CON EL AGUA AL CUELLO
El ‘robo’ que inventó Lochte opacó la actuación de EE.UU.
Tal como ocurrió hace cuatro años en Londres 2012, los Juegos Olímpicos que acaban de culminar en Río de Janeiro serán recordados por el legado de dos de las máximas estrellas de la historia del deporte: el eximio nadador estadounidense Michael Phelps y el atleta jamaiquino Usain Bolt, el indiscutido rey de la velocidad.
Phelps extendió su leyenda como el deportista más condecorado en la historia de los juegos y, como en Londres, volvió a catapultar a la representación de su país a lo más alto del medallero.
Pero esa hegemonía que volvió a confirmar Estados Unidos tanto en el deporte mundial como en la piscina en gran medida fue opacada la semana pasada por una gran fabulación que orquestó el consagrado nadador Ryan Lochte, quien se formó y creció siempre a la sombra de Phelps.
Lochte, ganador de 12 medallas olímpicas, seis de oro, en cuatro Juegos, pidió disculpas por “no haber sido más cuidadoso y sincero” cuando describió un incidente que protagonizó con tres de sus compañeros.
“Quiero disculparme por mi comportamiento del pasado fin de semana”, dijo Lochte, de 34 años, en Twitter después que quedara expuesta su mentira. “Por no ser más cuidadoso y sincero en la forma en que he descrito los acontecimientos de aquella madrugada y por quitar el foco de los atletas que cumplen sus sueños de participar en los Juegos Olímpicos”.
Esas disculpas no alcanzan para borrar la humillación y vergüenza a las que ha expuesto a la delegación de su país, que antes de viajar a Brasil había sido aconsejada y advertida por el comportamiento que sus representantes debían mostrar en los Juegos Olímpicos.
Lochte había dicho originalmente a la prensa que él y sus compañeros de equipo Gunnar Bentz, Jack Conger y James Feigen fueron víctimas de un robo a mano armada por hombres que, supuestamente, se habían identificado como policías, cuando a las seis de la mañana volvían a la Villa Olímpica después de una fiesta.
La policía de Río dudó de inmediato cuando vio una grabación de las cámaras de seguridad de la Villa Olímpica en la cual se podía apreciar que los deportistas regresaron con sus pertenencias, incluyendo sus relojes.
Poco después revisaron el video de las cámaras de seguridad de la gasolinera donde ocurrió el incidente, y de ahí en más llegaron a la verdad.
Los nadadores vandalizaron una puerta del baño y, según informó el diario brasileño O Globo, orinaron contra una pared.
Personal de la gasolinera dijo que debían pagar por los daños y uno de los nadadores, que no fue identificado, reaccionó violentamente. Los encargados de seguridad sacaron sus armas, apuntaron contra los deportistas y los hicieron sentarse en el piso con las manos arriba.
Lochte, declaró luego uno de sus compañeros, estaba ebrio.
Tras el incidente, Lochte salió del país antes de que le pudieran retener el pasaporte, como ordenó una jueza, pero dos de sus compañeros fueron retirados por las autoridades brasileñas de un avión que partía hacia Houston. Prestaron declaración al día siguiente, se supo la verdad y regresaron.
La reputación de Río, que pese a muchas dificultades organizó unos juegos fantásticos, quedó en el lugar adecuado. Ahora la mancha quedará para siempre en la carrera olímpica de Lochte.