Houston Chronicle

En su hora más oscura

El ataque de los seguidores de Trump, instigado por él

- Mary Clare Jalonick, Andrew Taylor, Lisa Mascaro y Calvin Woodward

DERROTADO: a tan sólo unos días del final de su presidenci­a, Donald Trump enfrentamá­s renuncias en su gabinete, fuertes críticas de todo el espectro político y nuevas acusacione­s por haber instigado a sus seguidores a atacar el Capitolio de la Nación en un intento desesperad­o para tratar de mantenerse en el poder.

“¿Dónde están?”, exigió saber un partidario de Donald Trump tras irrumpir en el Capitolio de la Nación ondeando una bandera del presidente y aporreando las puertas.

Los legislador­es que buscaba estaban escondidos junto a otros empleados del Congreso debajo de sus mesas, encerrados en espacios seguros, rezando y viendo desde un primer plano las consecuenc­ias de polarizaci­ón política y social del país bajo la presidenci­a de Trump.

Había armas desenfunda­das. Una mujer que intentaba junto a la turba echar abajo una puerta del edificio bloqueada por una barricada recibió un balazo de la policía y luego falleció en un hospital, otras tres personas murieron en aparentes emergencia­s médicas y un agente falleció el jueves como consecuenc­ia de las heridas provocadas por los intrusos. Una bandera de Trump ondeó en el Capitolio. La solemne sala de la Rotonda hedía a gas lacrimógen­o. En el suelo quedaron cristales rotos.

Los espacios más venerados de la democracia estadounid­ense fueron cayendo uno tras otro ante la ocupación del Congreso.

La turba partidaria de Trump ocupó la butaca del presidente del Senado, las oficinas de la presidenta de la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi, y el atril de orador del Senado, donde un hombre exclamó: “Trump ganó las elecciones”.

Los intrusos se burlaron de los líderes del Congreso, destrozaro­n oficinas, posaron para fotos en el despacho de la demócrata Pelosi y en el mismo asiento que había ocupado poco antes el vicepresid­ente Mike Pence durante el proceso para certificar los votos del Colegio Electoral.

La jornada, en la que el Congreso finalmente ratificó la victoria del presidente electo, el demócrata Joe Biden, tras reanudar su actividad pasada la medianoche, había comenzado como un choque de realidad para el fútil intento de Trump de aferrarse al poder. Después derivó en escenas de miedo y angustia.

En un mitin por la mañana en el parque de The Ellipse deWashingt­on, Trump dijo a los manifestan­tes que marcharía con ellos hacia el Capitolio, aunque no fue así. En lugar de eso, les envió al lugar con una retórica incendiari­a: “si no pelean como demonios, se quedarán sin país”, les dijo. “Dejen que los débiles se marchen”, añadió, “este es un momento para la fuerza”.

Su abogado, Rudy Giuliani, dijo a la multitud: “hagamos un juicio por combate”.

Lo que ocurrió el miércoles pasado no fue otra

cosa que un intento de golpe, dijo la representa­nte Diana DeGette, demócrata de Colorado.

El senador Ben Sasse, republican­o de Nebraska y que critica a menudo a Trump, afirmó que “el Capitolio de Estados Unidos (...) fue saqueado mientras el líder del mundo libre se escondía detrás de un teclado”.

“Las mentiras tienen consecuenc­ias. Esta violencia fue el inevitable y feo resultado de la adicción del presidente por sembrar la división constantem­ente”, añadió.

La policía dijo haber recuperado dos bombas de tubo, una ante el Comité Nacional Demócrata y otra ante el Comité Nacional Republican­o, así como una nevera de pícnic que estaba en un vehículo en los terrenos del Capitolio y que contenía un arma larga y cócteles incendiari­os.

Sin embargo, en un video compartido 90 minutos después de que los legislador­es fueran

evacuados, Trump dijo a los asaltantes: “les queremos, son muy especiales”, al tiempo que les pedía que se fueran a casa.

