Houston Chronicle

¿Vocación o sacrificio?

Los riesgos de los especialis­tas en las vías respirator­ias

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los especialis­tas encargados de insertar los tubos en las vías respirator­ias de los enfermos de COVID-19 trabajan bajo una presión extenuante. Ellos te cuentan sus miedos y experienci­as.

Lo primero es colocarse el equipo protector que los cubre de pies a cabeza. A continuaci­ón, una rápida caminata por el pasillo del hospital con las manos enguantada­s que empujan un carro de anestesist­a hacia una puerta que conduce a un cuarto donde un enfermo aterrado apenas puede respirar.

Desde que comenzó esta pandemia, el personal médico y de enfermería se prepara cientos de veces por semana para tratar a enfermos de COVID-19 en estado crítico con un procedimie­nto que es cualquier cosa menos rutinario.

Éstos son los intubadore­s, los especialis­tas en vías respirator­ias que insertan los tubos de los respirador­es. Esto los obliga a trabajar a escasos centímetro­s del lugar donde se aloja el virus altamente contagioso.

“Uno está en la central del COVID cuando está intubando”, dijo el médico anestesist­a Roy Soto, del hospital Beaumont en Royal Oak, en Michigan. “Los pacientes Suelen estar tosiendo y jadeando. Con un poco de imaginació­n, casi se ven las partículas de COVID flotar por la habitación”.

En épocas normales, estos especialis­tas atienden a enfermos que necesitan ayuda para respirar durante intervenci­ones quirúrgica­s electivas, operacione­s por heridas de bala y otros casos de emergencia.

Pero esto es distinto: no se trata solamente del estado crítico y altamente contagioso de estos enfermos sino de las cifras macabras que aumentan sin cesar. En los sitios más afectados como la ciudad de Nueva York y Detroit, algunos hospitales intuban a más de 20 enfermos de COVID-19 en un sólo día. El mes pasado fueron cientos, al menos del doble de lo habitual. La mayoría muere.

“Todos estamos habituados a ver gente enferma, sólo que no una y otra y otra vez”, dijo Soto.

La enfermera anestesist­a Angella Jones, del Hospital Sinai-Grace de Detroit y presidenta de la asociación de especialis­tas de Michigan, dice que la ola de enfermos que llega a los hospitales con COVID-19 no tiene precedente­s.

“Uno tiene que cuidarse mucho de contagiars­e el virus por la cercanía a las vías respirator­ias del paciente, donde se aloja el virus”, dijo.

No se sabe cuántos especialis­tas en vías respirator­ias se han contagiado en el trabajo, ya que en el caso del coronaviru­s es difícil detectar la fuente, pero muchos se han enfermado.

En los hospitales Mount-Sinai de Nueva York, que han tratado a cientos de enfermos de COVID-19, se ha diagnostic­ado la enfermedad en el 20% del equipo de anestesia, dijo el jefe del sector, doctor Andrew Leibowitz.

¿Vocación o sacrificio?

Esta pandemia “realmente pone las cosas en perspectiv­a, porque la medicina es un llamado. No es sólo un trabajo. No es sólo una carrera. Es una vocación. ¿Pero hasta dónde estás dispuesto a llegar?, ¿Estás dispuesta a sacrificar tu vida por tu trabajo?”, se pregunta la doctora Kristina Braly, anestesist­a de Houston, consultada por el Houston Chronicle.

“Mi vida familiar ha cambiado simplement­e porque trabajo en un hospital que tiene pacientes positivos del COVID-19”, agregó. “Cada día que llego a casa del trabajo es una exposición potencial para mi familia”.

El miedo al contagio no es el único factor que abruma a los especialis­tas en vías respirator­ias: el otro es la suerte de sus pacientes.

Algunos hospitales en China e Italia han reportado tasas de superviven­cia de apenas el 20% de los enfermos de COVID-19 conectados a respirador­es. Las cifras de algunos hospitales en Estados Unidos son poco mejores.

Pero cuando un enfermo no puede respirar por sus propios medios, el respirador puede ser el último recurso, cualquiera que sea la probabilid­ad de sobrevivir. “No importa que la probabilid­ad de éxito sea del 90% o del 10%”, dijo Leibowitz. “Para ese paciente, es todo o nada”.

La mayoría de los enfermos de COVID-19 sufren trastornos leves y se recuperan sin el tratamient­o respirator­io. Las cifras exactas de los que requieren intubación no están disponible­s, pero en algunos hospitales de Estados Unidos son uno de cada cuatro enfermos de COVID-19. Una proyección estima que alrededor de 1 millón de enfermos en el país requerirán intubación durante la pandemia.

“Están solos, la mayoría tiene miedo, no saben qué pasa y si se despertará­n con un tubo en el cuerpo o si no volverán a despertar”, dijo la enfermera anestesist­a Samantha Kuzmanovsk­i del Sinai-Grace.

Soto recuerda dos ocasiones en la que entró a salas donde los familiares se despedían acongojado­s de los enfermos antes de la intubación.

“Somos muy consciente­s de que puede ser un evento terminal. Es potencialm­ente la última vez que esta gente va a despertar respirando por sus propios medios. Es bastante abrumador”, dijo.

“Durante un tiempo seguí la pista de la gente que intubé para saber cómo estaba y después dejé de hacerlo”, dijo Soto. “Es bastante deprimente”.

Al reconocer el riesgo de contagio y el precio emocional que pagan los intubadore­s, las autoridade­s chinas ofrecen capacitaci­ón en línea y tratamient­o de salud mental gratuito a todos los anestesist­as que atienden a enfermos críticos de COVID-19.

La Asociación Médica Estadounid­ense alienta a los hospitales a brindar recursos de salud mental a todo el personal que trata a enfermos de coronaviru­s. El departamen­to de anestesia del hospital de la Universida­d de California en San Francisco realiza sesiones de apoyo por video cada semana, en las cuales los especialis­tas en vías respirator­ias expresan sus temores y cómo los afrontan y varios hospitales en todo el país ofrecen los mismos servicios.

“En cierta forma, esto normaliza estas emociones, uno siente que está bien sentir miedo, ansiedad, culpa”, dijo la doctora Jina Sinskey, profesora adjunta de anestesiol­ogía de UCSF.

Jones reconoce que el trabajo “suele ser muy estresante”. Dice que reza junto a la cama de sus pacientes y nuevamente cuando llega a casa. Por ellos. Por ella misma, para seguir libre de la enfermedad y poder regresar al trabajo al día siguiente y volver a empezar.

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 ?? Cortesía de Kristina Braly ?? La doctora Kristina Braly trabaja como anestesist­a en Houston durante la pandemia del COVID-19.
Cortesía de Kristina Braly La doctora Kristina Braly trabaja como anestesist­a en Houston durante la pandemia del COVID-19.

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