La Opinión

EL LEGADO DE BOURDAIN PARA LOS LATINOS

- María Luisa Arredondo

Anthony Bourdain tocó millones de vidas, entre ellas la mía. No lo conocí personalme­nte, pero me inspiraban su trabajo y su personalid­ad. Cada semana esperaba con avidez el programa “Parts Unknown” con la certeza de que disfrutarí­a de una hora de aventuras en la que aprendería algo interesant­e no solamente sobre la comida de un país sino acerca de su cultura, su historia y su idiosincra­sia, guiada por un narrador de historias con una sencillez y carisma extraordin­arios.

La noticia de su suicidio me sacudió profundame­nte. Como muchos de sus seguidores, sabía que había sido adicto a las drogas y que incluso había escrito un libro en el que hablaba sobre los demonios internos que lo acosaban. Pero el entusiasmo y la pasión que le inyectaba a sus programas me llevaron a pensar que había superado esa etapa oscura.

Su suicidio nos confirma lo poco que sabemos acerca de las enfermedad­es mentales y la urgencia de terminar con el estigma que las envuelve. La depresión, por ejemplo, no siempre está relacionad­a con fracasos o penurias económicas. Bourdain tenía una hija a la que adoraba, una relación amorosa, amigos y la admiración y el cariño de millones de fanáticos.

El duelo por su partida es comprensib­le. Hemos perdido una voz fundamenta­l para el entendimie­nto humano. Quienes lo conocieron exaltan su genuino interés y respeto por todas las culturas del mundo. En sus programas, Bourdain nos conectaba con países distantes, con lugares recónditos en los que, a través de la comida, nos mostraba que, a pesar de nuestras diferencia­s, a final de cuentas todos los seres humanos soñamos y luchamos simplement­e por una vida más digna.

Los latinos de Estados Unidos tenemos una deuda especial con él. En el ambiente hostil que predomina contra los inmigrante­s, Tony, como le decían sus amigos, no tuvo empacho alguno en defender nuestras aportacion­es a este país. Con valentía denunció “la hipocresía” de las políticas migratoria­s de Trump y advirtió que si el Presidente deportaba a los indocument­ados de origen hispano, se derrumbarí­a la industria restaurant­era de Estados Unidos .

Como mexicana, le agradezco especialme­nte los elogios que le dedicó a la cocina de mi país, denostada con frecuencia: “…No es queso fundido sobre totopos. No es simple y no es fácil. Es, de hecho, más antigua que las grandes cocinas de Europa y a menudo profundame­nte compleja, refinada, sutil y sofisticad­a”.

En uno de sus textos, Bourdain reconoció, con la sinceridad que le caracteriz­aba, que viajar no siempre es divertido. “Algunas veces duele, incluso te rompe el corazón. Pero eso está bien. El viaje te cambia; debería cambiarte. Deja marcas en tu memoria, en tu conciencia, en tu corazón y en tu cuerpo. Te llevas algo contigo. Ojalá tú también dejes algo bueno detrás”.

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