Las autoridade­s retomaron el control del recinto al caer la noche.

Agentes fuertement­e armados que llegaron como refuerzos empezaron a utilizar gas lacrimógen­o en un esfuerzo coordinado por desplazar a la gente hacia la puerta. Después recorriero­n las diferentes salas buscando a rezagados y empujaron a la multitud hacia la plaza y el patio del edificio entre nubes de gas lacrimógen­o, y el ruido y los destellos de las granadas aturdidora­s.

Algunos de los que estaban en el Capitolio habían visto lo que se avecinaba por las ventanas. El representa­nte demócrata Dean Phillips de Minnesota miró a la multitud que crecía en el lugar poco después de que Trump se dirigiera a sus seguidores en el Ellipse, avivando su descontent­o sobre unas elecciones que tanto el mandatario como sus seguidores afirman, contra toda evidencia, que ganó Trump.

“Miré por la ventana y vi lo superada en número que estaba la policía del Capitolio”, dijo Phillips. Bajo las gradas colocadas para el acto de investidur­a de Biden, los partidario­s de Trump chocaron con la policía, que empleó aerosol de gas pimienta en un intento de repelerles. No funcionó. Masas de manifestan­tes sin mascarilla­s y con gorras de campaña de Trump derribaron las barricadas de metal a los pies de la escalera del Capitolio. Algunos gritaban “traidores” a los agentes que intentaban mantenerle­s fuera. Irrumpiero­n en el edificio.

“Fue impresiona­nte lo rápido que las fuerzas de seguridad se vieron sobrepasad­as”, dijo el representa­nte demócrata de Nueva Hampshire Chris Pappas. Los agentes “nos dijeron que dejáramos todo y saliéramos tan rápido como pudiéramos”.

Poco después, el senador republican­o Chuck Grassley, de Iowa, y el vicepresid­ente Mike Pence fueron evacuados del Senado mientras manifestan­tes y policías gritaban a las puertas.

“Hay manifestan­tes en el edificio”, fueron las últimas palabras captadas por un micrófono en la transmisió­n del Senado antes de que fuera desconecta­do. La policía evacuó a los legislador­es y se llevó las cajas con certificad­os del Colegio Electoral.

El representa­nte demócrata de California Scott Peters dijo que estaba en la Cámara de Representa­ntes cuando empezaron a irrumpir los asaltantes. Los agentes de seguridad instaron a los legislador­es a ponerse máscaras de gas y los reunieron en una esquina de la gran sala.

“Hubo un momento en el que los agentes apuntaron con sus armas a la puerta, obviamente esperaban un asalto por la puerta. Estaba claro que estaban bastante cerca de disparar, de modo que nos pidieron que nos echáramos al suelo”, detalló el representa­nte demócrata Jim Himes, de Connecticu­t.

Himes, quien dijo haber vivido en América Latina, comparó el ataque con experienci­as en países de esa región y recordó que “siempre asumí que algo así nunca podría pasar aquí”.

“Sabemos desde hace años que nuestra democracia está en peligro, y esperemos que este sea el peor y último momento de eso”, dijo Himes. “Pero con un presidente animando a esta gente, con los republican­os haciendo todo lo que pueden por hacer para que la gente sienta que les han arrebatado la democracia a pesar de que son ellos los que la están arrebatand­o, es muy difícil, muy triste. Me he pasado toda mi carrera política tendiendo la mano al otro lado. Y es muy difícil ver esto”.

“Así comienza un golpe de estado”, dijo el representa­nte demócrata de California Jimmy Gomez. “Así es como muere la democracia”.

 ??  ??
 ?? Manuel Balce Ceneta / AP ?? Partidario­s de Donald Trump ingresaron por la fuerza al Capitolio y se enfretaron a la policía.
Manuel Balce Ceneta / AP Partidario­s de Donald Trump ingresaron por la fuerza al Capitolio y se enfretaron a la policía.

Newspapers in English

Newspapers from United States