En su hora más oscura
El ataque de los seguidores de Trump, instigado por él
DERROTADO: a tan sólo unos días del final de su presidencia, Donald Trump enfrentamás renuncias en su gabinete, fuertes críticas de todo el espectro político y nuevas acusaciones por haber instigado a sus seguidores a atacar el Capitolio de la Nación en un intento desesperado para tratar de mantenerse en el poder.
“¿Dónde están?”, exigió saber un partidario de Donald Trump tras irrumpir en el Capitolio de la Nación ondeando una bandera del presidente y aporreando las puertas.
Los legisladores que buscaba estaban escondidos junto a otros empleados del Congreso debajo de sus mesas, encerrados en espacios seguros, rezando y viendo desde un primer plano las consecuencias de polarización política y social del país bajo la presidencia de Trump.
Había armas desenfundadas. Una mujer que intentaba junto a la turba echar abajo una puerta del edificio bloqueada por una barricada recibió un balazo de la policía y luego falleció en un hospital, otras tres personas murieron en aparentes emergencias médicas y un agente falleció el jueves como consecuencia de las heridas provocadas por los intrusos. Una bandera de Trump ondeó en el Capitolio. La solemne sala de la Rotonda hedía a gas lacrimógeno. En el suelo quedaron cristales rotos.
Los espacios más venerados de la democracia estadounidense fueron cayendo uno tras otro ante la ocupación del Congreso.
La turba partidaria de Trump ocupó la butaca del presidente del Senado, las oficinas de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el atril de orador del Senado, donde un hombre exclamó: “Trump ganó las elecciones”.
Los intrusos se burlaron de los líderes del Congreso, destrozaron oficinas, posaron para fotos en el despacho de la demócrata Pelosi y en el mismo asiento que había ocupado poco antes el vicepresidente Mike Pence durante el proceso para certificar los votos del Colegio Electoral.
La jornada, en la que el Congreso finalmente ratificó la victoria del presidente electo, el demócrata Joe Biden, tras reanudar su actividad pasada la medianoche, había comenzado como un choque de realidad para el fútil intento de Trump de aferrarse al poder. Después derivó en escenas de miedo y angustia.
En un mitin por la mañana en el parque de The Ellipse deWashington, Trump dijo a los manifestantes que marcharía con ellos hacia el Capitolio, aunque no fue así. En lugar de eso, les envió al lugar con una retórica incendiaria: “si no pelean como demonios, se quedarán sin país”, les dijo. “Dejen que los débiles se marchen”, añadió, “este es un momento para la fuerza”.
Su abogado, Rudy Giuliani, dijo a la multitud: “hagamos un juicio por combate”.
Lo que ocurrió el miércoles pasado no fue otra
cosa que un intento de golpe, dijo la representante Diana DeGette, demócrata de Colorado.
El senador Ben Sasse, republicano de Nebraska y que critica a menudo a Trump, afirmó que “el Capitolio de Estados Unidos (...) fue saqueado mientras el líder del mundo libre se escondía detrás de un teclado”.
“Las mentiras tienen consecuencias. Esta violencia fue el inevitable y feo resultado de la adicción del presidente por sembrar la división constantemente”, añadió.
La policía dijo haber recuperado dos bombas de tubo, una ante el Comité Nacional Demócrata y otra ante el Comité Nacional Republicano, así como una nevera de pícnic que estaba en un vehículo en los terrenos del Capitolio y que contenía un arma larga y cócteles incendiarios.
Sin embargo, en un video compartido 90 minutos después de que los legisladores fueran
evacuados, Trump dijo a los asaltantes: “les queremos, son muy especiales”, al tiempo que les pedía que se fueran a casa.
Las autoridades retomaron el control del recinto al caer la noche.
Agentes fuertemente armados que llegaron como refuerzos empezaron a utilizar gas lacrimógeno en un esfuerzo coordinado por desplazar a la gente hacia la puerta. Después recorrieron las diferentes salas buscando a rezagados y empujaron a la multitud hacia la plaza y el patio del edificio entre nubes de gas lacrimógeno, y el ruido y los destellos de las granadas aturdidoras.
Algunos de los que estaban en el Capitolio habían visto lo que se avecinaba por las ventanas. El representante demócrata Dean Phillips de Minnesota miró a la multitud que crecía en el lugar poco después de que Trump se dirigiera a sus seguidores en el Ellipse, avivando su descontento sobre unas elecciones que tanto el mandatario como sus seguidores afirman, contra toda evidencia, que ganó Trump.
“Miré por la ventana y vi lo superada en número que estaba la policía del Capitolio”, dijo Phillips. Bajo las gradas colocadas para el acto de investidura de Biden, los partidarios de Trump chocaron con la policía, que empleó aerosol de gas pimienta en un intento de repelerles. No funcionó. Masas de manifestantes sin mascarillas y con gorras de campaña de Trump derribaron las barricadas de metal a los pies de la escalera del Capitolio. Algunos gritaban “traidores” a los agentes que intentaban mantenerles fuera. Irrumpieron en el edificio.
“Fue impresionante lo rápido que las fuerzas de seguridad se vieron sobrepasadas”, dijo el representante demócrata de Nueva Hampshire Chris Pappas. Los agentes “nos dijeron que dejáramos todo y saliéramos tan rápido como pudiéramos”.
Poco después, el senador republicano Chuck Grassley, de Iowa, y el vicepresidente Mike Pence fueron evacuados del Senado mientras manifestantes y policías gritaban a las puertas.
“Hay manifestantes en el edificio”, fueron las últimas palabras captadas por un micrófono en la transmisión del Senado antes de que fuera desconectado. La policía evacuó a los legisladores y se llevó las cajas con certificados del Colegio Electoral.
El representante demócrata de California Scott Peters dijo que estaba en la Cámara de Representantes cuando empezaron a irrumpir los asaltantes. Los agentes de seguridad instaron a los legisladores a ponerse máscaras de gas y los reunieron en una esquina de la gran sala.
“Hubo un momento en el que los agentes apuntaron con sus armas a la puerta, obviamente esperaban un asalto por la puerta. Estaba claro que estaban bastante cerca de disparar, de modo que nos pidieron que nos echáramos al suelo”, detalló el representante demócrata Jim Himes, de Connecticut.
Himes, quien dijo haber vivido en América Latina, comparó el ataque con experiencias en países de esa región y recordó que “siempre asumí que algo así nunca podría pasar aquí”.
“Sabemos desde hace años que nuestra democracia está en peligro, y esperemos que este sea el peor y último momento de eso”, dijo Himes. “Pero con un presidente animando a esta gente, con los republicanos haciendo todo lo que pueden por hacer para que la gente sienta que les han arrebatado la democracia a pesar de que son ellos los que la están arrebatando, es muy difícil, muy triste. Me he pasado toda mi carrera política tendiendo la mano al otro lado. Y es muy difícil ver esto”.
“Así comienza un golpe de estado”, dijo el representante demócrata de California Jimmy Gomez. “Así es como muere la democracia”.