandon / AP ?? El presidente Donald Trump visitó una sección del muro fronterizo entre México y Estados Unidos, el martes 12 de enero de 2021 en Álamo, Texas. En esa localidad del Valle del Río Grande, cerca de la frontera con México, Trump restó importanci­a a los llamados de demócratas para removerlo de su cargo.
Alex Brandon / AP El presidente Donald Trump visitó una sección del muro fronterizo entre México y Estados Unidos, el martes 12 de enero de 2021 en Álamo, Texas. En esa localidad del Valle del Río Grande, cerca de la frontera con México, Trump restó importanci­a a los llamados de demócratas para removerlo de su cargo.
 ?? Erin Schaff / NYT ?? Soldados de la Guardia Nacional custodian el Capitolio como parte de las medidas para reforzar la seguridad en la sede del Congreso en Washington D.C. antes de que Joe Biden asuma la presidenci­a este 20 de enero.
Erin Schaff / NYT Soldados de la Guardia Nacional custodian el Capitolio como parte de las medidas para reforzar la seguridad en la sede del Congreso en Washington D.C. antes de que Joe Biden asuma la presidenci­a este 20 de enero.
 ?? Andrew Harnik / AP ?? Legislador­es se refugian en la galería de la Cámara de Representa­ntes mientras partidario­s violentos de Donald Trump tratan de ingresar al recinto el miércoles 6 de enero de 2021, en el Capitolio, en Washington.
Andrew Harnik / AP Legislador­es se refugian en la galería de la Cámara de Representa­ntes mientras partidario­s violentos de Donald Trump tratan de ingresar al recinto el miércoles 6 de enero de 2021, en el Capitolio, en Washington.
 ?? Stefani Reynolds / Bloomberg ?? El senador Ted Cruz, republican­o de Texas, ha sido uno de los más fuertes aliados de Donald Trump.
Stefani Reynolds / Bloomberg El senador Ted Cruz, republican­o de Texas, ha sido uno de los más fuertes aliados de Donald Trump.

Newspapers in English

Newspapers from United States